CULTURA
exhibir fotografía

Imágenes parlantes

Fue Roland Barthes quien pensó la fotografía como un haiku; en la experiencia misma del contacto con la imagen, que es instantánea, se trenza la exhalación abrupta que irrumpe en el contacto con el poema breve, que también es instantáneo. ¿Qué encierra una fotografía? Sabemos que en el cogollo del dispositivo florecen dos temporalidades: la del objetivo de la cámara que registró el instante del disparo y lo que ven nuestros ojos frente a las imágenes. Hoy, la exhibición de fotografías prolifera, más allá de los espacios tradicionales, con distintas iniciativas en todo el país. Arte, testimonio y memoria al alcance de todos.

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| pablo temes

Sí, pero qué es una fotografía. El resultado del dispositivo técnico, vera icon de la modernidad, o la proyección del proceso subjetivo de la imagen. Una gota en el tiempo repetida o el memento mori del contexto. Acto por punctum, fractal de la realidad, o el reflejo a mecanizar. Pieza de arte o simple emulsión seriada. Incunables de una época, ebullición de significados, o vidrios y películas manchadas. Copia u original. Inquisiciones, grietas, que cubren los casi 200 años de historia de la fotografía y que se amplían al pensar que recién en el nuevo milenio aparecieron con fuerza galerías y museos destinados únicamente al festival de luz en el mundo.

Con una tradición pionera en Argentina con la Fotogalería del Teatro San Martín, 40 aniversario en 2025, y la Fotogalería del Centro Cultural Rojas-UBA, de las más longevas junto a la Fotogalería 22 de Chivilcoy, que se remontan a las revolucionarias exposiciones del grupo de la Carpeta de los Diez y la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, pareciera que el ojo criollo dispara a la par del nacimiento de una Nación. Pero la lente desenfoca y la fotografía, bala de plata de nuestra memoria, espera a ser rescatada en volquetes y continúa menospreciada por los coleccionistas e instituciones.

Aquí, algunas voces de quienes, como repetía la maestra fotógrafa Sara Facio, donante a colecciones públicas del incunable archivo personal, defienden para amplios sectores su mantra, “las fotos existen cuando son miradas, ahí adquieren su verdadero sentido”. Y entre todas convergen a la imagema, el ser elemental, el misterio cotidiano por el cual se puede espiar y reconocerse.

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“Acá hay más cultura de la fotografía que en Barcelona o Madrid”, arremete el fotógrafo Claudio Larrea, al frente de la FotoGalería del Teatro San Martín (avenida Corrientes 1530). Larrea, de vasta experiencia en el periodismo en Perfil y Atlántida, quien propone retomar la senda del espacio-faro a cargo de artistas y gestores, iniciada en la fundadora Sara Facio –a quien este año se homenajea– y continuada por Juan Travnik. “Y sin embargo no hay tantos espacios, aunque las muestras exitosas en museos, como en Malba, o Pinta BAPhoto, hacen pensar en la avidez del público por la fotografía. Acotemos que nuestro país, apenas un par de años después de la invención del daguerrotipo, ya tenía fotógrafos, y que las inmigraciones de la primera parte del siglo XX nos trajeron a grandes del talento de Grete Stern y Boleslaw Senderowicz –también en la agenda 2025 del San Martín–. Ellos son los clásicos modernos que deseo rescatar”, señala Larrea, que empezó la gestión en 2024 con la muestra del legendario Fredy Heer. Toda una declaración de principios del rumbo de la galería pública, integrante del Complejo Teatral de Buenos Aires, que el año pasado participó por primera vez en Pinta BAPhoto –por donde pasaron 14 mil personas en cuatro días–, con una elogiada selección de Heer, Germán Romani, Gonzalo Lauda y Oscar Pintor.

