CULTURA
Fenómeno global

Derechos de autor y el fantasma de la inteligencia artificial

En 2021, el Parlamento Europeo pronunció la Ley de Inteligencia Artificial, la primera en su tipo, que no solo regula el uso de la IA, sino que además brinda contención jurídica a los reclamos suscitados por los derechos de autor. Esta semana, tanto en una mesa de debate desarrollada durante la Feria del Libro como a través de un comunicado difundido, distintas asociaciones de escritoras y escritores argentinos reclamaron “que los contratos de edición contengan cláusulas claras y precisas sobre el uso de inteligencia artificial (IA)”.

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Postales. Algunos de los escritores firmantes del comunicado que circuló esta semana. La escritora Rie Kudan, ganadora del prestigioso Premio Akutagawa 2024, reveló que su novela, “La torre de la simpatía de Tokio”, había sido escrita en parte con el programa de inteligencia artificial ChatGPT. | cedoc

En las jornadas profesionales, previas a la inauguración al público general, en la Feria del Libro de Buenos Aires que comenzó esta semana, la Unión de Escritoras y Escritores (UEE) realizó una mesa de debate titulada La Inteligencia Artesanal: trabajadoras y trabajadores del libro frente a la Inteligencia Artificial, en la que participaron Poli Bernatene (Asociación de Dibujantes de la Argentina), Enzo Maqueira (UEE) y Laura Estefanía (Asociación Argentina de Traductores e Intérpetes), con moderación a cargo de María Fernanda Mendoza (Internacional Authors Forum, IAF).

Previo a esto, la UEE emitió una declaración donde reclama “que los contratos de edición contengan cláusulas claras y precisas sobre el uso de Inteligencia Artificial (IA)”. A esta demanda adhieren la SEA Sociedad de Escritores de la Argentina y el Centro Pen, y especifica: “Consideramos que, en lo inmediato, los contratos de edición deben manifestar expresamente el insoslayable respeto a los derechos morales de los autores mediante cláusulas en las que se les confiera a los creadores la facultad de restringir, limitar o hasta impedir el uso de las IA en sus obras y/o para que estas se utilicen en el entrenamiento de dichas tecnologías, por lo que llama a los editores a no tomar decisiones que lesionen las autorías y los derechos correspondientes”.

Es de conocimiento público que las IA se entrenan “leyendo” todo tipo de material, del campo audiovisual al escrito, es decir, aprende para replicar tanto formas como estilos artísticos. El peligro de esto llevó al actor Keanu Reeves a incluir una cláusula en sus contratos cinematográficos que impide que los estudios manipulen digitalmente sus actuaciones con efectos visuales realizados con IA. En declaraciones a la revista Wired, en febrero pasado, fue contundente: “La gente está creciendo con estas herramientas: ya estamos escuchando música hecha por IA al estilo de Nirvana, hay arte digital NFT. Es genial, es como: “¡Mira lo que pueden hacer las lindas máquinas!”. Pero hay una aristocracia corporativa detrás que busca controlar esas cosas. Cultural, socialmente, nos enfrentaremos al valor de lo real, o su falta de valor. ¿Y entonces qué nos van a imponer? ¿Qué se nos va a presentar? Es este mundo sensorial. Es espectáculo. Y es un sistema de control y manipulación, estamos de rodillas mirando las paredes de la cueva y viendo las proyecciones, y no tenemos la oportunidad de mirar detrás de nosotros. A los lados”.

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Sin prurito alguno, dos representantes de dicha clase corporativa invocada por Reeves se expresaron en la red social X (ex Twitter), el día 11 de este mes. Jack Dorsey, cofundador de Twitter, escribió: “Delete all IP law” –siendo IP, Intellectual Property Law–, es decir: “Eliminen todas las leyes de propiedad intelectual”, que incluyen los derechos de autor. Elon Musk, actual dueño de X, aprobó esta postura.

La legislación federal norteamericana no contempla la IA, mientras las miles de demandas de autores, o propietarios de derechos, contra las compañías dueñas de algoritmos se realizan en distintos tribunales estatales (provinciales), muchos de los cuales fallaron en contra de las empresas del rubro. El argumento de Dorsey es que la legislación impide el desarrollo tecnológico, a lo cual la abogada y excandidata a la vicepresidencia en 2024, Nicole Shanahan, argumentó que estas leyes son la única barrera entre el trabajo creado por seres humanos y el generado por la IA.

En marzo del año pasado el Parlamento Europeo aprobó una ley prohíbe a los sistemas algorítmicos vulnerar los derechos fundamentales, como sistemas de puntuación social, reconocimiento de emociones, vigilancia policial predictiva o rastreo de datos biométricos para inferir raza, orientación sexual u opiniones políticas. Incluye también a los que puedan influir en el resultado de elecciones o el uso de datos financieros para evaluar clientes. De manera llamativa, esta legislación no aborda la defensa de los derechos de autor, cuando los modelos de IA generativa de imágenes y texto entrenan con datos de la web sin límite alguno.

Reafirmando la orfandad legal planetaria, así como la precariedad creativa y laboral humana ante este fenómeno global, el periódico italiano Il Foglio acaba de lanzar un suplemento de cuatro páginas íntegramente realizado por IA, en edición impresa y formato web. Contiene artículos sobre política internacional (crítico hacia Trump y los italianos que lo admiran), economía (sobre la italiana y sus proyecciones futuras) y geopolítica (sobre las promesas incumplidas de Vladimir Putin). Eso sí, ninguno cita fuentes de información humanas. La última página es una sección de cartas al editor generadas por IA. En dossier aparte, se reproduce una extensa entrevista realizada por la IA del periódico al editor humano de este, Claudio Cerasa, que resulta tan tediosa como plagada de lugares comunes.

En reportaje publicado esta semana por El confidencial, Jane C. Ginsburg, profesora de la Universidad de Columbia y experta en propiedad intelectual: “Una obra creada por completo con IA no puede tener derechos de autor”. Y respecto de que la realidad de que las IA van más rápido que la regulación humana: “Cada vez que tenemos una regulación específica queda obsoleta incluso antes de entrar en vigor”.

El debate planteado por la Unión de Escritoras y Escritores responde a un avance sobre la obra de traductores, autores, músicos, fotógrafos, artistas plásticos, diseñadores y todo creador artístico argentino. El fantasma de la IA apunta a los legisladores nacionales, acaso también ellos al borde ser reemplazados por algoritmos.

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