Evangelina Jaime tiene 47 años y tiene la responsabilidad de conservar la memoria de una lengua que se mantuvo en secreto durante 200 años. Se trata del lenguaje de los Chaná, un pueblo originario que vivió a la vera del Paraná durante siglos. A ella el conocimiento se lo transmitió su padre, Blas Jaime de 90 años.
Blas Jaime lleva 20 años comprometido con que esa lengua indígena argentina no muera y convirtió a su hija en la guardiana de la memoria de su pueblo. “Cuando se daba por perdido el idioma, aparecí yo”, detalló Blas a El País de España.
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A él le legó la tradición su madre Ederlinda “Morocha” Yelón y a ella se lo transmitió su madre y así de generación y generación. Eran las mujeres las encargadas de educar en la memoria de su pueblo, pero como a Ederlinda se le murieron sus tres hijas, le pidió a Jaime que tomara la responsabilidad de conservar la memoria de Chaná.
Cuando Blas cumplió 70 años y estaba retirado de la vida laboral como predicador mormón, le contó a una descendiente de indígena su origen Chaná. La mujer apenas pudo salir de su asombro ante semejante revelación, ya que creía que no había ningún representante vivo de esa cultura y decidió invitarlo a contar en escuelas sobre su identidad. En ese momento la Unesco había inscrito el chaná como una lengua extinta en su Atlas de Lenguas del Mundo.
Chaná no se extinguió
Blas se enfocó en demostrar que su lengua seguía existiendo y a relatar la historia de su pueblo y para eso contó con el apoyo de su hija. Ambos comenzaron a reconstruir en formato escrito una lengua exclusivamente oral. “Empezamos a anotar. Él me decía una palabra y el significado y lo iba poniendo por orden alfabético”, detalló la hija de Jaime al medio español.
Con mucho trabajo lograron crear el diccionario de la lengua. También los ayudó el lingüista Pedro Viegas Barros, especializado en lenguas originarias latinoamericanas e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Fue él quien corroboró que se trataba de una lengua originaria y no de un dialecto o una deformación de otro idioma o un invento.
“Blas Jaime es considerado una figura clave por la Unesco debido a su rol en la conservación de esta lengua indígena de Argentina y Uruguay”, destacó Ernesto Fernández Polcuch, director de la oficina regional de la Unesco en Montevideo y representante ante Argentina. El organismo de las Naciones Unidas lo declaró como el último chaná parlante.
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La historia del silencio de varias lenguas de pueblos originarios tiene que ver con la persecución y discriminación a la que fueron sometidos. Según contó Evangelina, hubo un tiempo en el que a los chicos les cortaban la punta de la lengua o les pinchaban un ojo si hablaban en chaná.
Ella misma cuando compartió en la escuela que era descendiente de los chanás sufrió acoso escolar. Sus compañeros usaban “india” o “negra” para insultarla. Por eso la primera vez que su padre le propuso aprender la lengua, ella dijo que no porque en ese momento sus pares la discriminaban por su identidad.
Pero con el pasar de los años, Evangelina decidió que quería asumir la responsabilidad de ser guardiana de su cultura y a la vez difundirla, porque se trata de un compromiso con su sangre y sus afectos.