El ganador del Nobel de literatura Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959) dejó en su último libro, El misterio de la fe, su testimonio de cómo se convirtió al catolicismo. El escritor confesó que tras su segundo divorcio sintió que su vida “colapsó”, sobre todo por su excesivo consumo de alcohol.
El misterio de la fe, publicado en diciembre en italiano, comparte una conversación con el teólogo católico Eskil Skjeldal, donde detalla su camino a la fe cristiana que se presentó como la única respuesta posible para sanar su vida.
En ese camino, Fosse, es honesto respecto a las contradicciones que vivió, las desilusiones, las idas y vueltas, hasta lograr sentir esa unidad entre su vida, el arte y la espiritualidad.
La lucha de Fosse con el alcohol
“Desde finales de los ochenta”, cuenta Fosse que mantuvo un vínculo cotidiano con el alcohol. También asegura en el libro que bebía todos los días después de las cinco de la tarde y que no llegaba a tener “borracheras descontroladas”, pero se había convertido en una necesidad. “Bebía sobre todo porque siempre me ha costado sentirme cómodo en contextos sociales amplios”, explicó, según consigna María Rabell García en Eldebate.com.
“Le debo mucho al alcohol, lo digo con gran honestidad. No habría sido capaz de hacer todo lo que he hecho en mi vida sin él”, también reconoció, pero ese es un juego de doble filo, su vida empezó a convertirse en “una especie de suicidio prolongado, aunque no fuera algo que quisiera conscientemente”.
“Hay algo de verdad en el mito de que para ser un buen artista tienes que sufrir, o al menos haber sufrido, tienes que haberte purificado a través del sufrimiento. Creo que lo mismo ocurre para llegar a la fe. La fe se enraizó en mí a través del dolor y el sufrimiento. Me acerqué a la fe tanto a través de la depresión y la angustia como, en parte, a través de una autodestrucción que desembocó en el alcoholismo”, detalló el Nobel.
En ese proceso de abandonar el alcohol, convertirse al catolicismo y de reconstrucción de su vida fue acompañado por su esposa. “Juntos llegamos a la conclusión de que queríamos pertenecer a la misma confesión”, relata el escritor. “La fe no necesita de una Iglesia, pero yo, Jon, como ser humano, la necesito. O al menos la necesito en el punto de mi vida en el que me encuentro ahora”, reflexionó.
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“Dios está cerca y lejos. Muy, muy lejos y muy, muy cerca. Lo extraño fue cuando comencé a ingresar en la comunidad católica. La práctica de la Eucaristía me hizo creer en Cristo, no la historia en sí o la Biblia. Decidí pensar en mí mismo como católico. Trato de ir a misa una vez por semana, no necesariamente los domingos”, había señalado en 2024 en diálogo con Alessandro Giannini, para Revista VEJA.
LT