CULTURA
Aniversario

El Día D: engaños, espías y una hazaña militar sin precedentes

Este mes se cumplen 80 años del desembarco que definió el resultado de la Segunda Guerra Mundial. El silencioso -e imprescindible- rol que cumplieron los espías y el mayor esfuerzo de colaboración militar de la historia.

En las fauces de la Muerte
El desembarco en la playa de Omaha el 6 de junio de 1944 en la famosa fotografía "En las fauces de la muerte", de Robert F. Sargent. | Wikipedia

Un cálido sol acaricia las apacibles playas. La línea azul del mar se extiende bella y solitaria. Pero en una mañana de las que hacen historia, el paisaje es muy distinto. Miles de barcos y aviones llegan junto con cientos de miles de soldados, conscientes de que quizá están viviendo los últimos momentos de sus vidas. Hace ocho décadas, en las playas hoy serenas, empieza la furia y la metralla: el desembarco en Normandía. El Día D, el 6 de junio de 1944.

En el homenaje de los ochentas años del Día D, quedan muy pocos sobrevivientes del especial día, y todos tienen alrededor de cien años. Uno de los pocos que vuelven para la celebración es Bob Fagan, un texano centenario que desembarcó en la playa de Utah y que recuerda que "el agua estaba roja de sangre", y que "había cuerpos flotando a nuestro alrededor". Además de siete norteamericanos, trece veteranos canadienses se reúnen para el nuevo aniversario en Juno Beach.

El cine revive la jornada de sangre en los clásicos hollywoodenses, como El día más largo (1962), o Rescatando al soldado Ryan de Steven Spielberg (1998), inspirada en la historia de los cuatro hermanos Niland, dos de los cuales están enterrados en Normandía.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La investigación histórica sobre el Día D es profusa. Por ejemplo el historiador Antony Beevor, en El día D, la Batalla de Normandía (2009), afirma que "El Día D representó el mayor esfuerzo de colaboración militar en la historia y un extraordinario logro de logística y estrategia. Su éxito fue esencial para el colapso eventual del Tercer Reich y la liberación de Europa".

También son recomendables: El desembarco de Normandía (2005, Paidós), de Martin Gilbert; Normandía 1944: El día D y la Batalla por Francia (2022, Ático de los libros), de James Holland; Max Hastings, Overlord: D-Day y la batalla de Normandía, 1944 (2021, La Esfera de los Libros); o Stephen E. Ambrose, D: 6 de junio de 1944: La batalla culminante de la Segunda Guerra Mundial (2004, Círculo de Lectores).

Hacia el desembarco

En diciembre de 1943, en la conferencia de Teherán, que reúne a Churchill, Roosevelt y Stalin, se acuerda la preparación de un nuevo frente en Europa occidental para atacar a Hitler, luego de su conquista de Yugoslavia y Grecia y de la Operación Barbarroja, la invasión de Rusia. Los Aliados buscan la liberación de Francia, el ataque a Alemania por el Este, y la ayuda para descomprimir la presión alemana en la Unión Soviética. Entonces, el desembarco en territorio francés se avizora como inevitable. La Operación Overlord. El costo de vidas será muy alto por las defensas de búnkeres del Muro Atlántico alemán en la costa francesa.

La operación Overlord es liderada por el general Dwight D.Eisenhower y el general británico Bernard Montgomery. Las condiciones climáticas para el día de la invasión de Normandía son inciertas, pero Eisenhower, «Ike», ordena no suspender el golpe feroz y asume toda la responsabilidad por el eventual fracaso.

El 6 de junio de 1944 comienza el desembarco aliado en cinco playas de Normandía. Sus nombres en código: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. La fuerza invasora es de más de 155.000 tropas; 50.000 vehículos (con 1.000 tanques); casi 7.000 embarcaciones navales y más de 11.500 aviones. La fuerza guerrera busca establecer una cabeza de playa. El punto de partida para la liberación de Francia, y el ulterior avance hacia Alemania.

Desembarco de Normandía 20221115

Al llegar los Aliados, el mariscal de campo Erwin Rommel, el «zorro del desierto «, está a cargo del 7.º Ejército de Normandía y Bretaña. Pero en el momento de la invasión se encuentra en Berlín en el cumpleaños de su mujer. Antes, había desplegado en Normandía cinco divisiones de infantería, una división aerotransportada y una división de tanques. Esta fuerza de resistencia languidece ante la avasalladora superioridad del poderío naval y aéreo aliado, y la falta de coordinación de la desesperada respuesta germana.

