Poco antes de fallecer, Hebe Uhart continuaba con los célebres talleres que formaron varias generaciones de escritores con, según Fogwill, la mayor cuentista argentina contemporánea. Entre los apuntes encargados, en la misma fotocopiadora de siempre de Almagro, se encontraban las pinturas costumbristas al hueso de su admirado Fray Mocho. El medio siglo de narrativas de Uhart, en el latigazo continuo de su escribir, que era un modo incierto de mirar, arranca con estos cuentos reunidos hoy en Impresiones de una directora de escuela. Y ya roían la piel.
En estas páginas iniciales, algunas aparecidas circunstancialmente en Rosario por un mal de amores de la autora –una de las recurrencias afectivas de aquellos primeros relatos, Gina o La señorita Irma–, despliega Uhart un método de abordaje de lo cotidiano que burla determinantes, sin jerarquías ni autoridades, sin un yo y con mucho nosotros. Y que asciende a un dios cercano que duda, “toda la gente que no sabe, no peca, y vamos a tomar otra taza de té”, golpeando la docente y escritora las puertas del cielo, en Dios, San Pedro y las almas, de 1962, liviana como una Alicia hecha de filosofía y alpargatas.
“Revela o, mejor dicho, ella misma es una realidad única, distinta”, prologaba Haroldo Conti en La gente de la casa rosa, de Uhart en 1970, ahora reeditado a partir del original de la Compañía Fabril. Y anticipaba el escritor el horno que encendía un budín que jamás sería esponjoso, con gusto a Paradiso, pero que sale inevitable “sorete”. O la cartas marcadas de roles e injusticias, “la sota, ahí parado, como si viniera de visita, no tenía caballo ni era rey (aparte tenía el número más bajo de todos, el 10) me parecía que era como un subordinado del caballo y del rey”. Y comprendiendo la niña Hebe que los porotos no son maíces en El juego de cartas, entendiendo ella las ganas de jugar para ganar en el “mundo que era una gran cárcel”.
Capta zumbona, además, Uhart los cambios y modernizaciones de la escuela argentina de los 60, la entrada de cierta modernidad atrasada en planificaciones y centros de investigaciones, que producen efectos imprevistos entre “lombrí”, gallinas y ranchos bañados de soles rojos. Por otra parte, registra esta selección su temprano enamoramiento con el mundo animal, en continuidad de los humanos que sobreviven a la jauría, y que se intensificaría hasta la última publicación, Animales (2017).
La presente edición de los primeros cuatro libros de cuentos de Hebe Uhart arroja entonces nueva luz a sus textos porque ya están plenamente las fuerzas irradiando los escritos posteriores como La luz de un nuevo día y Señorita. Por aquí las sensaciones de un bolsa de agua caliente en los pies solitarios, por allá las texturas de los vestidos de niñas lila, más acá las friegas nocturnas de tíos enfermos, acullá el olor del pescado de un marido sin amor. Y en todos los fragmentos de la vida luminosa que se filtra en el tren en movimiento.
Impresiones de una directora de escuela
Autora: Hebe Uhart
Género: cuentos
Otras obras de la autora: La gente de la casa rosa; Visto y oído; El budín esponjoso; Viajera crónica; Turistas; Del cielo a casa; De aquí para allá; Camilo asciende y otros relatos
Editorial: Adriana Hidalgo, $ 17.000