CULTURA
ENTREVISTA A LaUREN REA

Cómo despertar la curiosidad

La investigadora británica Lauren Rea se propuso investigar el suceso de la revista “Billiken”, la genial creación de Constancio C. Vigil, aquella que consumieron cinco generaciones de pequeños lectores en toda Latinoamérica. Así surgió “La historia de Billiken. Cultura infantil y ciudadanía en la Argentina, 1919-2019”, que acaba de publicar Sudamericana, un libro que da cuenta del rol cultural y político que esta revista desempeñó en nuestro país durante el convulsionado siglo XX.

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Rea. La investigadora británica eligió la radionovela argentina de los años 30 como tema de doctorado. | cedoc

Lauren Rea es una investigadora británica con muchos lazos afectivos con la Argentina, que empezaron cuando sus padres la llevaron a ver Evita al teatro. El estudio sistemático de la lengua española en la Universidad de Londres, donde conoció a un argentino con el que luego se casó, y viajes periódicos a nuestro país los terminaron afianzando.

Una especialización en estudios latinoamericanos con enfoque en la Argentina y el amor por la literatura de Manuel Puig la llevaron a elegir la radionovela argentina de los años 30 como tema de doctorado. Así llegó a la cultura popular impresa, los guiones y folletines, las revistas, y de ahí a Billiken, la revista que leyeron cinco generaciones de chicos en toda Latinoamérica y que tomó su nombre de un amuleto de la cultura de masas norteamericana. 

Hoy dirige el proyecto transmedia “Grandes mujeres latinoamericanas”, la plataforma que ofrece recursos descargables para trabajar en las aulas, en esta etapa donde Billiken se enfrenta al desafío de recuperar ese lazo entrañable con los lectores, que a lo largo de un siglo los acompañó en las tareas escolares y, sobre todo, en los recreos. 

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A propósito de la publicación de La historia de Billiken. Cultura infantil y ciudadanía en la Argentina, 1919-2019, habló con PERFIL del rol cultural y político que esta revista desempeñó en nuestro país durante el convulsionado siglo XX.

 —¿Por qué elegiste “Billiken” como objeto de investigación?

—La verdad es que reunía todo lo que a mí me interesaba: la cultura popular impresa efímera, el trabajo con el archivo, que en el caso de esta revista es impresionante, muy completo, y porque es un producto que está muy inserto en la cultura, en la vida de la gente. Y poder trabajar con el archivo completo de una revista de 5.144 ejemplares es un sueño.

—¿La ideología conservadora que exhibe la revista a lo largo de su historia y que, a pesar de los cambios políticos, se mantuvo tendrá que ver con la función pedagógica que tuvo desde los comienzos, siendo la escuela, como aparato ideológico del Estado según Althusser, una institución conservadora de por sí?

—Sí, es una de las razones pero también tenía que ver con la ideología de su fundador, Constancio C. Vigil, y la que viene del entorno de la editorial. El hecho de estar tan vinculada a la escuela fue una elección porque nunca tuvo un vínculo oficial con la institución escolar, con el Estado. Fue pensada desde el comienzo para acompañar el material de estudio de la escuela.

Su trabajo recupera la figura de Constancio C. Vigil, que quedó bastante borroneada en la historia de la literatura infantil argentina, un escritor, periodista y empresario que tenía una clara idea de transmisión cultural. Fue el autor del famoso libro de lectura para primer grado, ¡Upa!, el creador de la colección Billiken, de los cuentos de La hormiguita viajera y El mono relojero, de lectura obligatoria en las escuelas. “Él tenía la clara intención de vincularse con gente de la cultura de toda América y una visión clave de lo que era construir su legado, a través de las revistas de su editorial y de sus libros. Trabajaba para que sus libros estuvieran incorporados en el currículo de las escuelas, no solo de acá. Era muy emprendedor, en un momento en que acá no estaba muy bien visto; de hecho, toda esa mística en relación con la importancia de la formación moral de los niños había logrado ensamblarla dentro de un proyecto comercial”.

—¿La llamativa buena relación de la revista con los gobiernos de diferente signo puede haber sido la causa de su permanencia a lo largo de un siglo?

