En el Suplemento Cultura de Diario PERFIL ofrecemos cada semana "Narcolepsia. Coordenadas para una aproximación a la poesía", y el elegido en esta ocasión es un fragmento de "La carta de Joan Anderson", del estadounidense Neal Cassady:
“A la mierda todo, estoy harto de sandeces. Tengo mi pequeña mentalidad de caballo de carreras y el alcance de su paso me satisface todavía. Despierto y veo más horrores que Céline, no es una afirmación vacía porque tengo estremecimientos continuos y escalofríos de pesadilla. He descubierto otra maldición segura, pero ese es mi secreto y, si he de encontrar placer de su revelación en forma reconocible, debo mantenerme firme mientras soporto el peso de los años. Las exquisitas torceduras de este terror autoforjado rivalizan con las Flores del mal en que no tienen esperanza ¡Ajá! Pero ya no se puede hacer nada por mí y mi impotencia solo tiene pequeñas acciones que dominar. Estoy encadenado por telarañas, incontables y delicadas arrugas indeleblemente grabadas en el cerebro. No hay en mi mente caminos inexplorados, y pocos que no estén envueltos en la urdimbre de las neblinas de mi desdicha. No es sino una bruma amable en la que navego y de la que me hago amigo mediante constantes comuniones íntimas. Menos de una hora después de levantarme del sufresofá, con cada sueño vuelvo a ganar la grasa diaria para los cojines con que ruedo. Abrazo hasta el agotamiento los frutos caídos de la noche con la segura calma que mantiene ya mi alma seca y quebradiza. Esto exige fortaleza, so vagos, todos os caéis del carro de la estupidez. Os lanzáis al juego de vuestra herencia (…). Estoy en mi derecho, pues profundas son las raíces y mas profundo su alimento. Preciosa vida, ¿dónde está tu aguijón?”.
(Trad. Antonio-Prometeo Moya)
Neal Cassady nació en 1926 en Salt Lake City. No tuvo estudios. Abandonado a los seis años por su madre, vagabundeó con su padre y cometió diversos delitos menores. Entre 1940 y los años cincuenta trabajó en el ferrocarril. En 1946 viajó a Nueva York, conoció a Jack Kerouac y a Allen Ginsberg y empezó una abundante correspondencia con ellos. Kerouac lo inmortalizó en su novela On the Road (1957) con el nombre de Dean Moriarty. Lector ávido, el contacto con Kerouac y Ginsberg le despertó ambiciones literarias que plasmó en sus cartas y en los textos póstumos de El primer tercio y otros escritos (1971). Pasó varios años en el penal de San Quintín por vender drogas. En 1968 lo encontraron en coma junto a las vías del tren, en la población mexicana de San Miguel de Allende; murió a las pocas horas.
En una entrevista en Paris Review, Jack Kerouac había comentado respecto a la escritura de Cassady: “Concebí la idea del estilo espontáneo de En el camino al ver las cartas que me escribía el bueno de Cassady, todas en primera persona, apresuradas, alocadas, confesionales, totalmente serias y llenas de detalles (…). La carta, me refiero a la carta principal, tenía cuarenta mil palabras, imagínate, toda una novela corta. Era el escrito más grandioso que había visto en mi vida, mejor que el de ningún otro en América, o al menos suficiente para que Melville, Twain, Dreiser, Wolfe y qué sé yo bailaran en sus tumbas (…). Neil y yo, por comodidad, la llamamos la Carta de Joan Anderson”.
El fragmento aquí presentado corresponde a la reciente edición de La carta de Joan Anderson (Anagrama, 2024).