El pasado miércoles el diario británico The Guardian publicó una nota sobre Luca Prodan, líder de la banda musical argentina Sumo, titulada: “Al parecer tuvo una pelea a puñetazos con el rey Carlos: la impactante vida de Luca Prodan, el dios del punk argentino”. En la misma refiere a la película biográfica: “Pero, a pesar de los fuertes lazos de Prodan con Europa y su gran prestigio en Argentina, apenas es conocido fuera del país. Esto parece estar a punto de cambiar gracias a la próxima película biográfica Time Fate Love, producida por Armando Bo, coguionista de Birdman. ‘Luca cambió la historia de la música’, dice Bo. ‘Aquí, es un dios’.”
La nota explica los orígenes ítalo-escoceses y que “sus costumbres aristocráticas también significaron que Luca fuera enviado a los 11 años a la prestigiosa escuela pública escocesa Gordonstoun, donde el futuro rey Carlos era alumno en ese momento.” De ahí el mito sobre la pelea, la diferencia de edad era de cinco años en beneficio del futuro monarca y la misma sugiere una escaramuza de insultos más que un precoz acto de justicia punk.
De esta manera el público inglés conoce el derrotero de sus viajes y cómo recaló en Argentina en 1980, escapando a su adicción a la heroína. El intento periodístico es que escuchen su obra musical, sus letras, la mayoría en inglés. Un acto de reconocimiento tal vez imposible.
En declaraciones posteriores Luca Prodan dijo: “La heroína es la mamá eterna, es como el útero que te protege. Con ella no se jode, por algo es la segunda droga en importancia, la primera es el poder.” Radicado en Córdoba, conformó el núcleo de Sumo, retornando a Inglaterra para vender una propiedad, comprar equipos musicales junto a una baterista inglesa, Stephanie Nuttal quien en 1982, con la Guerra de Malvinas, abandonó el país.
Pero (siempre existe uno), el artículo también remite a una nota publicada en el sitio web Latinolife titulada Luca Prodan: El Maradona del Rock, y en la que refieren a un viejo dicho que reza “los argentinos son italianos que hablan español y quieren ser ingleses”. De este lado de la frontera la frase merece otra versión: “los argentinos son irlandeses que hablan español y quieren ser franceses”. El juego del sarcasmo resulta inevitable, como el gol del triunfo con la mano.
Las canciones de Sumo, el oído absoluto de Prodan, tanto en la música como en las letras, su ojo blindado y extraño, aportaron a la cultura argentina fragmentos de lucidez que perduran más allá de la popularidad, de las ventas de discos, del mal llamado éxito. Al público de habla inglesa le está vedado dicho territorio, el de nuestra lengua y cultura, de allí que valen ciertos subrayados.
De 1983 a 1987, Sumo lanzó cuatro discos. Banderitas y globos, tema musical del primero, Corpiños en la madrugada, concluye con: “Lo entendido es lo que no entiendo”. Y sí, hay algo irracional en el hablar y el escuchar argentino. Más si la mayoría se unifica tras una consigna, de allí que lo común a todos resulta irracional.
Con un aire gauchesco, de la misma época y álbum, también cierra Una noche en New York city (luego La rubia tarada): “¡Basta! Me voy, rumbo a la puerta / y después al boliche a la esquina / a tomar una ginebra con gente despierta. / ¡Esta sí que es Argentina!” Es decir: aquí me pongo a cantar con el habla popular, donde está la lucidez, la dimensión de lo humano.
En la agonía del tango como género popular, en Mañana en el Abasto expresa su posición de bardo, con la estética personal como definición de esa anomalía en la visión que expresa: “No tengas miedo, no, me pelé por mi trabajo, / las lentes son para el sol y para la gente que me da asco. / No vayas a la escuela porque San Martín te espera, / estás todo el día sola y mirás mi campera.” San Martín en un cuadro es esa parálisis de pensamiento en la educación vigente, algo que perdura hasta hoy y de la que el prócer no es responsable.
Pero la vorágine que desata Prodan propone que la escucha atenta, esa amabilidad del disfrute en el festejo de la música, para saltar más allá de no ser un inglés. “Un tornado arrasó a tu ciudad / y a tu jardín primitivo / ¡Pero no! / Mejor no hablar de ciertas cosas”. Aparece el manto de silencio de la sociedad durante las desapariciones perpetradas por la dictadura 1976-83, también el silencio sobre la derrota en Malvinas, los jóvenes soldados regresados con estrés postraumático, luego víctimas de una ola de suicidios.
De hecho, para horror de la manu militari cultural que aún perdura, en Que me pisen conjura: “Yo quiero a mi bandera / Planchadita, planchadita, planchadita”, para sugerir: “Yo quiero cruzar con la barrera / Y que me pisen, que me pisen, que me pisen”, con un énfasis: “pis, pis, pisen”. Algo que involucra a los contemporáneos “viejos meados”, quienes tuvieron como precursores a Los viejos vinagres (¿acaso los padres de la patria?): “Para vos lo peor/ es la libertad”, más el coro que reafirma: “Estoy rodeado de viejos vinagres / todo alrededor”.
El espíritu de época, la búsqueda de un futuro distinto, se expresa en Noche de paz: “sueña un sueño imposible”. La urgencia de un cambio social en Lo quiero ya: “No sé lo que quiero, / pero lo quiero, ¡ya! / Si yo fuera tu esclavo / te pediría más”. Como la esperanza de un verdadero amor en Cinco Magníficos: “Dame tu piel / algún beso tendrás / yo soy un biombo / no mires detrás”.
Seguramente fanáticos, viudos del rock, cuestionarán estas citas y la puesta en relación con la historia de esta pampa devastada. Bien, están en su derecho, pero tengan en cuenta los versos de El cieguito volador (acaso Borges): “¡Revés al panza tu viendo! / ¡Yo estoy al derecho! / ¡Dado vuelta estás vos!”.