Archivos y carpetas abiertos. Y para seguir difundiendo las “mejores y diferentes miradas, acá pretendo mostrar el –caviar– Beluga de la historia de la fotografía argentina”, anuncia Larrea, planea sumar a las periódicas charlas, que superan las treinta personas, una biblioteca. Y sueña con la posibilidad de un acervo propio, con la estrategia parecida a la de Sara Facio, que fue solicitando en su gestión la desinteresada donación de los fotógrafos. Esta excepcional colección pertenece ahora al Museo Nacional de Bellas Artes.

En La Boca, Alfredo Srur, con experiencia en el fotoperiodismo y la docencia, inauguró en 2013 Cifha –Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino (Gral. Daniel Cerri 1101)–, una institución que “tiene que ver con la conservación y la difusión de la fotografía gratuita en momentos de ausencia de políticas de protección y espacios”. Y compartiendo pensamientos de Claudio Larrea, Srur subraya: “Si vos no abrís las colecciones, o no mostrás la historia de la fotografía nacional, todo queda en un circuito de artistas, entendidos, investigadores. Y tenés un grupo muy chico que se preocupa por la fotografía y, al resto de la población, no le importa ni la aprecia ni la conserva. Entonces para mí el desafío es lograr el equilibrio. Lograr el equilibrio con un nivel estético extraordinario pensando también en el público general. Y eso se hace formando espectadores y protectores de la fotografía en la población antes que especialistas”, remata Srur. Actualmente exhibe a pocas cuadras del Riachuelo Reportero gráfico, de Silvio Zuccheri.

Por la foto completa. Antes que el público Museo Fernández Blanco (Suipacha 1422) dedicara una cardinal sala a la fotografía histórica en Buenos Aires en los 2000, el Museo de Artes Plásticas Pompeo Boggio (Bolívar 319), que depende de la Secretaría de Cultura de Chivilcoy, abrió sus puertas a “un sueño de Eduardo Gil. E inauguramos Fotogalería 22 con una muestra de Oscar Pintor. Éramos un par de amigos de Eduardo, Derlis Prado, Nolberto Torres, Carlos Uhart y yo”, rememora de la cofradía de fotógrafos, Daniel Muchiut, aquel 19 de noviembre de 1988.

Gil, que exponía regularmente en el –desaparecido– FotoEspacio del Centro Cultural Recoleta, dirigió esta plataforma de la provincia de Buenos Aires por veinte años, que toma su nombre del Diafragma F22, “la apertura de los lentes de las cámaras, donde lográs mayor profundidad de campo, como buscábamos nosotros mostrando fotografía”. Resultaban los mismos tiempos que Ataúlfo Pérez Aznar creaba en La Plata en el aún vigente Centro de Fotografía Contemporánea (Diagonal 77 N° 447), recientemente desvalijado.

“En principio fue descentralizar la fotografía de la capital, creando un circuito por la provincia de Buenos Aires para la fotografía de autor”, señala de la experiencia pasando la General Paz, ya que “no solamente expuso artistas bonaerenses”, remarca, sino que llevó a los consagrados Dani Yako, Marcos Zimmermann, Alicia D’Amico, RES e Inés Ulanovsky, entre otros, a charlas magistrales que influyeron decisivamente en la región y allende fronteras.

“A la sombra de la Fotogalería 22, con el paso de los años, en los talleres de fotografía multiplicados, se empezaron a ver trabajos increíbles realizados en nuestra ciudad, a la altura de lo que se producía en Capital. Eso nos llena de orgullo. Es muy doloroso para nosotros ver siempre las cosas desde afuera. Este proyecto también lo llevamos a Chacabuco, donde fundamos con otros compañeros la Fotogalería Meridiano 0°, y que funciona en el Teatro Italiano (Av. Alsina 29). Es la batalla cultural desde los márgenes”, sintetiza el curador y fotógrafo Muchiut.

