La escritora Sylvia Iparraguirre contaba con unos breves cinco, seis años, cuando tomó conciencia de que su abuela española recitaba una y otra vez la misma copla. Más allá de la disputa de clase que allí se celebraba –la elevada y la popular–; más allá de la victoria de ésta última, lo que verdaderamente impactó en la autora fueron los efectos de la oratoria, del diálogo y la narración. “De repente” –sostiene Iparraguirre en una entrevista– “una revelación: el lenguaje hacía o provocaba cosas, emociones, humor, personajes. Pienso que eso está en el principio de todo”.
Tal vez el primero de sus relatos –el primero de sus Cuentos reunidos–, que abre En el invierno de las ciudades (1988), su primer libro, condense una parte significativa de la citada anécdota biográfica y de la poética de una autora que considera que la literatura se debe a los efectos atávicos de la narración.
Una treintañera deja por unos días a su amado pintor que la aventaja en unos quince años. Se despiden por unos días, con cierta reticencia de parte del hombre y cierta bronca contenida de su lado. El tren parte hacia Olavarría y la mujer termina sentada con un jovencísimo soldado que cursa la colimba. Por sus manos curtidas y por sus palabras, la joven –que es profesora y lleva consigo un par de libros– percibe que se trata de un muchacho de clase obrera. Entre su malestar por la no muy feliz distancia con el amado y el soldado que se muestra parlanchín, la protagonista avizora un viaje para el olvido. Sin embargo, es justamente la capacidad narrativa y popular del soldado la que salva el trayecto de una neurosis exacerbada o un aburrimiento interminable.
Allí están, entonces, los elementos de la anécdota familiar y los intereses autorales: la distancia de clase, el desencuentro amoroso, los efectos de la narración y el viaje.
Si de viajes se trata, el volumen cuenta con El país del viento, (2003), que encierra la debilidad de Iparraguirre por la Patagonia, con sus climas hoscos y sus aventuras variopintas. Y en “El torrente del tiempo”, de Probables lluvias por la noche (1993), en el que el realismo se imbrica con el fantástico, la fascinación por el lenguaje –la revelación primera de la niña Sylvia– se personifica en un arqueólogo añoso que se aventura en la búsqueda, imposible, del inicio de la lengua, cuando el grito bestial se convirtiera, por primera vez, en signo.
El volumen cierra con el, por ahora, último libro de cuentos: Del día y de la noche (2015). Allí la autora se da el gusto de, entre otras cosas, imaginar un puñado de escenas que cifran una arista de la poética o de la personalidad de ciertos escritores admirados: Mansfield, Borges, Virginia Woolf, por nombrar algunos.
Como fuere, poco es lo que puede esbozarse en una reseña respecto de un libro de cuentos más o menos completos. Lo mejor, para descubrir verdaderamente a Iparraguirre, y como afirma Alejandra Kamiya en el prólogo, es lo que debe hacerse con todo escritor que vale la pena: leerlo.
Cuentos reunidos
Autora: Sylvia Iparraguirre
Género: cuentos
Otras obras de la autora: El parque; La orfandad; Antes que desaparezca; El muchacho de los senos de goma; En el invierno de las ciudades; Probables lluvias por la noche; La vida invisible; Del día y de la noche; Encuentro con Munch; El país del viento; La tierra del fuego
Editorial: Alfaguara, $ 32 mil