CULTURA
Padre del aceleracionismo

Filosofía en 3 minutos: Nick Land

Land destaca como pensador del movimiento de extrema derecha la Ilustración Oscura, o también Movimiento Neo-reaccionario (NRx), que expresa una filosofía libertaria reaccionaria, antidemocrática y, en definitiva, transhumanista.

Nick Land
Nick Land (1962, Inglaterra) actualmente vive en Shangai, donde trabaja como editor de Urbanatomy. | Captura de Video

Entre los diferentes movimientos de extrema derecha que prosperan globalmente, la Ilustración Oscura, o también Movimiento Neo-reaccionario (abreviado NRx), se destaca de lejos tanto por su radicalidad como por su futurismo tecnológico. Los pensadores y divulgadores del NRx expresan una filosofía libertaria reaccionaria, antiilustrada, antidemocrática, antiigualitaria, antiliberal, autoritaria, ultraconservadora, eugenista y –así– transhumanista. En la práctica, los neoreaccionarios están muy próximos –quizá demasiado– del nacionalismo blanco de la alt-right (derecha alternativa, alternative right, en inglés, abreviado alt-right), de los paleolibertarios (tendencia anarcocapitalista promovida por Murray Rothbard) y de tecnolibertarios multimillonarios como Elon Musk y Peter Thiel (uno de los primeros inversores de Facebook, fundador de PayPal junto con Musk y teórico de la neoreacción). Se supone que en 2007 y 2008, el bloguero Curtis Yarvin, bajo el seudónimo de Mencius Moldbug, a través de una serie de posteos en el blog de comentarios 2blowhards, presentó el primer manifiesto NRx. En julio de 2010, Arnold Kling, un académico del Instituto Cato, creado por Rothbard y otros libertarios, fijó el término “neoreaccionario” para definir a Moldbug y sus adeptos.

En la doctrina neoreaccionaria confluye la influencia de filósofos como Thomas Carlyle, Julius Evola (fascista filonazi y ocultista italiano que se declaró superfascista al ser acusado de fascista en su juicio de 1951), y de los economistas Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Milton Friedman y Hans-Hermann Hope (filósofo alemán paleolibertario y anarcocapitalista de la escuela austriaca, tecnofeudalista y miembro del Instituto Mises, quien hoy enseña en la Universidad de Nevada en Las Vegas), al menos hasta 2016. En este año hizo su primera aparición como columnista en The Daily Caller, una plataforma de noticias de derecha, el llamado “padre del aceleracionismo”, autor de La Ilustración oscura (2012) y de Xenosystems (2013) –dos textos fundamentales del NRx– y el más revulsivo y cáustico, el más sofisticado y brillante de los pensadores neoreaccionarios, y también el más nihilista (y en el peor sentido) y terrorífico: el filósofo británico Nick Land (1962). Con relación al pensamiento landiano, en una palabra, todo aquella trama neofascista-libertaria se vuelve caput mortuum. 

Land se doctoró en filosofía en 1987 en la Universidad de Essex con una tesis sobre el ensayo de Heidegger Die Sprache im Gedicht, publicado en 1953, que trata sobre la obra poética de Georg Trakl, uno de los más bellos textos heideggerianos sobre poesía. Se desempeñó como profesor de filosofía francesa contemporánea en la Universidad de Warwick (ubicada en las Midlands) desde 1987 hasta su renuncia en 1998. Allí, él y la filósofa ciberfeminista Sadie Plant cofundaron la Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU), grupo de investigación interdisciplinario que experimentó en la creación conceptual mezclando filosofía, futurismo, tecnociencia, psicoanálisis, biología molecular, misticismo, numerología, ocultismo, teoría de la complejidad, ciencia ficción. En Warwick, Land también participó en las conferencias Virtual Futures 96 sobre cibercultura. La CCRU organizaba, dentro y fuera de la universidad, eventos y performances donde la teoría se articulaba con el arte y la música, y publicaba una serie de panfletos donde se incluyó uno de los escritos más leídos y famosos de Land, Meltdown (traducido como “colapso”, pero que alude en inglés a la fusión nuclear), que podría definirse como una pieza maestra del género tecnoapocalíptico. 

