Si el estilo es al menos en parte el síntoma de una época, la escritura de Mercedes Roffé le pasa por el costado a ese compromiso o a ese filtro. Uno lee a Roffé y encuentra páginas de un intimismo profundo en las que sin embargo el verso les escapa a las expectativas típicas de la poesía contemporánea, en la medida en que desplaza la centralidad de un “yo”.
En Aquella ilación casi perfecta el tono es personalísimo. Pero la voz que lo compone está hecha menos de primera persona y tono confesional que de observación. La voz mira sus paisajes, sus objetos, sus citas, y es en función de eso que se hace y se transforma a sí misma y se deja mirar.
El libro está dividido en cuatro partes: la primera, “Aquella ilación…”, da título al poemario; en la segunda, “Teatro de sombras (pictogramas)”, el verso se acerca a la brevedad rigurosa del haiku para dialogar con ilustraciones en tinta de la propia Roffé. La tercera sección hace un solo poema, “El alud”; la cuarta, “Murmullos/Extravíos”, reúne prosas poéticas.
El lector puede dejarse conducir por los versos de Roffé y emularles la mirada. Tal vez ahí haya una síntesis de lo que pasa al leer: uno avanza despreocupado por una biblioteca, por un museo, y se deja deslumbrar acá y allá –sin orden aparente: la ilación del poemario es una metáfora declarada del azar– por una estatua en la calle Labé, o por las iridiscencias de un río que recuerdan a Turner. Sobre todo, por la comunión precisa que une imagen, verso e idea.
Le mot juste, en la primera sección, enuncia esta poética y deja entrever un sistema. Un sistema a la hora de escribir –por remisión flaubertiana–, y también a la hora de leer. Los primeros versos: “Entre el error/ lo obtuso/ lo fallido/ lo feliz aproximado/ lo ambiguo/ lo probable/ se abre camino/ nítido y fantasmal/ el velo de la idea/ :/ la palabra justa/ una imagen”.
Algunos poemas en esta galería capturan tal vez con más fuerza al lector y lo invitan a mirar por la ventana, como quería Wojnarowicz. Si el conjunto tiene no poco que ver con la écfrasis, hay momentos en que la imagen toma visos más personales. Hay una inversión: no es el cuadro lo que reconduce a la subjetividad del yo lírico sino que la experiencia construye primero y remite después al cuadro. En Glasswork hay un viaje en tren, y “Se desliza una gota/ por el vidrio/ y abre/ un surco entre las gotas”. Devocionario tiende más a la idea, aunque la imagen también tiene su lugar: “Pruebas de amor:/ Esperar./ Tomar prestada una palabra./ Recobrar la memoria de un lugar donde nunca se estuvo”.
La ilación de Roffé se divide en cuatro secciones, pero puede partirse en dos. Habría una serie ecfrástica en la que la imagen es mirada, leída, reinterpretada, y una segunda serie, más íntima, más vital, en la que es la imagen del poema la que nos mira. En cualquiera de los dos casos, el lector está ante una aproximación feliz: todo se trata de ese acercamiento íntimo que la voz le inventa al mirar.
Aquella ilación casi perfecta
Autora: Mercedes Roffé
Género: poesía
Otras obras de la autora: Glosa continua; Carcaj: Vislumbres; Prosas fugaces; Composición: cristales; La ópera fantasma; Cámara baja; Las linternas flotantes; La noche y las palabras
Editorial: Bajo la Luna, $ 13.500