CULTURA

La relación entre Eva Perón y las muñecas, según María Rosa Lojo

El autor analiza el cuento "Muñecas", incluido en la edición ampliada de "Amores insólitos de nuestra historia". Una asociación recurrente en la narrativa sobre Evita.

Eva Perón
Eva Perón | archivo

La literatura ha abordado con frecuencia y de muy diferentes maneras hechos significativos sucedidos en nuestra sociedad. Centrando la atención en este aspecto, en distintos medios venimos tratando cómo la narrativa argentina ha dado cuenta de relevantes sucesos ocurridos desde mediados del siglo pasado hasta épocas actuales. Dentro de los sucesos significativos del período señalado, un lugar muy destacado lo ocupan los textos que de variadas maneras se refieren al peronismo y dentro de estos un nutrido grupo de obras se focalizan en la siempre atrayente figura de Eva Perón. Este es el caso del texto abordado en la presente nota, el cuento “Muñecas” de María Rosa Lojo, incluido en la edición ampliada de Amores insólitos de nuestra historia (2011).

Al respecto, debe mencionarse que la asociación Eva Perón/muñeca en la narrativa argentina no es exclusiva de este relato, ya que dicha asociación por ejemplo aparece también en el cuento de Borges “El simulacro” incluido en su obra El hacedor (1960), en la novela Santa Evita (1995) de Tomás Eloy Martínez y en el cuento “Las dos muñecas” de César Aira incluido en La trompeta de mimbre (1998).

Dado que en esta narración se formulan numerosas alusiones a episodios históricos, se torna necesario tener presente ciertos hechos. Como el relato está dividido en tres partes referidas a tres momentos diferentes de nuestro pasado, cabe recordar ciertos sucesos. Con respecto al primer momento, debe tenerse en cuenta que, tras una penosa agonía por un cáncer, Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952. Su marido, el entonces presidente de Argentina Juan Domingo Perón decidió que su cuerpo fuera embalsamado, tarea encomendada al anatomista español Pedro Ara, quedando esos restos con ese especial tratamiento en el edificio de la CGT.

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Con referencia al segundo momento, hay que recordar que luego del golpe de Estado de septiembre de 1955 que derrocó al gobierno peronista, ante el temor de que el cuerpo de Eva fuera secuestrado por la resistencia peronista, se decidió sustraerlo de la CGT y darle “cristiana sepultura” (es decir, enterrarlo clandestinamente). El 22 de noviembre de 1955, en una operación comando, se sustrajo el cuerpo de la CGT, a partir de lo cual el cadáver deambuló por distintos lugares. Más tarde, se decidió llevarlo al exterior, inhumándolo bajo un falso nombre en un cementerio de Milán. Finalmente, en 1971 siendo en ese entonces presidente de facto el general Alejandro Lanusse, se le entregó el cuerpo de Eva a Juan Perón en septiembre de ese año en la residencia que este tenía en España. Ese momento de la recuperación del mencionado cuerpo es al que se refiere la segunda parte del cuento.

En cuanto al tercer momento del relato, este ocurre en 1977, en la época de la dictadura militar surgida a partir del golpe de Estado del año anterior. El gobierno de la época llevó adelante una tarea de cruda represión que incluyó detenciones, tortura, asesinato y “desapariciones” (es decir, no se informaba dónde habían ido a parar los cuerpos de las víctimas). El cuento también alude a uno de los hechos más difundidos de la represión de la época, el caso de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, a quienes en diciembre de 1977 uno de los llamados “grupos de tareas” de la Armada (donde intervino el capitán Alfredo Astiz) secuestró, torturó y luego asesinó arrojándolas desde un avión al mar (los conocidos como “vuelos de la muerte”).

Muerte de Evita
Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952.

