Feliza Bursztyn lo tenía todo para ser dichosa: nacida en el seno de una familia burguesa de exiliados polacos que había llegado a Colombia huyendo de Hitler, era una mujer hermosa, inteligente, talentosa y con sentido del humor. Sin embargo, en 1982 esta escultora “exiliada en Francia se murió de tristeza a las 10.15 de la noche del pasado viernes 8 de enero, en un restaurante de París”, como señala Gabriel García Márquez en Notas de prensa, un libro que recopila sus notas de opinión entre 1980 y 1984.
Estas demoledoras, casi irrefutables líneas tratándose de un amigo de la nombrada, despertaron la curiosidad, a sus entonces veintitrés años, del también colombiano y notable escritor Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973). ¿Quién era Feliza Bursztyn? ¿Por qué “exiliada en Francia”? Y, sobre todo, ¿por qué había muerto “de tristeza”? Eso quiso saber, eso fue lo que le preguntó Vásquez a Pablo Leyva, el hombre que vivía con ella al momento de su muerte y que se convirtió en la pieza clave del rompecabezas que supone recrear una vida.
A esa tarea –“entender a Feliza”, lo que sería “una empresa difícil”, como sucede con cualquier ser humano– se dedicó este escritor durante casi tres décadas, recabando testimonios, consultando archivos, recorriendo las ciudades (Nueva York, Bogotá, París), en las que Feliza vivió, creó, padeció y exhaló su último aliento. El resultado es una novela (en tanto recreación libre de momentos basados en hechos reales), que atrapa desde la primera línea. No es solo la ya consagrada prosa de este autor –al que se ha señalado como sucesor de García Márquez en tanto gran maestro literario de su país–, la causante de ello, sino el derrotero político y social que enmarcó la breve vida de esta mujer valiente que luchó por su libertad y la creación de monumentales obras concebidas con chatarra de hierro y desperdicios de acero inoxidable. Esto es así porque entenderla es, por supuesto, conocer el contexto de su época, esos acontecimientos que marcaron la historia de cada uno de sus contemporáneos pero que tal vez dejaron sus huellas más atroces en la piel de los artistas. Y es el desgarrador telón de fondo de este libro magistral: las revueltas, los asesinatos, las guerras entre partidos, la revolución cubana con sus ramificaciones, las envidias y los miedos, la necesidad no deseada (ni provocada) del exilio.
Desde su niñez y adolescencia, sus estudios en Nueva York y París, sus búsquedas, sus matrimonios (el primero, con un norteamericano, padre de sus tres hijas, que terminó de un modo violentamente cruel, y el segundo, marcado por la tragedia), hasta aquella última cena en la capital francesa con sus queridos amigos Gabo, Mercedes Barcha y Pablo Leyva, en este libro la vida de Feliza Bursztyn no queda encerrada en la prosa, como lo declara Emily Dickinson en uno de los epígrafes que abren este libro, pero sí la contiene y da rienda suelta a la imaginación del lector para coincidir (o no) con esa huella primigenia que dictó que esta singular creadora murió de tristeza.
Los nombres de Feliza
Autor: Juan Gabriel Vásquez
Género: novela
Otros libros del autor: Canciones para el incendio; Los informantes, Historia secreta de Costaguana; El ruido de las cosas al caer; Las reputaciones; La forma de las ruinas; Volver la vista atrás; La traducción del mundo
Editorial: Alfaguara, $ 48.700