CULTURA
crítica

La invención de la biblioteca

Jacob enarbola que “el trabajo intelectual es una aventura de vida en que el hombre y las obras se inventan, se escriben y se leen”.

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De los mundos letrados a los lugares de saber. | cedoc

Las bibliotecas acompañaron a los acólitos de Aristóteles y desafiaron Auschwitz​ en las barracas. Como lugares del saber y socialibilidad son de los más perdurables logros humanos. Pero ¿cómo empezaron, quiénes fueron sus primeros pensadores y qué mundos sociales las definieron? El antropólogo historiador Christian Jacob se ilumina en el faro de Alejandría para explicar una larga iteración que resiste en las muertes de los libros, y las bibliotecas, que cada tanto anuncian comisarios de turno. Y siguiendo a Paul Ricoeur revela “aquellos rasgos menos vulnerables a la vicisitudes de la edad moderna”. El deseo duradero de la humanidad de leer rebelde y furtivo las palabras clasificadas en estantes o carpetas, en papiro o .pdf, que jamás terminarán en mares muertos.

Para ello el francés Jacob, a la manera que se valió en Geografía y etnografía en la Grecia antigua de 1991 –tanto una revisión de los inicios de la geografía como un serio análisis de la otredad en la Antigüedad–, despliega la polimatheía que animó las primeras bibliotecas, verdaderas cruzas del conocimiento, desde la filosofía a la medicina. El director de la mítica Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París se vale de un amplio abanico redefiniendo la antropología con herramientas de las ciencias cognitivas y de la información, o las historias sociales comparadas, que se suman a los clásicos de Erving Goffman y Michel de Certeau. Aquí un libro-biblioteca donde “las contigüidades de los capítulos sean significativas en el mismo concepto que la proximidad de los libros en un anaquel, pero también lo sean en la relaciones imprevisibles que pueden extraviarse en un deambular lúdico”.

En el mejor capítulo de esta recopilación de ensayos y papers, el hilo de Ariadna a la perdida biblioteca de Alejandría traza los recorridos de las bibliotecas privadas de los helenos y egipcios a los bibliotecas públicas imperiales. La Ciudad-Biblioteca a las orillas del Mediterráneo contenía el Museo, espacio de formación de las élites y religiosos al modo griego, que originó la primera biblioteca de amplios horizontes, “al contribuir a promover prácticas de lectura y escritura eruditas, o simplemente letradas, esas bibliotecas no podían quedar confinada dentro del palacio debían, en cambio, abrirse a la ciudad y a un público cultivado más amplio. El Museo de Alejandría abrió así el camino a las bibliotecas públicas”. Espacio de sociabilidad y comunidad organizada antes que conocimiento que se mantendría por siglos como bien comprendieron los socialistas del Buenos Aires que fundaron barrios sobre bibliotecas.

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Menos llevadera para el lego es la extensa segunda parte, que vincula en el tiempo las prácticas técnicas, discursivas, intelectuales y sociales. Con el fondo de la defensa de la colaboración científica, enfrentado a la postal del investigador solitario postrado en la biblioteca o su computadora, Christian Jacob enarbola que “el trabajo intelectual es una aventura de vida en que el hombre y las obras se inventan, se escriben y se leen”.

 

De los mundos letrados a los lugares de saber

Autor: Christian Jacob

Género: ensayo

Otras obras del autor: Geografía y etnografía en la Grecia antigua 

Editorial: Ampersand, $ 35.900

Traducción: Horacio Pons