Propuestas formativas en el interior con base en museos públicos y privados, atendiendo las necesidades de la población cercana, que se replican en el Museo Provincial de Fotografía Palacio Dionisi, en la ciudad de Córdoba (Av. Hipólito Yrigoyen 622), y en el nuevo Museo en los Cerros de Huichaira, Tilcara, Jujuy.

Click en La Boca. Siguiendo el curso de Riachuelo al Norte, en noviembre de 2022 nació un nuevo espacio de fotografía casi en simultáneo a la reconversión itinerante de Fola-Fototeca Latinoamericana, que entre 2015 y 2021 animó la escena desde Palermo. El empresario Jean-Louis Larivière decidió poner en circulación pública su maravillosa colección latinoamericana, desde postales y fotografía vernácula, hasta series, porfolios y trabajos, y que combinan técnicas fotográficas con otros soportes. Y para ello en La Boca (Caboto 564) inauguró Fundación Larivière-Fotografía Latinoamericana, en dos amplios espacios, antes talleres industriales, salas de más de cien metros cuadrados, una más experimental y otra, “adecuada con temperatura y humedad controlada para permitirnos hacer intercambios. En el primer piso, además, tenemos una biblioteca con más de 800 títulos”, refiere la directora ejecutiva Clarisa Rueda, quien trabaja además con Larivière en el proyecto editorial del mismo, y que reúne, por cierto, una abigarrada colección publicada de fotógrafos, iniciada en los noventa. “Lo que más le preocupa es que se conozca la fotografía latinoamericana, que viene el señor Larivière coleccionando junto a su curador, Alexis Fabry. Eso es uno de los grandes atractivos del espacio. A él le preocupaba la permanencia de su legado, y deseaba mucho abrir puertas a la comunidad”, detalla Rueda.

La colección –hoy en proceso de finalizar su catalogación y digitalización– incluye documentación complementaria, como folletos, recortes de prensa y libros, y la integran fotógrafos de Argentina, México, Colombia, Perú, Brasil, Venezuela y Chile, principalmente. Asimismo Rueda señala que se llevan adelante regularmente ciclos de charlas y talleres para niños. “Fue su manera de devolverle algo al país ¿Por qué La Boca? Al principio no estaba muy convencido pero vino con –el fotógrafo– Facundo de Zuviría, y le encantó este tejido urbano, así que compró el primer galpón, y lo rediseñaron estudios de Boston y Buenos Aires. Y luego avanzó en el siguiente, que pronto ofrecerá a los artistas un taller y laboratorio de revelado”, se entusiasma Clarisa Rueda, que en salas presenta Abstracciones fotográficas. Selección de artistas de la Colección Larivière y Un mar íntimo, de Francisca López.

¿Y después, vemos? “¿Qué querés, qué no querés que haga, cuánto puedo gastar? Y fue muy claro desde el inicio, me dijo Larivière: los dos primeros años conocé el lugar, conocé los gastos, conocé las necesidades, conocé lo que nos sirve, lo que no. Y después, vemos. Así que ahora tengo la misión de encontrar sponsors”, comenta Rueda, que sabe las dificultades en la permanencia de las galerías, o espacios, únicamente dedicadas a la fotografía. Y que no diferencia bolsillos. Equipos y presupuestos acotados para atender fondos vastos: las 3 mil fotografías en Fundación Larivière, o el casi millón de piezas de la cultura fotográfica en Cifha, que incluyen vidrios de la colección de Harry Grant Olds –que tuvo recientemente una tirada limitada en libro de gran dimensión financiada, en parte, por la Embajada de Estados Unidos–. O los materiales del invalorable fondo estereoscópico de Bernardo Croce, similares a los que se tiraron “al tacho” en Recoleta de autor anónimo, y rescatados por Alfredo Srur.

