CULTURA
IDEAS Y CREENCIAS IX

Los animales también piden derechos

En la modernidad se abren dos creencias o paradigmas respecto al mundo animal: la negación o el reconocimiento de su condición de sujetos de derechos. Para algunos, reconocer derechos propios del reino animal es lo que exige el pensamiento ético en evolución; para otros, postular derechos para los animales es un error de perspectiva. Hay quienes creen que no se debe conceder ningún derecho a los animales y quienes consideran lo contrario, abogando por el bienestar animal. Mientras tanto, los animales siguen sufriendo las consecuencias de cohabitar este planeta manchado por la crueldad del “Homo sapiens”.

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Hombres & animales. Dos representantes de ideas contrapuestas: el estadounidense Michael Pollan, para quien los animales no pueden ser sujetos morales, y el australiano Peter Singer, líder del movimiento animalista. | cedoc

Los humanos siempre hemos cohabitado el mundo con los animales. Percibirlos como seres sintientes implica atender a su sufrimiento, muchas veces provocado por la acción humana.  

En la modernidad se abren dos creencias o paradigmas respecto al mundo animal: la negación o el reconocimiento de su condición de sujetos de derechos. Para algunos. reconocer derechos propios del reino animal es lo que exige el pensamiento ético en evolución; para otros, postular derechos para los animales es un error de perspectiva.

Esta última posición supone la desigualdad humano-animal en beneficio del primero. En el origen de esta tesitura laten el creacionismo cristiano y el pensamiento de Descartes. El Génesis bíblico afirma que los animales son creados por Dios para el servicio de los humanos. En esta visión no hay comunidad posible, sino sometimiento animal ante la superioridad del Homo sapiens. Lo mismo ocurre con el creador del racionalismo moderno, aunque con otro relato de base. 

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En el siglo XVII, Descartes apela a la razón como fundamento del conocimiento; piensa en el sujeto que medita, duda, razona y encuentra el pilar de un saber seguro en su famoso “Pienso, luego existo”. Luego, concibe el universo como una gran máquina; el mundo físico como mecanismo inmenso, entre cuyos engranajes los animales son otras máquinas sin alma; autómatas bajo el yugo de procesos físico-químicos. 

Los seres del reino animal no sienten o sufren, únicamente dan respuestas mecánicas para su conservación y adaptación al medioambiente. Seres solo regidos por la física y la biología. Y si los animales son básicamente autómatas, un mecanismo no puede tener derechos.

El origen de la posición contraria, que los animales son nuestros “semejantes diferentes” y también abrazados por sus propios “derechos naturales”, puede rastrearse hasta, por ejemplo, Asoka, el primer emperador budista que reinó en la India en el siglo III a.C. 

Al principio un conquistador sin compasión. Luego, sorprendentemente, Asoka se convirtió al budismo, la filosofía muy arraigada en el pensamiento de la India antigua, que persigue la  liberación del alma tras romper la cadena del nacer, el morir y el renacer. Uno de los aspectos de la ascensión a la emancipación espiritual es ahimsa, el principio de la no violencia, el respeto hacia todos los seres, desde los insectos hasta las aves majestuosas, lo que redunda en beneficio del bienestar animal.

En pilares y rocas, Asoka hizo esculpir sus célebres edictos que anhelaban la compasión y la justicia donde antes él imponía la opresión, la muerte y el sufrimiento. Entre las disposiciones del emperador budista estaba la creación de un hospital de animales, llamado Pashu-Viharas. Su propósito era brindar atención médica a animales heridos y enfermos. Uno de los primeros ejemplos documentados de cuidado veterinario, y trato compasivo hacia los animales.  

El trasfondo cristiano-cartesiano abonó la primacía del humano respecto al resto de los seres vivos. Superioridad que hoy fluye en los conceptos de excepcionalidad y especialismo. El principio de la excepcionalidad humana cree que las cualidades del sapiens del razonamiento y el pensamiento abstracto, el lenguaje desarrollado, la cultura, la tecnología y la autoconciencia, lo instalan en la cumbre de todos los reinos. Creencia que puso a los animales a disposición del sapiens, y supuso la vía abierta a su caza y explotación, su aprovechamiento integral como recurso económico. 

Y la excepcionalidad se entreteje con el especialismo, un principio semejante pero que hace énfasis en el estatus moral del humano. Los especialistas aseguran que solo los seres humanos son sujetos de derechos y de deberes morales. Según esta posición, la dimensión cognitiva y emocional humana marca una clara superioridad moral respecto al reino animal. Y así esto legitima el uso de los animales para el propio progreso humano mediante la investigación científica, o su empleo para el entretenimiento, la producción agrícola y la alimentación. Eso no impide, sin embargo, bregar por la reducción del sufrimiento animal.

Entre los defensores de no conceder derechos a los animales se alistan varios autores. El filósofo y escritor Carl Cohen, que publicó The Case for the Use of Animals in Biomedical Research (1986), y coescribió The Animal Rights Debate (2001), obras en las que sostiene que los derechos son correlativos a las obligaciones y la capacidad de tomar  decisiones, por lo que los animales no pueden ser sujetos morales; lo cual no significa que no se deba propender a su bienestar; Michael Pollan, profesor de Periodismo en la Escuela de Posgrado de la Universidad de California en Berkeley, en El dilema del omnívoro (2006), entre otras cuestiones, aborda objeciones éticas a la explotación animal en las granjas industriales, pero sin que esto suponga equiparación de derechos entre humanos y animales; o Michael Leahy, el filósofo conservador inglés y opositor de los derechos de los animales, dispara en este sentido en En contra de la liberación: poniendo a los animales en perspectiva (1991), que es una respuesta al libro de Peter Singer que lo inició todo en el bando contrario, en el movimiento animalista.

En 1975 Singer, filósofo utilitarista australiano, publicó Liberación animal: una nueva ética para nuestro trato hacia los animales, una de las obras fundacionales del movimiento animalista, que impugna la supuesta superioridad del humano respecto a los animales y que aboga por el bienestar animal; a lo que se suma, con otros matices, el filósofo Tom Regan, en  El caso de los derechos de los animales (1983), y su proposición de los animales como “sujetos de vida” de un valor intrínseco, y el rechazo de tratarlos como un medio para un fin, como la experimentación animal, la agricultura industrial y la caza; y Gary L. Francione, otro pionero en la teoría animalista que en Animales, propiedad y la ley (1995), subraya que los animales no pueden ser considerados como una propiedad.

  En la densidad de la historia, los animales han sufrido, y aún sufren, las consecuencias de cohabitar este planeta manchado por la crueldad del sapiens. Pero este otro animal, el de la razón, y con la libertad para negarla, ahora acepta que los animales no humanos ya no son solo lo disponible, lo que está de diversas formas a nuestro servicio, sino que también nos problematizan e interpelan, al punto que el humano ya no es necesariamente el arquetipo de la vida “más elevada”.

*Filósofo, docente, escritor. Página web: estebanierardo.com. Su último libro, La red de la redes, Ediciones Continente.