CULTURA
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Detrás del muro

El periodista Sergio Marchi compone una biografía integral de Roger Waters, cerebro de una de las bandas más importantes de los últimos sesenta años, en un recorrido que va desde su infancia –marcada por la desaparición de su padre en la guerra–, a la ebullición cultural de la Inglaterra de Los Beatles y los Stones y después. Syd Barrett, las giras, los discos, “El lado oscuro de la luna”, “The Wall”, David Gilmour, la militancia política y las peleas y polémicas de una carrera única, que lo encuentra vital como siempre y tocando por todo el mundo a los 80 años.

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Claves. El periodista Sergio Marchi y la tapa de su libro. | cedoc

No importa el género musical, el público argentino supo establecer vínculos especiales con los artistas que visitan el país, sobre todo con aquellos aclamados en todo el mundo. Cuanto más importante es ese artista, más fuertes terminan siendo esos lazos. En el mundo del rock, bien pueden dar fe de esto bandas como los Rolling Stones, The Ramones, Coldplay y Roger Waters.

Cuando el exbajista y cantante de Pink Floyd anunció su visita a la Argentina en 2011, los tickets para la primera función en el estadio de River volaron y pronto se anunciaron una segunda y una tercera. Algo estaba pasando.

Sergio Marchi tuvo los reflejos para entender que el fenómeno merecía un libro y se puso a trabajar contrarreloj en Roger Waters – El cerebro de Pink Floyd. Al final fueron nueve funciones, todo un récord, y la biografía estuvo lista en tiempo y forma para ilustrar a los lectores tanto en los vericuetos de una mente tan lúcida como atormentada a la vez, como en el nacimiento, apogeo y ocaso de una las bandas más influyentes de los años 60 y 70. 

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Este año, a los 80 años, Waters decidió por fin, despedirse de los escenarios, y vino a Buenos Aires, doce años más tarde. Entre las dos visitas pasaron cosas muy importantes. Una reedición del libro caía de madura. La primera parte quedó prácticamente igual que en su primera versión. 

Pérdidas, dolores, estafas y engaños: la infancia y adolescencia de Waters estuvieron llenas de sinsabores que fueron tallando su personalidad para convertirlo tempranamente en “un chico arrogante con un notable desprecio por la autoridad” y en un artista siempre disconforme.

Marchi retrata con precisión aquellos días de 1966 que desembocaron en la formación de Pink Floyd, tiempos marcados por la rivalidad entre The Beatles y The Rolling Stones. El debut con el single Arnold Layne, en 1967. La metamorfosis de Syd Barret, el cerebro original de la banda, en un alienado fruto del LSD y de una tendencia patológica, que haría que finalmente Waters tomara el timón en las letras, y el guitarrista David Gilmour y el tecladista Richard Wright, en la composición musical. La sucesión de álbumes en los orígenes con títulos estrafalarios y psicodélicos como Ummagumma y Atom Heart Mother que fueron dando forma al Pink Floyd explosivo de los 70 con The Dark Side of Moon (1973), la obra más emblemática de la banda, Wish you Were Here (1975), Animals (1977) y de The Wall (1979), la más visual y conceptual de todas. 

El libro abunda en detalles, anécdotas y hechos rigurosamente seleccionados para trazar un retrato casi hiperrealista del grupo. Cada afirmación está debidamente fundamentada y el rompecabezas se va armando sin que queden bordes desparejos ni agujeros sin cubrir. 

Los capítulos van recorriendo cronológicamente la historia, titulados apropiadamente con frases célebres de la banda, como: La vaca milagrosa, Corre conejo, corre o Los cerdos vuelan.

El dolor absurdo de la guerra y la ridiculización de la enseñanza rigurosa de la Inglaterra de los 50, son dos rasgos que aparecen recurrentemente en la obra de Waters, con un clímax en The Wall, que el libro pone de relieve.

La relación de Waters con el público local, está explicada en el prólogo. León Gieco se había encontrado con Waters en Nueva York y le dijo que tenía que volver a la Argentina porque había dos músicos que los argentinos querían mucho: él y Keith Richards. “Nueve estadios de River: no me equivoqué”, diría más tarde Gieco.

La actualización del libro refleja la politización y radicalización de Waters: su metamorfosis en un personaje polémico. La transformación de sus shows más en un meeting político que en un recital de rock. La edición de un disco de estudio, Is This the Life We Really Want?, que pasó desapercibido eclipsado por su extravagantes posturas.

El libro no es solo el resultado de aquellos reflejos de Marchi, sino también de su larga admiración por la banda y el músico, el cerebro, como dice el título, que escribió sus páginas más emblemáticas impulsado por un hecho que lo marcaría para toda la vida: la temprana muerte de su padre en la batalla de Anzio, Italia, durante la Segunda Guerra Mundial. 

Con una larga carrera periodística, Marchi hizo sus primeros palotes en la investigación literaria siguiendo los pasos de Charly García. Luego se metió en la vida tumultosa de Norberto Pa-ppo Napolitano (El hombre suburbano, 2011) y en la intrincada de Luis Alberto Spinetta (Ruido de magia, 2019). Y más recientemente publicó la mejor biografía escrita sobre Gustavo Cerati (Algún tiempo atrás, 2023). 

En el mundo de los libros de rock argentinos abundan los panfletos hermenéuticos y los predicadores dispuestos a subir al púlpito con el dedito índice en alto. No es el caso de Sergio Marchi. El autor se reserva un sobrio espacio de opinión en el prólogo y otro en el epílogo. En el prólogo adhiere a causas como la de los pueblos originarios, el feminismo y el colectivo Black Lives Matter (La vida de los Negros Importa), presentes en la obra de Waters, pero toma distancia de otras posturas radicales y abusos del poder como los que ocurren en Cuba, Nicaragua y, sobre todo en Venezuela (Marchi descree de que Waters sea un antisemita, como le endilgan, por su apoyo a la causa palestina).    En el epílogo subraya y enumera las múltiples contradicciones de una personalidad que denosta al capitalismo, ataca al neoliberalismo y a las clases dominantes, pero cuya cuenta bancaria supera en más de cien millones de dólares la de su socio en Pink Floyd, David Gilmour. Del cual comenzó a diferenciarse en 1973 y se fue distanciando hasta la relación de enemigos que profesan en la actualidad. 

Prólogo y epílogo son como las tapas finitas de un sándwich, en el que el jamón y el queso del medio están compuestos por infinidad de datos, hechos y relatos precisos. 

Todos ordenados cronológicamente con la tenacidad de las hormigas y la precisión de un relojero. Un plato lleno de sorpresas, parafraseando a Pink Floyd, que vale la pena recorrer. Sea uno fan de la banda y del músico. O no.