CULTURA
Réquiem para los amigos

Guillermo Saccomanno: “El grado de negatividad actual llegó a un punto máximo de sadismo”

El escritor, en este contexto que describe oscuro, decidió publicar “Mirlo, cuadernos de la amistad” donde se encadenan memorias de esos vínculos que nacen fortuitamente y se convierten en fundamentales. “Tenía la impresión de que este era un libro póstumo, de despedida”, confesó el autor a PERFIL.

Guillermo Saccomanno publicó "Mirlo"
Guillermo Saccomanno publicó "Mirlo" | Gtlza. Planeta

El escritor Guillermo Saccomanno llevaba un diario de sus días, poco tiempo atrás volvió a leerse y decidió prenderlos fuego. En ellos “abusaba en el juicio a los otros, siempre inexorable, un juicio tortuoso teñido por la infelicidad de ser incomprendido y no estar jamás a la altura de mis aspiraciones literarias, el disgusto con las parejas, la rivalidad con los amigos”, según escribe en su reciente libro Mirlo (Planeta) donde elige compartir otras memorias: “Al apuntar a las virtudes pero también a las debilidades de quienes quise y quiero, todos sus defectos van quedando atrás”.

Guillermo Saccomanno publicó


Estos relatos encadenados de amigos que ya no están, otros que sí, la mirada sobre su hija Carla, sobre Villa Gesell donde vive hace más de 30 años, son un contrapunto a una actualidad “sádica”, como la describe el autor.

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“El grado de negatividad ha llegado a un punto máximo de sadismo, al dejar gente en la calle, sin trabajo, sin lugar donde acudir, ni hospitales, ni escuelas”, analizó el escritor en diálogo con PERFIL. “Yo por algún motivo, tal vez por morbo, estoy viendo películas que tienen que ver con el surgimiento del nazismo, no importa si son buenas o malas, pero todas coinciden en que el momento de la República de Weimar era un momento parecido a este, no se puede analogizar un contexto histórico con otro, es un simplismo, pero hay rasgos similares como la desocupación, la pobreza, el resentimiento, la inflación”, detalló.

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Sin embargo, en ese panorama hostil, el autor de Cámara Gesell encuentra una mirada optimista. “Hay algo paradójico, la República de Weimar es un momento de explosión de arte, y en la Argentina hay un semillero de creatividad muy poderoso, siguen surgiendo editoriales independientes, nuevas voces aparecen, nuevas reflexiones prácticas, afortunadamente pareciera que el campo intelectual, el creador es muy fértil, muy poderoso”.

El escritor comenzó su carrera como guionista de historietas y también escribió publicidad. En 1984, editó su primera novela, Prohibido escupir sangre. Con El oficinista, uno de sus textos más famosos, obtuvo el Premio Biblioteca Breve Seix Barral y por Cámara Gesell, el Dashiell Hammett. Mirlo se publicó en 2024 y, como señaló el autor, "es una reflexión narrativa sobre ciertos temas que tienen que ver con la ausencia, la pérdida, la memoria". "Si bien puede parecer melancólico, porque algunos de los amigos que narro se fueron, no están; están porque el que se va se lleva parte de uno, pero también uno se queda con ideas, palabras, sentimientos que se quedaron como atravesados”, agregó.

"Mirlo. Cuadernos de amistad"

Pero, cuál es el sentido de anotar lo que se pierde, cuál será el destino de la anotación tras mi muerte, etc. Vanidad de vanidades. Pero también la posibilidad de sugerir que determinadas situaciones de belleza no pueden ser pasadas por alto”, apunta uno de los fragmentos del libro en el que aparecen amigos conocidos como Juan Forn y Adriana Lestido y otros personajes como “El Francés", “Pepe”, pintados en una forma de hablar, de vivir, de ser leídos por los demás.

Guillermo Saccomanno publicó

¿Cómo comenzó a gestarse este libro?
– Surgió de manera inesperada. Yo venía escribiendo algunas reflexiones en cuadernos. Muchas veces, algunos tipos de narraciones pueden salir en computadora, pero hay escrituras que me parece que son más del orden del manuscrito, porque hay otra pulsión. En el silencio vos trabajás con una determinada lentitud que no te permite la computadora. En la computadora tenés el vértigo y tenés la sensación de que está terminado el texto y no está terminado, no está nunca terminado, en cambio, cuando escribís a mano hay una quietud, un silencio, una lentitud que tiene que ver tal vez con el orden de la poesía, no lo tengo muy claro, pero es distinto.

