CULTURA
luis centurión (1922-1985)

El pintor angélico

La galería Calvaresi presenta la muestra de Luis Centurión, “Y de hay”, primera exhibición individual del artista nacido en Concepción del Uruguay. Se expondrán veinticuatro óleos de distintos períodos que van de la década del ‘50 a principios del ‘80. Curada por Santiago Villanueva, la muestra se desprende de un trabajo de investigación, restauración y puesta en valor que la galería inició en 2019.

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Centurión. Edith en el puerto de la Boca (1978, arriba) | gza. galería calvaresi

Claudio Iglesias refuerza el cierre de La pintura ingenua de Manuel Mujica Láinez, un texto que había salido de fascículos en 1966 y fue publicado como libro en 2018 por la editorial rosarina Iván Rosado, con un epílogo donde escribe: “¿Quién sabe si, para terminar, la cuestión del arte ingenuo y su definición no debe quedar abierta, irresuelta? Me animaría a dar una única caracterización. O más bien un diagnóstico: es increíble la cantidad de violencia que una obra de arte sufre a lo largo de su vida. El arte ingenuo trata a la idea de la obra de arte sin violencia, exige para la obra un trato no violento, cariñoso, sentimental, protector”.

El autor de Bomarzo, viajero y reconocido crítico de arte, fue el que escribió los catálogos de la galería que abrió en 1963 en un departamento en la ciudad de Buenos Aires, de la que Leonor Vassena, Nini Gómez Errázuriz de Paz y Niní Rivero fueron las directoras. El espacio de arte se llamaba El Taller y se dedicó, sobre todo, a exponer y promocionar una tendencia que se llamó “arte ingenuo”. Con estos breves y deliciosos textos, la editorial Viscontea hizo un diccionario que tenía a modo de prólogo el mencionado ensayo de Mujica Láinez. La lista es múltiple y sorprendente, aún para esos años: Susana Aguirre, Adelia Borda Bortagaray, Caruso, Luis Centurión, Casimiro Domingo, Juan Eichler, Estanislao Guzmán Loza, Cristina Hopffer, María Eugenia Iriarte de Allende, Valerio Ledesma, José Luis Menghi, Nicolás Olivari, Adolfo Ollavaca, Dignora Pastorello, Ileana Rabín, Carlota Reyna, Orlando Ruffinengo, María Laura y Augusto Schiavoni, Ana W. de Sokol, Alfredo Spampinatto y José Torre Zapico.

El pintor Luis Centurión aparece en el universo de este tipo de pintura, aunque no sea su única filiación, o quizá nunca se había sentido demasiado cómodo con algún tipo de etiqueta. Esto se refuerza en el texto de Santiago Villanueva, curador de la muestra Y de hay, en la galería Calvaresi: Luis Centurión fue el borde de más de una generación. A pesar de su tendencia a la grupalidad, el movimiento y el pensamiento sobre lo propio siempre pareció no integrarse del todo “al algo” de cada momento. Por eso la figura del solitario que muchos aplican a su obra, no alcanza. Eso mencionaba Julián Borobio Mathus en 1977 cuando pensaba a Centurión como el gran solitario de la pintura nacional. También decía que “El testimonio del contorno constituye –en todo sistema cultural– la vena más rica, más intensa y más legítima de su propia individualidad”. Conviene fijarse en el impulso a estar rodeado que Centurión marcó en grupos muy diferentes, algunos más difuminados que otros: Escuela de Altamira, Grupo de los XX, Café Rubí, o a participar en revistas como en Sed, Contrapunto, Correo Literario, La Actualidad en el Arte, entre otras”.

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Esa impronta que se destaca sobre la idea de “grupalidad” externa, o dicho en palabras de Guillermo Cabrera Infante eso de “inclúyanme afuera”, excede a las artes visuales. El artista entrerriano que había nacido en 1922 y murió en 1985 aparece mencionado en el prólogo a la edición de Ferdydurke de Witold Gombrowicz, publicada en 1947 por Argos, exactamente diez años después de su primera aparición en polaco, lengua del original. En ese prólogo, el escritor que había llegado a la Argentina de manera premeditada, un viaje con una comitiva de artistas eslavos, pero que se transformó en una estancia obligada, el estallido de la Segunda Guerra y delirante de 24 años sin poder volver, escribió: “Bajo la presidencia de Virgilio Piñera, distinguido representante de las letras de la lejana Cuba, de visita en este país, se formó el comité de traducción compuesto por el poeta y pintor Luis Centurión, el escritor Adolfo de Obieta, director de la revista literaria Papeles de Buenos Aires y Humberto Rodríguez Tomeu, otro hijo intelectual de la lejana Cuba. Delante de todos esos caballeros y gauchos me inclino profundamente”.

Sabemos por Virgilio Piñera en su texto “Gombrowicz por él mismo”, la notable, pero atosigada y a ratos patética obstinación del escritor polaco por rescatar del limbo su novela Ferdydurke. Sabemos por el autor de Kronos que no sabía castellano, que no había un diccionario polaco-español; sabemos que los traductores del Comité no sabían polaco. Sabemos que no solo ellos traducían sino los parroquianos del Café Rex, donde se realizó, aportaban lo suyo. Sabemos por Ricardo Piglia que esa traducción estrafalaria hizo que el Ferdydurke “argentino” de Gombrowicz sea “uno de los textos más singulares de nuestra literatura”.

En 1981, Centurión publica Y de hay: Fundamentos para una Pintura Argentina para poner en letras lo que había sido su propia práctica pictórica. La de mujeres sentadas y recostadas, paisajes sencillos, una figuración al límite de lo abstracto. Eso sí, con un trazo firme y grueso en algunos costados del cuerpo, en las ramas de los árboles, en los barrotes de una jaula. Esa línea premeditada y sugestiva que muestra su estilo. La que evidencia la falta, al tiempo que refuerza lo que hay.

J. A. García Martínez, quien escribió el prólogo a ese libro de Centurión se refiere a los retratos como que “representan el doble proceso de un pintor de nuestro tiempo llevado técnicamente hacia la abstracción y de vuelta de ella por la cálida expresividad y las resonancias humanas y figurativas que encierra su obra. Tal actitud, ¿no es la respuesta a uno de los más palpitantes problemas que pueda plantearse el arte contemporáneo? Para resolverlo, Centurión aporta sabiduría plástica, refinamiento expresivo y una técnica a base de experiencia estética. Este mundo de formas puras y sencillas no es de ninguna manera, complicado. Es el mundo simple del hombre sin pecado. Anterior al ángel caído y al margen del bien y del mal. Si se lo ubicó entre los “ingenuos”, yo quisiera precisar y ampliar el concepto: Centurión es un pintor angélico que puede ubicarse sin reticencias junto a los grandes primitivos.”

Ficha de la muestra

“Y de hay”

Luis Centurión

Curaduría Santiago Villanueva

De martes a domingo de 13 a 18; miércoles de 11 a 20 hasta el 16 de mayo

Galería Calvaresi, Defensa 1136, CABA.

Martes cerrado.