CULTURA
Libros en bandeja IV

Generación amnesia

De algo estamos seguros: la única manera de leer “Corazones en llamas” (Aguilar, 1991) es anclándose en la premisa que ejecutan sus autoras, Laura Ramos y Cynthia Lebjowicz: “Aquí van algunas historias sucedidas entre 1980 y 1989 en Buenos Aires y otros sitios. No están escritas tal cual ocurrieron. A ciencia cierta, hay pocas probabilidades de que alguien recuerde cómo ocurrieron realmente”. Gustavo Álvarez Núñez recupera un clásico que permite acceder a algo más que las bambalinas de unas trayectorias ricas en vicios y transformaciones, en desatinos y confirmaciones, en secuelas y en muertes.

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Propuesta. Virus, la banda platense fundada en enero de 1980, resulta ser una de las más emblemáticas de aquellos años, junto a Los Abuelos de la Nada, Soda Stereo y Sumo. | cedoc

El músico y conductor Roberto Pettinato siempre dice: “Si no te acordás nada de los 80 es que realmente los viviste”. Ante esto, el ejercicio que realizaron la escritora Laura Ramos –¡qué lectura obligatoria su “Buenos Aires me mata” en el extinto suplemento Sí!– y la periodista Cynthia Lebjowicz en el siempre eterno Corazones en llamas (Aguilar, 1991) no puede leerse sino detrás de esa premisa: “Aquí van algunas historias sucedidas entre 1980 y 1989 en Buenos Aires y otros sitios. No están escritas tal cual ocurrieron. A ciencia cierta, hay pocas probabilidades de que alguien recuerde cómo ocurrieron realmente”.

Escrito también a la sombra de la tan en boga en esos días recolección de información íntima propuesta por la academia francesa –con los cinco tomos de Historia de la vida privada, de Georges Duby, publicados en 1985–, pero con Truman Capote como faro –la cita de apertura del texto remite a una frase de Marco Polo que encontraron en los papeles de Capote: “Y solo escribí la mitad de lo que vi…”–, Ramos y Lebjowicz se propusieron trazar una “especie de historia privada y arbitraria de los años 80”. ¿Estamos entonces reviviendo un libro que nació con cierto espíritu apócrifo para no sacrificar otra máxima del periodismo: “Qué la realidad no estropee un buen titular”?

En principio, vivimos de primera mano una serie de recuerdos que revisan algunos capítulos cruciales de ciertas existencias cruciales en este aquelarre que es el rock argentino. Digamos, empezamos con la muerte de John Lennon en diciembre de 1980 cuando Zulema Ramírez de Páez, la abuela de Fito, lo despierta con la mala noticia. Y finalizamos con la celebración el 22 de octubre de 1989 del trigésimo tercer cumpleaños del fotógrafo Alejandro Kuropatwa, “el último dandy” según Fernando Noy; y hacedor de la maravillosa fotografía de portada.

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En el medio de esta travesía, nos adentramos en la cocina de varios proyectos que acabarán siendo leyenda. Desde los Abuelos de la Nada con el regreso de Miguel Abuelo de Europa a los primeros pinitos de los futuros Soda Stereo en Punta del Este. Desde los viajes a Buenos Aires que efectuaban Skay y Poli antes de cada show de los primeros Redondos –vivían administrando un campo en Salta– al presentimiento que tuvo Fabiana Cantilo a través de un sueño de que debía volver a Argentina –estaba residiendo en Pensilvania, Estados Unidos– para unirse a Los Twist. O el aterrizaje forzoso en las sierras cordobesas de un italiano, excompañero del Príncipe Carlos en un colegio escocés, un tal Luca Prodan.

Son los primeros años de la década de 1980, con los militares aún en el poder. En La Plata, tres hermanos levantan una cofradía new wave y semiológica que pondrá patas para arriba cierta moralina rockera, con el glam de Federico (Moura) al frente. En una casa de Flores transformada en sala de ensayo confluyen el dueño Daniel Melero –en poco tiempo, Los Encargados–, Richard Coleman –en unos años, líder de Fricción– y Ulises Butrón –más adelante forma con Isabel de Sebastián, Metrópoli–. El Café Einstein –en manos de Omar Chabán y Sergio Aisenstein– cuenta con un público muy fiel: la cana que se lleva todas las noches a sus habitúes.

Página a página los colores saltan por las comisuras. Las drogas y el alcohol transpiran juventud y derrochan sana inconciencia. Charly García se instala unos meses en Nueva York para registrar Clics modernos (SG Discos, 1983), una producción minimalista que marca a fuego las búsquedas musicales de la época. 

Pero también florecen los raros peinados nuevos: “Una vez, Tashi me dejó el pelo corto y me afeitó en la nuca tres rayas que se juntaban al girar la cabeza. A mi vieja le gustó cuando me vio de frente. Casi se murió cuando me di la vuelta. La onda era Depeche Mode. Usábamos toda ropa rota, una encima de la otra, y arriba un saco de doscientos dólares”, leemos en palabras de Richard Coleman al costado de la página 82.

Es que otro de los aciertos de Corazones en llamas –en 2016 se relanzó una edición aumentada, con el agregado también de un dossier de fotos personales– es el carácter paratextual. Al margen izquierdo se recuperan anécdotas de primera mano, mientras que debajo de la página –como si fuese un zócalo televisivo– seguimos las alternativas políticas y económicas de esos años donde la Guerra de Malvinas, el advenimiento de la democracia, el Juicio a las Juntas, la primavera alfonsinista y la hiperinflación condensan el recorrido.

Justamente en la intro de esta reedición, Ramos consuma un paseo por los avatares que sufrió la elaboración del texto. “Para llegar a la escritura final de este libro las autoras se reunieron varios meses, bajo las peores condiciones posibles, con los tipos que manejaban las bateas en el rock y el pop durante los ochentas argentinos. Tales encuentros provocaron todo tipo de disturbios, éxtasis, ofensas y reconciliaciones y no tanto llantos como escenas, en el sentido más dramático del término. Por ambas partes”.

Para más adelante certificar: “Hacia el final las autoras habían logrado recolectar pese a los vientos cambiantes y las tempestades, las historias y los chismes, los pastos secos y las pequeñas ramas que necesitaban para construir su obra”. Faltarán muchos años para que el mercado editorial tome nota del fenómeno y surjan editoriales como Gourmet Musical que se propondrán revisar tantas otras historias aún por contar.

Tres décadas y monedas más tarde, Corazones en llamas es un clásico donde se puede leer algo más que las bambalinas de unas trayectorias ricas en vicios y transformaciones, en desatinos y confirmaciones, en secuelas y en muertes. Con la certeza de la imaginación y la fantasía de la realidad, accedemos a los entretelones de esos tiempos en que fuimos tan modernos.