—Las causas son varias. Aunque es un elemento clave esta modalidad de ponerse de acuerdo con el gobierno de turno (incluso con los que no estaba ideológicamente vinculado, como el primer peronismo, con el que convive muy bien a través de la difusión de material político en la revista), no es el único factor, porque esto te permite subsistir pero no te garantiza ventas. Y la revista sigue vendiendo, aun cuando aparece Anteojito, en 1964, su gran competidor. Incluso esta rivalidad ayudó a Billiken, porque tuvo que pensar estrategias para no perder lectores. Y lo primero que hace es sacar un álbum de figuritas, una acción nada novedosa, pero que lo vincula de vuelta con sus lectores, que empiezan a coleccionarlas. Las figuritas escolares que ustedes me cuentan que recortaban tomando la leche hicieron que permaneciera en las escuelas y, por extensión, en las familias. Esto le dio una vida nueva. Cuando llega la revista Genios, en los 90, si bien le saca muchos lectores, en realidad sigue la línea de Billiken de acompañar los contenidos de la escuela. A lo que no pudo sobrevivir es a la llegada de internet y las plataformas, y a las maneras en que accedemos hoy a la información y al material escolar.

—Más allá de que “Anteojito” tenía un universo propio de personajes que la hacían muy atractiva, ¿qué diferencias había entre las dos?

—Yo creo que son menos diferentes de lo que la experiencia de los lectores me llevaría a creer. Los lectores de Anteojito dicen que el contenido era menos educativo y más entretenido, aunque la revista desde el comienzo sigue los contenidos escolares. Hay una nota editorial en el primer número, donde García Ferré habla de sus propósitos para la revista y es bastante similar al de Billiken. No se plantea un concepto más moderno de la niñez, pero lo que sí tiene es este mundo multimediático de la televisión y del merchandising, que es algo que Billiken no tiene.

Evidentemente, la experiencia de la lectura de revistas en la infancia quedó obsoleta. Más allá de cuestiones de añoranza del pasado, esa experiencia física que ofrecían las revistas de recortar, pegar, dibujar, pintar, leer, escribir, etc., desapareció, lo que lleva a preguntarnos si esto no tendrá consecuencias en el aprendizaje. 

—Yo creo que no desapareció pero que no necesariamente vas a tener toda esa experiencia en un solo producto, como era una revista. Y también hay que pensar que una revista como Billiken es única, yo no encontré otra así. Cómo habla, cómo se vincula con los lectores, esa insistencia desde el comienzo en las fechas patrias en el contexto de un país como la Argentina, que está construyendo un público lector, en el momento de masificación de la escuela pública. Tener una revista de contenido tan variado, que no es solo escolar, que quiere educar a través del entretenimiento, invitando a los niños a armar el Cabildo, es una forma de involucrarlos en la construcción de la patria. Eso no pasa con todas las revistas. En mi país las revistas para niños eran de historietas nada más. Ahora, en las escuelas se sigue recortando, pegando, armando, aunque se descargue de internet y se imprima a demanda. Por lo tanto, esta materialidad no se fue de las escuelas, solo hay que buscarla en distintas fuentes. Y también se trata de ver de qué manera usar las nuevas tecnologías de una forma positiva, cómo acceder a la información, cómo discernir la falsa de la real, cómo hacerlas convivir con las demás experiencias.

—¿Qué es “Grandes mujeres latinoamericanas”, el proyecto transmedia ligado a la revista, que codirigís?

—Este proyecto nace primero con un libro ilustrado, 100 mujeres latinoamericanas, que publicamos para el centenario de Billiken. Fue como la publicación oficial, que en vez de mirar hacia atrás y apelar a su propia historia, como se hacía en cada aniversario de la revista, miraba hacia el futuro. Y las cien mujeres latinoamericanas remitían a los cien años de la revista y, a la vez, se propuso saldar esa deuda que la revista tenía con las mujeres, que prácticamente no estaban representadas. A partir de ahí empezamos a trabajar con docentes y, como llevar el libro al aula es costoso, surgió la necesidad de generar recursos alrededor del libro. Entonces desarrollamos esta la plataforma que tiene recursos educativos descargables, en paralelo al desarrollo de la propia plataforma de Billiken, Billiken.lat, que también dispone de recursos descargables para las efemérides. Y si bien están presentados en formato de nota, la idea es desarrollar material para niños y niñas de hoy, lo que es todo un desafío. A la vez hay que crear esa audiencia porque, durante los últimos años de la revista en papel, muchas personas creían que no salía más. La tirada era cada vez menor porque la gente la compraba cada vez menos y después esa misma gente se quejaba de que no salía. Entonces la revista se volvió insostenible, y con la pandemia, mucho más. Ir al encuentro del mundo digital es algo que la marca debería haber hecho mucho antes y también incorporar nuevas narrativas para que Billiken pueda mantener lo que la hizo interesante.

—Entonces queda por delante el trabajo de retomar el contacto directo con los chicos. ¿Este el futuro de “Billiken”? 

—Sí. Es un proceso largo, requiere inversión, formar equipos, seguir aprendiendo, sin olvidar la esencia de la revista. Ese es el desafío, recuperar el espíritu que tenía Billiken de despertar la curiosidad.