CULTURA
dolor en el mundo del arte

Murió Alfredo Prior, pintor, escritor, performer, artista absoluto del siglo XXI

Expuso en todo el mundo y fue integrante destacado de la generación del 80, que renovó el arte argentino de la democracia. A los 72 años, en las horas previas a la Nochebuena 2024, murió uno de los más importantes artistas argentinos que supo ser reconocido luego de combinar pintura y literatura. Su obra pictórica se caracterizó por el uso de texturas superpuestas y por un despliegue de personajes que construían una suerte de fábulas visuales.

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Prior. El artista en su taller. Muy joven, expuso sus primeras obras en oposición activa a la sentencia de muerte que el arte argentino había sufrido a manos del crítico Jaime Rest. | cedoc

Murió Alfredo Prior. Es la noticia, o el contenido del bando que se propagó como aviso de una sola vez: lo real no admite reiteración, más cuando se trata de un artista. Corresponde, por la dimensión de su obra, tanto la evocación como el subrayado. Existe en Prior (porque su substancia persiste) un grafo de dimensión lumínica, otro de cadena simbólica conformado por palabras. Dualidad, onda y corpúsculo, casi como una física del enunciado y de la representación, todo a la vez. Cóctel simbólico y referencial. El corte de sus obras es de filo inquieto.

Por caso, en 1985, pintó Autorretrato en la palmera (técnica mixta sobre papel, 200 x 90 cm.), donde un niño de mirada desorbitada está próximo al cenit del vegetal, el mismo surge curvado de una tierra, como si surgiera del volcán, y cual querubín extiende el brazo hacia una hilera de bananas que suben (o bajan) siguiendo la curva del tronco. El conjunto está invertido, influencia japonesa, de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda. ¿Van o vienen las bananas? ¿Es el tiempo o el prestigio que escapa en ellas? ¿O se trata de los símbolos que la cultura argentina siempre opone como cortina opaca o negación espantada?

En lo biográfico se invoca que Prior, muy joven, expuso sus primeras obras en oposición activa a la sentencia de muerte que el arte argentino había sufrido a manos de Jaime Rest. Acaso el velo era la forma de matar una instancia y aquí la teoría obró como sentencia. Correr la opacidad, cambiar el sentido del trazo, fue el gesto de una generación y seguidores. De allí que, dos años antes de este siglo, realizara una primera exposición individual luego de experiencias colectivas, performáticas, que incluyeron la colaboración estrecha con Guillermo Kuitca y la música (el grupo Super siempre, con el escritor comido Sergio Bizzio, el editor y poeta Francisco Garamona y el músico Alan Courtis, entre otros). Mientras tanto, asomaba la literatura, el escritor.

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“Telquel, un niño abducido de su condición de niño Mallarmé, despierta niña esta mañana. Todo tenue, escabroso y bíblico: lo que ha quedado de un Rembrandt roto o pedacitos regulares y tirado al cagadero (de Genet). Teatro proletario de cámara. Entre el Marqués de Sade y Lautréamont, un Rimbaud enano se maquilla ante los ojos de los espectadores. El cabello azul turquesa. Moño muy alto. Moño de María Antonieta antes del encarcelamiento. Pero cuidado”…, escribe Lambor, y agrega: “Haz que el sublime surrealismo te hable. Todavía avalada, como sorete en pala”. La cita es de su presentación publicada en el Tomo I del Teatro Proletario de Cámara (Nudista, 2023). 

Este libro del amigo ausente, pero presente, contó con su intervención en el acto del CCK, donde me expresó: “Soy un judío converso, Prior es para disimular. Tal vez los argentinos somos marranos irredentos.” Lo que esconde el nombre, entonces, es lo que habla. Como el niño en su viaje a la copa de la palmera a cuya base asiste una tormenta de arena, producto de la cabalgata del malón que secuestró a esa Ema, la cautiva de César Aira –también amigo de Prior–, y que fue otra forma de recomenzar la cultura argentina después del terror, en otro bies.

“Osvaldo era amigo de ir a interminables chupindangas (risas). Él tenía doce años más que yo. Me enseñó todo. Fue mi gran maestro: de él aprendí más que de los pintores. Sobre todo acerca de las estrategias y tácticas del artista, y también los procedimientos y técnicas de la literatura, que se pueden aplicar a cualquier arte. Yo lo viví así: él no era de ponerse a sermonear.” Así recordaba Prior esa influencia actualizada, en Jaque al Arte, entrevistado por Marina Oybin, 2016.

Desayuno con los jíbaros (Ediciones Chinatown), fue su último libro publicado en vida. Contó con una edición impresa formal y otra, clandestina y artesanal, donde el pintor/escritor intercaló dibujos originales de su pincel confeccionados para la ocasión, horas antes. “Teníamos unos 15 ejemplares, en los que escondimos-repartimos al azar algunos de los dibujos. Y si los libelos antes eran chiches, con la gentileza sin reparos de Prior los hubo que se convirtieron en joyas-baratijas, gracias al regalo-don-sorpresa de un original de uno de los artistas plásticos argentinos mejor cotizados a nivel internacional.” Así recuerda la performance Agustina Pérez, la editora del Desayuno con los jíbaros, que también agrega: “Y así la íbamos pasando, llamándonos por teléfono, nuestro medio de comunicación oficial (aunque también hubo algunas cartas) ya que no usaba email ni celular y jugando a encontrarnos y desencontrarnos para hablar de la vida, que no son otra cosa que las cosas de la vida: la pintura, los libros, el aventurerismo…”

“En el sentido eclesial. Alfredo era la virtud (y no esa estupidez de ‘lo virtuoso’). La virtud  flor rara en estas pampas surtiduras de sangre. Alfre era Todo El Bien, y es Todo El Bien Por Venir, por la gran obra que dejó inédita. Los artistas, por algún misterio clemente, no se van a ninguna parte. Menos en su caso, cuya obra única tiene la solidez de lo infraleve, que se escabulle en la tardanza por todas partes. Lo que es el desamparo es ya no contar con la virulencia blanda de su alegría característica, pirotécnica, explosiva. Pero aunque el teléfono ya no vuelva a sonar yo sigo escuchando el espejismo sonoro de su risa. Ese tin tin”.

Hace una semana, en un cuaderno inédito de Osvaldo Lamborghini recién digitalizado, de 1985 (otra vez el mismo año), encontré tres versos que invocan la obra de Alfredo Prior, especie de homenaje anticipado: “Nada puede hacerse/ sin una/ juventud equivocada...”