Tres años desde el 5 de octubre de 2020. Empezó allí la decadencia mental y física de Sari, madre en el apagón de la demencia, pregunta la hija Julieta Correa, sin aspirar a la respuesta ni a la clausura. ¿Por qué son tan lindos los caballos?, el artefacto-collage de la debutante narradora, diario y crónica de las pestes colectivas y personales, es una caña que intenta pescar en un mar negro de palabras, silencios y desencuentros, a una mujer que nunca será la misma. Ni para ella ni en la memoria de Julieta.
Henri Bergson sostenía que existían dos tipos de recuerdos. Uno puro, siempre magnetizador e inaccesible, y otro imagen, que se modificaba lábil, y se actualizaba en el continuo del presente. En ese flujo arremete Correa con prosa por momentos dislocada, “si yo fuera periodista diría: una narrativa”, contradice; y en otros desafiante, en la escritura recuperada de esa madre que se empieza a perder. Mucho antes del espantoso primer año pandémico, “Diario de Sari: ‘Hoy antes de vestirme me volví a meter en la cama como una hora, y pensaba que dentro mío había un monasterio. Un espacio amplio, silencioso, donde solo estaba yo, tranquila y en paz. Aislada del mundo exterior, de los sentidos, y sin pensar… Era sumamente agradable. Lamento no tener el aguante necesario, o la capacidad, para quedarme en cama las veinticuatro horas’”, en este un posible recuerdo puro bergsoniano, y donde emerge inédita capa de la madre que el mundo percibía con chispa y despreocupada. Uno que obliga, señalaba Bergson si es –fatalmente– desenterrado, a empezar el reconocimiento del otro de cero.
Este ejercicio es el trayecto que la narradora recorre en guardias del desamparo, médicos sin atención primaria, familiares, amigos y vecinos que intentan nombrar el sufrimiento, campos de pájaros y caballos sin alambrar, y una cotidianeidad trastocada por la enfermedad, una visita inesperada en la edad de la salud, y el vigor, a prueba de vientos y pantallas. La relación con la enfermedad se halla hoy mediada de estafas, negaciones y conjuros. “¿Hay un conflicto? Las cosas que no hablamos más… ¿Sabías que con la pandemia las personas pensamos menos, recordamos menos y nos concentramos menos?”, demanda la hija de la madre del cerebro que “está desapareciendo”, como tantas otras cosas. Y en esa perspectiva propone esta no-novela de palabras justas, afirmando que escribimos porque no sabríamos cómo vivir.
Mientras otros libros de hijos que acompañan derrumbes de padres y madres, uno de ellos Mi libro enterrado, de Mauro Libertella, otro: Varia imaginación, de Sylvia Molloy, se hacen cifrados en la distancia insalvable entre uno y otro, en este se afana el rescate de un tesoro, desempolvando las palabras y los fantasmas, a punto de disiparse. Un tesoro que se irá irremediable, extraviado en diarios y conversaciones asordinadas, en las sobremesas familiares y en las fotos ajadas, pero que merece ser vuelto a contar. Ese llamado Sari.
¿Por qué son tan lindos los caballos?
Autora: Julieta Correa
Género: novela
Editorial: Rosa Iceberg, $ 22.900