En el Día D, unas horas antes de la invasión, 23000 paracaidistas se arrojan detrás de las líneas enemigas, y la fuerza aérea aliada realiza 14.000 misiones de combate, contra solo las 500 de los pilotos alemanes. Ya ruge el ataque anfibio de mayor envergadura en la historia. Pero los alemanes se aferran. Detienen el avance de 11 divisiones en la costa francesa durante seis semanas. La dura resistencia germana escupe metralla, cohetes, artillería, sangre y cuerpos despedazados por doquier en la playa de Omaha. Allí, la 1.ª y 29.ª División de Infantería estadounidense conoce el mayor infierno. El fuego alemán fragua un huracán de munición letal. Dos de cada tres de los que desembarcan de las lanchas, mueren. En la matanza, 3.000 hombres, entre tanquistas, infantes y zapadores, caen entre muertos y heridos. En el desembarco, la 29 División de Infantería con ocho compañías de US Army Rangers atacan la mitad oeste de la playa, acometen decididos y escalan acantilados. Abren brechas que penetran las defensas de Hitler.

Entre quienes desembarcan está Robert Capa, el legendario fotógrafo de guerra. Logra obtener algunas fotografías tan borrosas como el turbulento aire acribillado por las balas.

En el Día D, las tropas aliadas sufren más de 10.000 bajas: los británicos y canadienses alrededor de 3.700; los norteamericanos en torno a las 6.600 bajas. Los defensores alemanes ven mermadas sus fuerzas entre 4.000 y 9.000 hombres. Todos los caídos que ahora descansan en varios cementerios militares en Normandía. Se despiden también de este mundo 20.000 civiles. Partes de varias ciudades, como Caen, se desploman entre escombros y fuego.

La gran tampa

Antes de la llegada de los transportes anfibios a las costas de Normandía, el desembarco empieza primero en la penumbra secreta de los servicios de inteligencia. El éxito depende más del engaño que de la fuerza militar. Los alemanes esperan el ataque que saben llegará con el brío de las aguas de una represa desbordada. La cuestión es convencer a los servicios de inteligencia de la Wehrmacht de que el ataque morderá una playa equivocada. El enemigo debe creer que el desembarco será en el Paso de Calais, a 250 kilómetros del lugar real, en la parte más angosta del Canal de la Mancha, para que Rommel concentre sus recursos defensivos allí y debilite el resto de su línea defensiva.

El 26 de febrero, Eisenhower emite un mensaje de alto secreto sobre el plan de simulación. Nace la Operación Fortitude. Acción de engaño y desinformación que, primero, supone camuflar la concentración de tropas propias para mantener las fuerzas alemanas en sus posiciones alejadas del lugar del desembarco. Para esto se urden dos focos de distracción. Uno orientado a Escandinavia. Luego de su invasión en Noruega, Hitler concentra allí miles de tropas. Para mantenerlas en tierra noruega, se finge el despliegue de varias unidades falsas de un supuesto 4.º Ejército Británico en Escocia. La segunda parte del gran engaño es persuadir a los alemanes de que el sitio conveniente para entrar a Europa es desde Dover, en el sur de Inglaterra, a Calais, en Normandía, porque es la ruta más corta por mar y el lugar más cerca de la frontera alemana.

El general George Patton es pieza importante en la maquinaria de la falsificación. Con toda su fama está al frente del 23° Cuartel General de Tropas Especiales de Ejércitos de los Estados Unidos, acantonado en East Anglia, este de Inglaterra. Desde allí se prepara para el asalto a Calais. Pero la fuerza en cuestión es un ejército fantasma. Sus integrantes son actores, especialistas en comunicaciones y en efectos especiales, y se colocan dos divisiones reales para dar más visos de credibilidad a la maniobra. Se montan auténticos campamentos militares pero que sólo contienen aire. En el interior de las tiendas no hay un solo soldado; los bidones no tienen gasolina. Se construyen réplicas de tanques Sherman, camiones, y piezas de artillería inflables que llegan a Inglaterra en paquetes del tamaño de una maleta que luego se inflan con compresores.

Se piensa en todos los detalles: los tanques falsos son muy livianos, no dejan huellas, por lo que se hacen surcos para que su movimiento parezca real cuando el campo es sobrevolado por los aviones de reconocimientos nazis. Sacerdotes de East Anglia escriben en periódicos locales para denunciar la falta de disciplina de las tropas norteamericanas. Se diseñan diversas insignias y distintivos de hombro para que exhiban los soldados de permiso de las divisiones fantasma; se emite por radio todo tipo de mensajes (codificados y sin codificar) que simulan órdenes e información sobre la llegada de nuevas unidades extranjeras; grabaciones de desplazamiento de vehículos se reproducen con poderosos parlantes y, además, los engañosos campamentos fantasma son visitados por el rey Jorge VI y el alcalde de Dover.