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En 1992 apareció Sed de aniquilación: Georges Bataille y el nihilismo virulento (The Thirst for Annihilation: Georges Bataille and Virulent Nihilism), el primer libro publicado por Land que ya prefigura la deriva neoreaccionaria y su antihumanismo (o “inhumanismo”) biónico y eugenista a partir del cuestionamiento de la razón moderna y del capitalismo como formas ingenuas de resistir el caos y la extinción de la vida. Para Land es evidente que se debe reconocer la ausencia de valor del ser y la inevitabilidad del gasto de energía solar hasta la desaparición de lo viviente. Algunos principios kantianos, hegelianos y nietzscheanos le permiten mostrar que la modernidad ha constituido la verdad y la apariencia en base a conceptos y teleologías infranqueables y que, en consecuencia, se requiere de una filosofía que reflexione sobre el disparate que implica cualquier fin. A su juicio, el eterno retorno nietzscheano significa que la nada (el cero absoluto) es lo último, mientras que la voluntad de poder supone una regeneración constante del despilfarro de la vida como exceso y gasto puro, contrario a la racionalidad moderna.

Dicho de otro modo, Land propone –siguiendo a Bataille– una economía general del gasto (hay un ensayo muy instructivo de Derrida sobre el tema) en la que el exceso precede a la producción y la acumulación. El pathos de la vida no consiste, por lo tanto, en producir o autoconservarse sino en el derroche desbordado e improductivo: la pura pérdida. El sujeto moderno no es más, según esto, que un artificio metafísico para racionalizar el mundo, y el capitalismo, como economía de consumo, el rechazo de la dilapidación absoluta. El sentido de la muerte de Dios, sostiene el ateísmo de Land, radica en la disolución del yo y el hundimiento de toda antropología en esa economía solar del gasto. Con ello se entiende, en primer lugar, la impugnación de los conceptos kantianos de noúmeno (la cosa en sí) y tiempo (condición de posibilidad de la experiencia), en cuanto agregados de origen religioso al flujo inmanente y sin sentido del mundo. Este, dicho una vez más, descansa en la nada, en el cero, en una presencia-ausencia, en la cual el sujeto landiano se aniquila transgrediendo o destruyendo todos los límites, incluso morales, con el fin de perderse en esa exterioridad inhumana, abismal. 

De aquí que la aniquilación de la humanidad moderna (erigida sobre el miedo a la locura y la muerte), en la primera filosofía de Land, representa la condición inapelable del surgimiento del Übermensch, de una “superhumanidad” capaz de explorar lo inhumano, lo extrahumano y lo transhumano del Afuera indeterminado –el cero absoluto, o sea, la muerte– sobre el que reposa el despilfarro del mundo. Eliminada como un estorbo la ficción del hombre y las explicaciones humanas, desaparece el valor del ser bajo el exceso incontrolable del gasto puro, improductivo, y el deseo de perdurar en ese dispendio de lo viviente se torna inútil, una banalidad antropocéntrica. La sed de aniquilación del sujeto se despierta al comprobar que ya no es posible, una vez que se ha atravesado la esfera antropológica, poner en el mundo ningún orden, ningún dios, ningún fundamento racional, ninguna economía restringida a la producción y el consumo productivo.  

En la época que escribe este libro y otros textos breves, reunidos después en Fanged Noumena (2011), Land inventó el término “hiperstición”, un acrónimo de “superstición” e “hyper”, para describir una idea performativa que provoca su propia realidad, una ficción que crea el futuro que predice. En palabras de Land, puede definirse como la (tecno-) ciencia experimental de las profecías autocumplidas. Esta idea, junto con los trabajos realizados en el CCRU, así como sus escritos anteriores a La Ilustración oscura, han influido en la filosofía política del aceleracionismo, la cual se basa en la premisa de auspiciar la aceleración tecnocapitalista hasta llevar al capitalismo a sus límites lógicos, de manera que implote o explote por exceso, dando lugar a un poscapitalismo. El germen proviene de ciertas concepciones de la desterritorialidad del capital vertidas en El AntiEdipo y, acaso, del concepto de “estrategias fatales” de Baudrillard. En Land ya se registra en Colapso, en la tesis muy influyente acerca de que la tecnologización capitalista del planeta duplica su intensidad y despliegue en períodos cada vez más cortos. Se suma, en el mismo texto “hiperstésico” (valga decir, un poco delirante), la visión de un colapso en Occidente y en su sistema mundial neocolonial debido al ascenso de China como potencia y la integración tecnológica global.

