CULTURA
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Carnaval de Corrientes: mitos y diversidades

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Carnaval de Corrientes
El desfile de una agrupación por el Orgullo LGBTQ+ cerrando la comparsa Arami marcó un hito en los corsos goyanos. | Frida Jazmín Vigliecca

Del carnaval “Caté” (elegante-refinado en guaraní) como lo nombró Rodolfo Walsh en sus crónicas litoraleñas, hasta los reconocimientos honoríficos a las diversidades sexuales en la actualidad, el carnaval es parte de la cultura argentina y un momento ideal para, como dice Roland Barthes, crear nuevos mitos que provengan de manifestaciones marginales que pasan de una existencia cerrada, muda a un estado oral, abierto y plural.

“El señor Boschetti miró al cielo y dijo:

–Con tal que no llueva –parecía preocupado.

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–Si la luna se hace con agua –agregó–, estamos perdidos.

Desde setiembre a febrero había llovido día por medio en Corrientes. Había grandes zonas inundadas y las pérdidas eran tremendas: 90% del algodón, 60% de tabaco, 80% de arroz. Pero lo que desesperaba al señor Boschetti era la posibilidad de que las lluvias arruinaran, además, el carnaval.

El próspero comerciante en farmacia y presidente de la comparsa Ara Berá no estaba solo en esa inquietud. Lo acompañaban decenas de organizadores, centenares de comparseros y millares de espectadores” (Rodolfo Walsh, El violento oficio de escribir)

El Carnaval en la provincia de Corrientes, denominado La Cuna del Carnaval, posee una tradición que se remonta desde el siglo XIX con características comunes a otros carnavales de otras regiones de la Argentina, sin embargo, cabe destacar que las influencias del país vecino Brasil han vestido de singulares propuestas desarrolladas hasta la actualidad; desde la samba enredo por ejemplo hasta las fastuosas carrozas o la scola do samba y sus grupos de pasistas.

Como bien lo retrata el fragmento de la crónica de Rodolfo Walsh “Carnaval Caté” publicada en abril de 1966 en el número 35 de la revista Panorama, aparece en la población el miedo del comerciante porque no lloviese pues había carnaval. Lo cual deja al descubierto una enorme contradicción del pueblo correntino que el autor describe con maestría: mientras miles de ciudadanos estaban bajo agua ocurría el carnaval.

“Sobre el fondo de la inundación, se celebra el carnaval más fastuoso del país”.

Mucho tiempo ha pasado desde esos años 60 hasta nuestra actualidad, sin embargo, los correntinos seguimos habitando esa contradicción, una provincia prendida fuego con focos de incendios que llevan más de 250000 hectáreas perdidas, muerte centenares de animales y destrucción total de viviendas junto con la muerte de una maestra y temperaturas extremas de más de 40 grados centígrados, hacen de un territorio de humedales y ríos un infierno con días contados. Así y todo, las expresiones populares como el carnaval no se suspenden porque vive en sí un ritual de trance y transformación.

Pero, ¿por qué es tan importante el carnaval?

En un mundo de disciplinamientos y anegaciones del deseo, el carnaval se ofrece como una plataforma de libertad y juego, cada bailarín prepara su vestuario meses antes del ritual poniendo total expectativa en esas noches de fiesta donde el tiempo parece borrarse y las fronteras entre la vida y la muerte parecieran correrse. Es, sin duda alguna, una resistencia al mandato, a la hegemonía sociocultural y a los mecanismos de disciplinamiento.

El carnaval es una expresión cultural que funda nuevas representaciones en cada imagen, por eso su pasarela no deja de ser una plataforma de visibilización y reivindicación de hechos, costumbres, ritos y mitos de nuestra región. Y las anchas avenidas devenidas corsódromos poseen el potencial de ser, junto a sus comparsas, el germen de nuevos mitos que capturan ciertos discursos ocultos, velados.

En palabras de Roland Barthes en Mitologías: nuestras creencias más férreas son producto de una convención social y no de verdades evidentes por sí mismas, no son algo natural que el ser humano absorbe, sino que en ellos hay intereses, relatos y conflicto. Existe todo un sistema subyacente de convenciones sociales por develar que hace posible la emergencia de significados.

Por eso me detendré a nombrar dos hechos de relevancia que ocurrieron en los corsos correntinos, el primero súper viralizado en redes sociales fue la representación de la figura del Gaucho Antonio Gil en la comparsa Ará Berá, donde justamente la narrativa general de la misma fue santos e ídolos populares como una forma de reivindicación del sincretismo religioso del territorio.

El segundo evento, menos mediatizado pero según mi mirada de extrema importancia por haber marcado un hito en los corsos Goyanos, se refiere al desfile de una agrupación por el Orgullo LGBTQ+ cerrando la comparsa Arami. Siendo la primera vez en la historia de los corsos correntinos que una agrupación por la diversidad sexual salieran por una avenida comparsera.

Con el lema “Acá no sobra nadie” llenaron de color, alegría y orgullo el cosmódromo, donde recibieron el aplauso y los vítores de apoyo de un pueblo que respeta las diversidades a pesar de tanto discurso de odio circundante.

Los carnavales funcionan como una vidriera contemporánea, pero ese vidrio está roto y son muchos sus pedazos: diversos y singulares. Visibilizar las historias alternativas, las historias no contadas es un derecho humano y una manifestación que le pertenece a cada pueblo. Un pueblo que festeja el carnaval en plena crisis cuenta con su propia historia con acción, decisión y organización.