El hilo conductor de las tres partes del cuento es la aparición de variadas maneras de Eva Perón ya fallecida. La primera parte, titulada “La madre” está ubicada en Buenos Aires en 1952 y su título responde a que Juana Ibarguren, la madre de Eva, va a ver el cuerpo de su hija a la CGT, donde el doctor Pedro Ara llevaba adelante su tarea de embalsamamiento. El lugar donde entra doña Juana es descripto como un sitio de muy especiales características: “La madre cierra los ojos cuando entra, y vuelve a abrirlos. Esta habitación no es una cripta, sino un laboratorio: el lugar de tránsito donde un cuerpo paga su pasaje terreno a la inmortalidad bajo las artes de un científico que por momentos se parece a un hechicero, y en ella tampoco hay un cadáver”. El hecho de que el cuerpo de Eva esté embalsamado es precisamente el que da lugar a la comparación de ella con una muñeca: “¿Puede llamarse de esa forma a la muñeca perfecta y silenciosa en una urna de vidrio, que parece aguardar -en vano- el beso mágico del príncipe?”. En este fragmento puede verse también elementos que remiten a la imagen del cuento de hadas “La bella durmiente” (“urna de vidrio”, “aguardar el beso mágico del príncipe”).

Las alusiones a Eva como muñeca son diversas, siendo una de ellas las reflexiones de doña Juana al ver en ese particular estado a su hija: “¿Será posible que un cadáver sufra? ¿Que siga padeciendo un cuerpo después de haber cruzado el dolor hasta su último extremo? Teme que esa Eva póstuma, encerrada en una muñeca hecha con su propia materia, no descanse en paz”.

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La segunda parte, titulada “El viudo”, está situada en Madrid en 1971 y en ella se narra el momento de la entrega del cuerpo de Eva a Juan Perón. En un comienzo, se establece una comparación entre las esposas de Perón (Eva y María Estela Martínez): “Para muchos sigue siendo el viudo de la Única, aunque se haya casado de nuevo con esa mujer menuda que necesita de altos peinados para llamar la atención sobre su persona porque le falta el ser que la Otra tenía en exceso y que derrochó a manos llenas”.

También se cuenta aquí la emoción que siente Perón al abrirse el ataúd donde está el cuerpo de Eva: “Destapa el cuerpo. Se le caen las lágrimas, como cuando por primera vez volvió a verla. En realidad, nunca ha dejado de verla, en sueños o en la inquieta duermevela, a la luz difusa de los amaneceres insomnes. Además, se enlaza la pasión que tenía Eva con la de los numerosos jóvenes que a fines de los años sesenta y principios de los setenta se habían embanderado con el peronismo: “El General prefiere no escucharla, aunque reconoce los ecos de su pasión en algunos de los jóvenes que vienen a verlo y que traman su inminente retorno a la Argentina”.

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El tercer momento se titula nuevamente “La madre” y está situado en Buenos Aires en 1977. En este caso, “madre” alude a una mujer llamada Ema que tiene una hija Julia que ha sido apresada en época de la dictadura militar.  Del lugar donde vivía su hija, que ha sido destrozado por quienes la secuestraron, Ema rescata una muñeca que le habría pertenecido y sobre la que se cuenta: “Es una muñeca antigua, de las que Eva mandaba regalar para el día de Reyes”. Es decir, reaparece aquí la relación Eva/muñeca.

 En esta parte, aparece una alusión al hecho histórico ya comentado, cuando Ema le informa a su marido de otro apresamiento: “–Luis...También se llevaron a la monja francesa. El tose, aterrado. Si ni siquiera la Iglesia ni las potencias de Europa pueden o quieren extender sus brazos casi todopoderosos para cubrir a uno de los suyos, ¿qué harán ellos?”. Además, durante la noche se produce la aparición de una fantasmática Eva que pone la muñeca entre los brazos de Ema diciéndole: “–¿Querías saber que fue de tu hija, no? Ya me agradecerás ese regalo. Pero no te espantes –añade con voz quebrada, compasiva–. No tengas pena, porque todo pasa”. Efectivamente, serán algunos cambios que se producirán en la muñeca los que darán pistas sobre lo que le sucedió a Julia.

Como mencionamos en un comienzo, nuestro interés es abordar las muy diversas maneras en que la literatura argentina ha dado cuenta de nuestra historia. Dentro del extenso conjunto de obras que han realizado tal tarea, un número significativo de ellas ha estado centrado en la figura de Eva Perón. Las atrayentes circunstancias que tuvo su corta vida han sido motivo de variadas narraciones, pero fueron las extraordinarias peripecias sufridas por su cuerpo una vez fallecida las que provocaron su aparición en una multitud de obras, como es el caso de “Muñecas”.

 

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