“Cifha de alguna manera se inicia por una necesidad real que existe en la Argentina de generar un espacio con una política a largo plazo que se dedique a la conservación, a la difusión y todo lo que eso conlleva, porque la conservación no es solamente el elemento físico en un estante. La conservación significa tener un programa de digitalización, tener un programa de descripción archivística, tener un sistema informático de acceso. Y la difusión, que para mí es parte de la conservación”, refuerza Srur, que en su paso por la revista XXIII, en colaboración con la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina, rescató del incinerador bolsas de consorcio llenas de negativos del mejor momento de este semanario.

La ONG de La Boca cuenta con una bóveda para la conservación de originales que prácticamente se remontan a la llegada del daguerrotipo al Río de la Plata; la plataforma donde se comparte información de modo libre y gratuito; una biblioteca y hemeroteca, con más de 3 mil títulos; un único laboratorio analógico; una galería, y proyectores de 35 mm que brindan funciones a la comunidad.

“Solo podemos seguir a medida que vamos consiguiendo subsidios, porque si nosotros no conseguimos un subsidio, con los altos gastos fijos de la refrigeración de la bóveda, por ejemplo, no abrimos”, fin. Y ahí Alfredo Srur, desde el altillo que permite adivinar el río marrón, lanza: “Más allá del altruismo de un empresario o un funcionario, las sociedades más desarrolladas del mundo son las que le prestan importancia a la historia”. Y viene a la charla de Abel Alexander, quien siempre cierra sus disertaciones con “depende de nosotros saber valorar la fotografía como privilegiada ventana al pasado en común”, considerado por las especialistas mundiales uno de los fundadores de la historia de la fotografía argentina, y quien organizó la pública Fototeca Benito Panunzi, y fue cesanteado de la Biblioteca Nacional en 2018.

Si tiene vidrio, no. A Luz Castillo le subieron el alquiler de su galería ArteXArte en Belgrano a diez mil dólares mensuales. Y allí Luz tomó una decisión que marcaría el destino de la fotografía local desde su galería y editorial ArteXArte, en Villa Crespo. “Estos 1.800 metros cuadrados eran la fábrica de flanes Quimili, que como nos debía un dineral, quedó de pago”, recuerda Luz el “loco afán” de inaugurar un espacio exclusivo a la fotografía en 2001. Y sigue la directora de la Fundación Alfonso y Luz Castillo, que solventan el espacio cultural en Lavalleja 1062: “Las galerías con tales características en los 2000 eran muy pocas en el mundo, y en América Latina, ninguna. Y lo que era una idea descabellada, salas de exposición, programas educativos en auditorio, biblioteca, librería y proyecto editorial, se concretó con varias apuestas aún más arriesgadas, como el premio anual”, detalla Castillo. Y enumera antológicas muestras curadas por Valeria González y Rodrigo Alonso sobre la historia de la fotografía en la Argentina; la dedicada a Federico García Lorca con la fotografía intervenida de Carlos Saura; y aquella Walt Disney y el grupo: un viaje por Latinoamérica –especialmente elegida esta galería argentina por el gigante del ratón–, y que más de 10 mil personas recorrieron en 2023. Este año exhibe Los doscientos: hacia un coleccionismo alternativo e inclusivo, sobre fotografía española.

“Jamás elegimos nuestras muestras ni a los artistas por su cartel sino por su calidad. Como no nos importaba la parte económica, todo lo que presentamos a lo largo de estos treinta años de trabajo fue siempre lo mejor, a nuestro criterio. Si el artista era conocido o no, o si era vendible, no importó”, indica Castillo, para quien “los argentinos aún no compran nada que esté detrás de un vidrio”.

