El policial argentino vive tiempos de revancha luego de décadas de menosprecio, atrás los picos creativos de los cuarenta y los sesenta, y con autores hoy reconocidos pero tan divergentes como Claudia Piñeiro y Leo Oyola. En esta nueva avalancha de títulos aparece la primera novela del publicitario Elio Puntieri Dónde caerse muerto, que explora los restos de las historias que se escriben después de las catástrofes.
Camilo Morel, con un apellido que haría las delicias de los lacanianos con esa metonimia que desplazaría (a) Moral, es un agente de seguros freelance, y que se envuelve en una noir con las dobles caras de la sociedad, en el vórtice de countries y conurbanos, y enuncia un final enunciado dentro de un viaje de redención paternal. Apenas desembala cajas en un nuevo departamento en Cucha Cucha empieza la investigación que lo obsesionará, este pariente lejano del Jorge Vane de Manuel Peyrou con el detective Etchenique de Juan Sasturain, y que le permite sacar “las oportunidades que nos da la vida” a cada rodada de 1500, “cuando pasaron por segunda vez por la cocina y él, con su ojo profesional, notó que la puerta de la alacena que minutos antes había estado cerrada tenía, en ese momento, las dos hojas abiertas de lado a lado. Estaba tan entusiasmado que ni siquiera se detuvo en ese detalle”. Minucias que llevarán a la triple frontera de la verdad, la realidad y la ficción.
La edición a veces desordenada, con sentencias iterativas en el mismo párrafo, deslucen el afán masticado de plataforma a lo Netflix. Asimismo la veta sobrenatural, el enríquezismo sincrónico, quiebra desprolijo una de las premisas del invocado Raymond Chandler, en cuanto a no querer hacer todo al mismo tiempo. “Una atmósfera de terror destruye el pensamiento lógico del policial”, según el escritor que inventó al paradigmático Marlowe. Vale también la observación con las fatigadas transcripciones del sexdating con la madre del hijo distante, “Ayer conocí a la vecina”, y un par de chat abajo, “¿Te la cogerías?”, aspersor de la intensidad narrativa, mientras Morel desovilla la consabida corruptela nacional. Y el problema del policial argentino no es la policía argentina, una vez más, y sin parodias ni ironías.
En el involucramiento del protagonista, en tanto productor de pruebas, genera un movimiento distinto en este tipo de novelas negras, en el canon más frías y cínicas develando una determinada crítica social. El discreto costumbrismo de Puntieri está menos interesado en escarbar la mugre, aquellos males del capitalismo que el mismo Chandler desde El sueño eterno al guión de Extraños en el tren, se preocupó cazar en la identidad de lo “americano”.
“Si vos sos periodista y tenés las pelotas de meterte con la yuta, hacé tu historia y averiguá por otro lado, pero no nos vengas a joder a nosotros, macho. Porque somos los primeros a los que van a hacer cagar”, largan un par de cartoneros a Morel. El delito es inherentemente político. Y en esa frontera apenas raspa y pesquisa Dónde caerse muerto, no pudiendo aguantar la cuerina hirviendo.
Donde caerse muerto
Autor: Elio Puntieri
Género: novela
Editorial: Diotima, $ 18 mil