Desembarco de Normandía 20221115

Durante el conflicto bélico, las fuerzas aliadas llevan las operaciones encubiertas a un alto nivel de sofisticación. Para mejorar sus planes recurren a reconocimientos aéreos, documentos capturados, entrevistas a prisioneros de guerra. Se aprende de los fracasos, como la operación Cockade, que pretendía ayudar a las tropas soviéticas en la península de Kola y a las aliadas en África del Norte; o el desastroso intento de desembarco en la localidad francesa de Deppe, en agosto de 1942, por fuerzas canadienses, con 4.397 muertos, heridos o capturados.

Finalmente, la noche anterior a la invasión, el 5 de junio, se simula la movilización de una gran cantidad de hombres y barcos; varios bombarderos arrojan tiras de aluminio de modo que finjan en la pantalla de los radares un convoy invasor en marcha hacia la zona de Calais, y lanchas a motor y torpederos llevan globos reflectantes para que, captados por el radar, parezcan grandes barcos de guerra.

La imaginación de un espía

Pero la magnífica puesta en escena confirma lo que los alemanes esperaban porque antes de todo el supuesto despliegue militar ya habían sido engañados por el servicio secreto británico, y uno de sus miembros más brillantes: el agente doble español Juan Pujol, alias Garbo. Pujol es un ejemplo estupendo de la imaginación convertida en herramienta de inteligencia militar. Luego de convencer a los alemanes de que espiaba para ellos, como miembro de la inteligencia británica, del MI5, desde Londres envía más de mil comunicaciones con información falsa mezclada con alguna verdadera, que suele llegar atrasada. De a poco, uno de los mayores impostores de la historia y decidido antifascista, convence al alto mando del ejército de Hitler de que el ataque será entre Calais y Dunkerke. Inventa 27 personajes como sus fuentes de información. Imagina una rica y diversa narrativa para conseguir el objetivo de confundir a los alemanes. Y en esta maniobra participa también el yugoslavo Dusan Povov, alias Triciclo (el modelo del agente 007 de Ian Fleming) y el capitán polaco Román Garby-Czerniawski. ​

Alex Kershaw, escritor de varios libros sobre la segunda guerra mundial, afirma sobre ‘Garbo’ que «hizo que los alemanes tuvieran que dividir sus fuerzas ‘panzer’ al no saber dónde, cuándo y cómo iba a ser el desembarco».

La escenificación de la trampa sigue aún después del Día D. Así se simula un ataque sobre la costa francesa del Golfo de Vizcaya (Operación Ironside); y otros imaginarios desembarcos en el Mediterrá​neo, con el actor M. E. Clifton James que finge ser el general Montgomery de visita en Gibraltar y Argel para preparar el ataque (Operación Copperhead). Churchill asegura ante la Cámara de los comunes en Londres, que el desembarco en Normandía es «el primero de una serie de desembarcos»​. Y para mantener el temor alemán a un segundo ataque en Calais, Patton recién desembarca en Francia con sus fuerzas reales el 6 de julio.

El 25 de julio de 1944, las tropas aliadas rompen la cabeza de playa de Normandía cerca del pueblo de Saint-Lo, donde los aliados pierden más hombres que en la playa de Omaha. Luego, el camino hasta Berlín está sembrado de momentos decisivos: la fallida operación aerotransportada Market-Garden, el asedio de Bastogne dentro de la Batalla de las Ardenas, el último intento alemán de devolver a los Aliados al océano. El monstruo de la esvástica todavía demanda mucho combate hasta ahogarse en un mar de sangre.

El viejo arte del engaño

Ulises comprende que la fuerza militar depende de la creación de una trampa. Inventa así, según la leyenda, un caballo de madera para vulnerar las murallas antes inconquistables de Troya. Desde hace siglos, se engaña a las fuerzas enemigas con equipamiento o desplazamiento de fuerzas falsas. En El arte de la guerra, Sun Tzu, el general, estratega y filósofo chino, en el siglo V aC, propone con claridad: "Todo la guerra se basa en el engaño", la habilidad para colocar señuelos que confundan al enemigo.

La preparación de emboscadas, o simular más soldados de los que realmente se dispone, es parte de las tácticas que practicaron Aníbal o Julio César. O Napoleón. En Austerlitz, el 2 de diciembre de 1805, el general francés derrota al ejército de la Tercera Coalición formado por el Reino Unido, el Imperio austríaco, Rusia, Nápoles y Suecia que quiere hacerlo desaparecer de Europa. El gran corso monta una gran puesta en escena. Envía a parte de sus fuerzas para ser derrotadas e irradiar así una imagen de debilidad y de inminente retirada. Anima a sus enemigos a atacarlo y espera el ataque en un lugar previamente elegido. Así logra derrotar a fuerzas superiores y en un balance de 1300 muertos de su lado contra 15000 en el bando contrario.

Día D: se cumplen 80 años del desembarco en Normandía

En la Primera Guerra mundial debutan los tanques para superar la guerra inmóvil en las trincheras. Poco después de su aparición, también irrumpen tanques simulados de madera y tela de arpillera pintada para sobredimensionar la propia fuerza.