Acuerda así con Florencia Giordana Braun, dueña de Rolf Art (Esmeralda 1353), que se define “la única galería de arte especializada en imagen técnica en Argentina”. Y redondea Giordana Braun la mirada sobre el mercado, variable del necesario juego entre instituciones y empresas, sociedad civil y públicos, que competen a la conformación posible de un autosostenido circuito. “Todavía al público le cuesta contemplar una exhibición, o comprar una fotografía, o un cuerpo de obras, y pagar el mismo precio que una pintura o una escultura. Es muy interesante que la gente y los museos se muestren dispuestos a la fotografía, pero otra cosa es cuando compran arte. No hay muchos coleccionistas en Argentina afines al tema. La pintura sigue siendo la favorita en nuestro país, digan lo que digan los medios, entonces los que no son como nosotros, que desde un principio participan de ferias internacionales, no pueden sostenerlo económicamente”, refiere Giordana Braun, que en diciembre último viajó a la feria de Miami con 68 obras de Marcelo Brodsky. Y, asegura, vendió las 68.

Interesada desde 2009 en explotar con “tratamiento profesional el medio, ya que yo creo que es el talón de Aquiles”, la cordobesa, que estudió Gestión Cultural en el extranjero y se formó con el fotógrafo Juan Travnik, “jamás con cámara en mano, yo quería conocer el lenguaje y sus posibilidades”, se interesó de inmediato en una generación intermedia para que obtengan visibilidad y reconocimiento, “fotógrafos que tienen un fuerte compromiso sociopolítico, siempre en tensión el contexto y las apropiaciones, por ejemplo Adriana Lestido, Sara Facio, Marcos López y Liliana Maresca, entre otros”. Y con este fin trabajó “intensamente” el vínculo con las instituciones del mundo y los programas de adquisiciones públicas y privadas, “así llegamos al MoMA o al Jewish Museum, cuando comprendí que el camino son las instituciones, que van a legitimar el trabajo de los fotógrafos, y solo detrás de ellas vienen los boards y sus coleccionistas”, comenta quien montó la galería en Retiro con criterios museísticos –la última muestra, la excepcional Rare Photography– y, además, brinda la chance a nuevos fotógrafos.

“En general, cuando uno habla de fotografía latinoamericana, en Europa o en Estados Unidos, la referencia es ese paisaje urbano subdesarrollado de la favela o la villa miseria. Y yo les muestro artistas como Santiago Porter diciendo que somos tanto más. Los fotógrafos latinoamericanos han tenido que desarrollar una creatividad para hablar de nuestra historia, desde un lugar mucho más sensible y creativo”, analiza Giordana Braun, galerista que vendió al Pompidou la icónica serie Bocanada (1993), de Graciela Sacco.

La cámara lúcida argentina. “Las modas pasan y siempre queda lo mejor. No hay mayor guillotina que el tiempo, la historia y la calidad. Todo cambio es positivo si es para mejorar, pero jamás para el facilismo, la inmediatez, la falta de pensamiento, la ignorancia y la soberbia. Absolutamente convencida de que nuestra desgracia actual se llama “analfabetismo ilustrado, que atenta contra nuestra identidad”, se lamenta Luz Castillo ante la falta de políticas o acciones, que con su editorial ArteXArte, en sintonía con la también privada editorial Larivière, lleva al papel fotolibros de diversos artistas argentinos y colecciones de reflexión e investigación coordinadas por Francisco Medail.

Con el posible retorno del Festival de la Luz, aquel encuentro que marcó generaciones de fotógrafos durante treinta ediciones, una estela luminosa empalma los haces brillantes de la fotografía de los argentinos. “La foto ha entrado de tal manera en los usos y costumbres, que a la tercera visita se pide el retrato del visitante”, observaba, tempranero, Vicente Quesada en 1888. “Para mí no hay que pensar en si es viable o no viable. Hay que pensar en la cultura. Eso tiene ganancia a futuro, la fotografía es la memoria latente, es lo que nos constituye como sociedad”, advierte Daniel Muchiut. “El ahora está vacío… no habrá nada. El miedo vendrá”, sostenía Mirta Rosenberg, “sin la poesía”, que tanto se parece a la fotografía, ambas epifanías y batallas del sentido, la imaginación y el recuerdo de un pueblo.

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