Entonces pasé de un cuaderno a otro y de golpe tenía la impresión de que este era un libro póstumo, era un libro de despedida.
 

–En los encuentros que se transforman en amistades también aparece la idea del exilio o la huida.
– Los personajes se encuentran en la fuga. El libro es sobre mis amigos de Villa Gesell, los amigos que me acompañaron y me acompañan desde hace muchos años. Yo estoy acá desde hace 30 y largos. Me fui dando cuenta de que estos amigos son de acá, pero no sonde acá, vinieron de Junín, de Buenos Aires, de La Plata. Es llamativo este lugar porque está muerto durante 8 meses y durante cuatro resucita y después viene el periodo de los largos otoños, inviernos , donde la soledad se siente y es entonces donde surge este fenómeno de cofradía, de lo que tenemos en común y yo veía que lo que teníamos en común era la huida. 

– Entre los textos también decidió incluir a su hija, ¿por qué lo hizo?
– Porque me pareció que ahí había algo que tuvo que ver un poco la pandemia, este libro también es un libro un poco pospandemia donde yo estoy cerca de mi hija y ellos viven en El Talar, de manera muy esencial, en Pacheco, y es un lugar de familia al cual yo acudo a veces y lo siento también como refugio.

– ¿Hay algo de revisión de su rol como padre?
– Y, el trabajo del escritor es bastante egoísta, deja mucho de lado, dejás de prestarle atención, no solo a los impuestos, a un alquiler, también a una pareja, a los hijos. Entonces hay algo de remordimiento. Te preguntás si fuiste buen padre. Pienso “tengo muchos libros publicados”,  pero, ¿le he dado a mis hijos lo que les tenía que dar o lo que yo supongo que el padre debería dar? 


– ¿Por qué decidió incendiar sus diarios personales?
– Es que el diario tiene en general un tono grave, un tono quejoso, un tono de “el mundo no me comprende”. Y qué le vas a dejar a tus hijos, esos testimonios donde aparece una amargura, un resentimiento, aparece el miserabilismo, me parece que no. Yo desconfío a quienes lo hacen cuando tienen hijos, porque en el caso de Abelardo Castillo, de Ricardo Piglia, de Cesare Pavese no han tenido hijos. Entonces se pueden permitir otro tipo de juego.
Pero los diarios de John Cheever son distintos, porque habla de su sexualidad, de su bisexualidad y se lo da a leer al hijo que lo está leyendo bajo un alero con el padre al lado esperando a ver qué opina del diario y se da cuenta de que el hijo está llorando. Y me parece un ejercicio de crueldad, más allá de que Diarios de Cheever  son espectaculares. 


– Guillermo, ¿qué otros libros recuerda que le hayan gustado que toquen el tema de las amistades?
–Lo primero que se me ocurre es El gran Gatsby de Scott Fitzgerald, me parece que ese es un libro de amistad. La relación entre Nick Carraway y Gatsby es ejemplar. El pibe de clase alta con el falso aristócrata y cómo se establece una relación de ida y vuelta, es ejemplar porque hay ahí ejemplos de comportamientos de ética. 

–No es el primer libro en el que habla de Juan Forn, ¿lo extraña?
– Obvio, nos reuníamos una o dos veces por semana para discutir lo que estábamos leyendo, nos camorreábamos,  nos comprendíamos, nos iluminábamos. Yo todavía tengo en mi biblioteca libros de él y en su biblioteca quedaron libros míos.

Fragmento de "Mirlo"

Nuestra historia empezó cuando te acerqué mi segundo libro a Emecé, donde dabas tus primeros pasos como editor. De entrada, las afinidades parecieron ser más que las disidencias. Vos, chico bien, egresado del Newman, conservabas un acento de clase, pero la literatura nos resultaba un puente para vencer las diferencias. Te cautivaban los héroes iniciáticos de Saroyan como a mí el aprendizaje de Nick Adams. También Scott Fitzgerald que leías y leías. De memoria, citabas El Gran Gatsby. Yo había leído a Scott, pero no era fanático aunque no me privaba de entrarle una vez al año a Babilonia revisitada y el Crack Up. Éramos nuestras lecturas y probábamos serlo en nuestras vidas. Queríamos parecernos a nuestros héroes. No lo conseguimos. Pero en la pasión literaria, quiero pensarlo así, nos parecíamos a lo mejor de nosotros mismos”.