En la segunda guerra mundial, además de la comentada Operación Fortitude, abundan las operaciones de desinformación. La Operación Mincemeat («Operación Carne Picada»), por ejemplo, el plan británico, en 1943, que busca convencer al alto mando del ejército alemán de que los aliados preparan la invasión de Grecia en lugar de Sicilia.  En Huelva, España, se arroja al mar un cadáver con un hombre vestido de oficial de la Armada Británica, con documentos secretos sobre los planes de la invasión en ciernes, que en realidad son falsos. Los alemanes caen en la trampa.

Dos semanas después del Día D, los rusos materializan su propio gran engaño. Para estas operaciones en la doctrina militar norteamericana se usa el acrónimo MILDEC  (Military Deception, Decepción militar); los rusos hablan de Maskirovka, literalmente: camuflaje, ocultación, enmascaramiento. Gran maskirovka es la Operación Bagratión, la ofensiva del Ejército Rojo con la misión de destruir el Grupo de Ejército Centro alemán. El 22 de junio de 1944, en simultaneidad con la invasión aliada de Normandía, comienza el ataque soviético que impide el traslado de divisiones alemanas para vigorizar la capacidad defensiva de Rommel en el frente occidental. Esta operación emplea el engaño militar en alto grado al atosigar a los alemanes con información falsa que logra confundirlos para que no sepan el lugar de la gran ofensiva soviética.

Y no debe olvidarse que todas estas «operaciones de decepción» son paralelas al proyecto Ultra dirigido por Alan Turing, el famoso matemático quien, en Bletchley Park, ya ha quebrado el código secreto de la Máquina Enigma para el encriptamiento de mensajes de las fuerzas armadas alemanas.

Hoy, en la guerra entre Ucrania y Rusia, el ejército ucraniano apela a señuelos. Obuses M777 falsos de solo 1000 dólares se agregan a las piezas reales de varios millones de dólares. También se finge la presencia de los devastadores sistemas de misiles estadounidenses HIMARS; y Rusia también construye trincheras falsas repletas de explosivos que se detonan con la llegada de los soldados ucranianos.

​El día que no termina

En la historia hubo desembarcos anfibios desastrosos como el de Galipolli, Turquía, en la Primera guerra mundial, con miles de muertos británicos, y algunos que ni siquiera llegaron a consumarse como la invasión de Inglaterra por la Armada invencible española de Felipe II, en 1588; o los mongoles que no alcanzaron la costa japonesa hundidos por el kamikaze, el «viento divino», en 1274. Pero el desembarco aliado fue el más poderoso y el más exitoso, aunque a un muy alto costo.

Sobre el Día D, Max Hastings afirma que «la invasión de Normandía no solo significó un avance crucial en la guerra, sino que también demostró la capacidad de los Aliados para coordinar y ejecutar una operación militar masiva y compleja. Fue un testimonio del coraje y la determinación de miles de soldados».

El Día D implica un éxito sangriento basado en la complejidad de la organización y la innovación tecnológica, además de la voluntad de combate. Y en lo geopolítico, supone el principio de construcción del nuevo orden internacional posterior a la rendición incondicional alemana el 9 de mayo de 1945. En las reuniones de Potsdam y Yalta nace el mundo dividido de la posguerra.

Normandía: La batalla que cambió el curso de la II Guerra Mundial

La alianza entre soviéticos y occidentales es solo circunstancial, por la necesidad de enfrentar un enemigo común. Pero esa unión artificial y obligada entre los rivales ideológicos en la geopolítica de la Guerra fría posterior, acelera el derrumbe germano. Por eso John Keegan, en Seis ejércitos en Normandía: Del día D a la liberación de París (1982), asegura que «sin este esfuerzo coordinado, la derrota de la Alemania nazi habría sido mucho más prolongada y costosa».

El Día D es una victoria occidental pero facilitada por la gran sangría de hombres y recursos de los ejércitos del Führer por las mordeduras feroces de la Unión Soviética.

​La densidad trágica del Día D mejor se condensa en una fotografía. En el día del desembarco, Robert F. Sargent fotografía a los soldados de la 1.ª División de Infantería del Ejército de EE. UU, a las 7:40, al desembarcar en la playa de Omaha. Al fondo, el cielo oscuro y los acantilados en las puertas de un reino desconocido. Y todos cerca de un inminente disparo o explosión final. La imagen es una de las más reproducidas del desembarco del Día D. La fotografía se llama En las fauces de la muerte.

Pronto, muchos caen, para liberar a Europa de la esvástica siniestra.

 

(*) Filósofo, escritor, docente, su último libro La red de las redes, ed. Continente; con una amplia página cultural, La mirada de Linceo: www.estebanierardo.com