En diciembre, Uruguay fue sede de la octava edición de Campo, el festival creado por la fotógrafa estadounidense Heidi Lender, que durante tres días convocó a más de 20 artistas de todo el mundo -entre ellos de Estados Unidos, Singapur, Corea del Sur y Brasil-, y reunió a unos 6.000 visitantes. El punto elegido para la apuesta es Garzón, una localidad detenida en el tiempo.
En la capilla del pueblo, por ejemplo, el artista plástico alemán Lukas Kühne reemplazó las sillas por una instalación sonora con cajas de resonancia y martillos de goma. Radicado en Uruguay, Kühne es fanático de Garzón, al que define como "un proyecto utópico en el buen sentido" y que incluye en su circuito cada vez que recibe artistas del exterior.
"Parece un pueblo cualquiera, pero no lo es, están apareciendo cosas muy lindas e interesantes, tiene su aura", explicó a AFP sobre este lugar 170 km al este de la capital Montevideo, que por su paisaje con viñas y olivos es comparado con la Toscana.
En Garzón el tren marcaba el paso del tiempo. Hasta los años 1950 el pueblo disfrutaba de la prosperidad de un molino de trigo y vivían 2.000 habitantes. Ahora, según el último censo, solo viven 178 personas, pero entre sus vecinos hay varios nombres ilustres, como el sastre de los Rolling Stones, John Pearse, o la artista francesa Marie Ducaté, ahora con museo propio.
Gastronomía y arte
El primero en poner a este pueblo en el mapa fue el reconocido chef argentino Francis Mallmann, que abrió su restaurante hace ya 20 años. "El embajador absoluto es Francis", subrayó a AFP la cocinera Lucía Soria, al frente del proyecto de cenas itinerantes por el pueblo Mesa Garzón. "Pero la embajadora del arte es Heidi", aclaró.
Lender llegó a Garzón de casualidad hace 14 años, se enamoró del pueblo, compró una casa y fundó una organización sin fines de lucro para "darle a otros artistas la oportunidad de crear en esta tierra mágica", su proyecto incluye residencias artísticas, el festival y la próxima construcción de un campus con un proyecto del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly.
Garzón tiene la virtud de tener una distancia prudente de Punta del Este y quedar a 35 kilómetros al norte de José Ignacio.
Garzón: imán para coleccionistas y curadores
La plaza principal es la sede de las actividades, allí se encuentra la iglesia, la municipalidad, el club social, un viejo almacén convertido en tienda de diseño, el restaurante de Mallmann, un museo/café que inauguraron dos de sus hijas y alguna de las cinco galerías activas durante la temporada. Las casas siguen unas pocas manzanas a la redonda. Luego, el campo y las sierras.
Los galeristas coinciden en que por sus salas circulan turistas, coleccionistas y curadores, en gran parte europeos y estadounidenses, aunque también muchos argentinos y brasileños.
El artista plástico uruguayo Mauro Arbiza vende sus esculturas en Garzón desde hace nueve años y recientemente abrió su propia galería frente a la plaza. "La gente de poder adquisitivo alto, que viene a veranear a Punta del Este, viene a la Bodega Garzón o a lo de Mallmann a cenar o almorzar algún día", relató a AFP. “Antes siempre iba a Art Basel en diciembre, pero no voy más. Hago más contactos en el pueblo que en Miami", concluyó.