La calle Florida escribe capítulos desde la lejana Colonia que llegan a la actualidad. Lejos de los brillos que levantaron palacios como la actual Galería Pacífico, o que inspiraron a la Manzana Loca que orbitaba alrededor del Instituto Di Tella, los nuevos vecinos y transeúntes se convocan con una pregunta ¿Qué hacer con Florida? Parte de esas respuestas en forma de nuevas preguntas emergen en “La Sagrada Florida”, nueva película de Juan Carlos Capurro, que como en sus otras películas, descorre el velo a los dilemas del mundo contemporáneo arrollado en el vértigo y el olvido.
Pre-estrenado este mediometraje, a sala llena, el pasado 11 de noviembre en el Museo Nacional de Bellas Artes, “La Sagrada Florida” se ha constituido de los pocos estrenos recientes del cine independiente. A punto de comenzar su recorrido en salas, su director Juan Carlos Capurro establece un hilo con sus anteriores film: "luego de La ballena va llena, Ángelus y Mal de Plata, creo que hay una conexión entre estas obras y la última. Y el hilo que las conecta es la incertidumbre. No se sabe qué es real. Cómo lo que nos está ocurriendo cotidianamente en el mundo entero. ¿Escuchamos bien? ¿Se trata de un personaje inventado o existe y tal vez asegure, como Elon Musk, ser extraterrestre? Esa delgada frontera me ha movido desde La Ballena... —que realicé con los artistas Pedro Roth, Daniel Santoro y el apoyo de Marcelo Céspedes— hasta ahora. La persona que habla, ¿está actuando o se trata de un “documental”? Mi objetivo es mostrar sin clasificar. El que mira la película sacará sus conclusiones. El cine, como toda obra de arte, es para pensar y conmoverse”, dice.
-En tanto es una película independiente, ¿cómo se logra superar la falta de un gran presupuesto y una distribución asegurada?
-Todas mis películas han sido hechas con amigos, amigas y personas que se han prestado al juego. Jugar es la palabra clave. La frescura que se logra en esa forma de trabajo le da al cine un ritmo esencial. Lo importante es lo que queremos transmitir. En el caso de “La Sagrada Florida” fue surgiendo en la misma calle, cámara en mano. Situaciones y testimonios de algo que nos está pasando y no sabemos cómo se llama. Lo que está en el film no lo resuelve. Pero creo que ayuda a elaborarlo, mientras nos divertimos un poco, a la manera de Aristófanes, que se reía de las tragedias griegas.
Respecto de la distribución, creo que en nuestro país la clave es el cine independiente. Ya no hay un circuito de salas como en la época de la calle Lavalle y los grandes cines en todo el país. Eso ya no existe. Lo que hay son grandes empresas como Amazon, Netflix y Disney. Así se pierde lo esencial del cine que es ver una película colectivamente, hermanados en la oscuridad, vibrando todos juntos. Todas mis películas están en CineAr, aún sin que yo haya pedido apoyo al Incaa. Eso es bueno. Pero al no exhibirse en una sala se pierde la fraternidad del final, de los aplausos y la emoción compartida.
-Y entonces, ¿cómo se sustituye esa falta?
-Se multiplica por apoyos. En centros culturales, en universidades, en museos. En todo el país hay una enorme avidez por ver cosas que nos conmuevan, también desde la forma. Estamos en el siglo XXI. No podemos seguir haciendo cine sin arriesgar también en la forma de hacer y transmitir. ¡Hay que dar paso a lo nuevo! Todos mis colaboradores tienen, de promedio, treinta años. Creo que no se puede seguir haciendo un cine de meros guiones. Orson Welles señalaba que lo que importa es cómo se dice en una obra, no tanto la propia historia. Y ponía como ejemplo a Federico Fellini. El cine es algo mágico. Y se impone, como decía Roberto Arlt de las obras, por prepotencia de trabajo.
-Luego del pre-estreno, ¿está ya previsto un circuito de proyecciones?
-A través de las recomendaciones de quienes la vieron, nos han llegado propuestas de exhibición en Santa Fe, Córdoba, Neuquén, Chaco y La Pampa. También en Francia, donde hemos estrenado en París mis tres anteriores películas y tenemos seguidores del cine argentino y una pequeña productora, France 11, que nos apoya. En estos días comenzará a exhibirse en Buenos Aires, primero en el auditorio de FLACSO (Tucumán 1966), el lunes 9 de diciembre a las 19. Y luego, durante el verano, en el Centro Cultural Recoleta, y también en la costa; y, gracias a una iniciativa de amigos, en la propia calle Florida en marzo. Siempre gratis.