Si bien es cierto que la versión actual del aceleracionismo de Land incorpora perspectivas eugenistas y racistas (“hiperrracistas” dice él) y que desde finales de 2016 ha sido cada vez más elogiado como una referencia indiscutible para la extrema derecha NRx, La Ilustración oscura marca unos años antes el pasaje explicito landiano a la neorreación. Para que no queden dudas, se sirve de los escritos de Moldbug, y asimismo de las ideas de Evola y libertarios de derecha como Pati Friedman (nieto de Milton) y Hans-Hermann Hoppe, pero también de nacionalistas blancos. La cuestión es que en 2017 (el último año en que trabajó en el Nuevo Centro de Investigación y Práctica de Jersey City), luego de un escándalo en la galería de arte de Londres LD50, en Dalston, que había convocado a una conferencia con ideólogos de NRx, entre ellos Land, el periodista supremacista blanco Peter Brimelow y Brett Stevens, reconocido por inspirar con sus escritos a Anders Breivik (un terrorista noruego de extrema derecha que asesinó a 77 personas en 2011), el “padre del aceleracionismo” optó por radicarse en Shanghái, donde hoy todavía vive, casi en secreto.  

Por otra parte, no es raro que Land se haya refugiado en esa ciudad de China, la más poblada del país. Como Singapur o Dubái, Shanghái encarna el “modelo de país” con el que sueñan los neoreaccionarios: libertad económica y crecimiento, Estado pequeño y eficiente, autoritarismo unipartidista y conservadurismo social. De cualquier manera, en La ilustración oscura, aparte del racismo (aunque no supremacista sino “etnocentrista”) y la eugenesia como recurso de mercado, Land defiende un neo-cameralismo como forma de gobierno y organización social, es decir, una sociedad dividida en feudos o monarquías (neo)camerales dirigidas como empresas por un gran CEO, donde quienes quieran participar de ella deben comprar las acciones de la compañía para tener voz en la cámara que decide el rumbo de la empresa-feudo. Esta utopía poscapitalista o neocapitalista es preferible, para Land, a la democracia, y en particular a la democracia social, a la que describe urbi et orbi como un enjambre de políticos oportunistas y parásitos, puritanos y progresistas – cuyo ensamble mediático y académico denomina “la Catedral” –, que solo crían zombis y mediocres disfuncionales a la sombra del Estado. 

A pesar de eso y de otras críticas peyorativas al orden democrático liberal, el cenit de La ilustración oscura es la Parte IV y última, que versa sobre el horizonte biónico de la humanidad, el cual se abre más allá del determinismo heredo-genético y del constructivismo social a través de la biotecnología. Land, en este memorable capítulo, trata acerca de la tecnoplasticidad indefinida de la biología humana por medio del procesamiento informacional del genoma. O en otras palabras, se refiere al umbral de la fusión entre la naturaleza y la cultura, en el que lo humano se torna indistinguible de la tecnología. Para él, esto no es solo un salto evolutivo, sino el comienzo de una nueva fase evolutiva, el final, en consecuencia, de la esencia sagrada del hombre como ser creado consumido por la autoproducción tecnocientífica. Más todavía: con el exterminio de los infradotados parásitos y zombis de la democracia capitalista se aniquila a la vez la ficción del sujeto moderno, disuelto en la exterioridad inhumana o transhumana de la nada – el cero absoluto –, tal y como Land pretendía en la virulencia de Sed de aniquilación.   

 

*Doctor en filosofía, profesor de UBA y del Centro Cultural Rojas. 

Su último libro es La era del kitsch (Alción Editora 2021), Segundo Premio Nacional de Ensayo Artístico 2022 otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación. 

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