CULTURA
crítica

Aquel mundo tan esquivo y fatal

Comparada con otras novelas que abordan temáticas similares, Nombre de familia no pone el foco en cuestiones políticas, si bien no las elide, sino que se adentra en la cotidianeidad de una familia platense con un fuerte compromiso militante, acosada por la represión militar.

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Nombre de familia es la primera novela de la narradora Cecilia Ferreiroa. Tiene como telón de fondo los años de plomo de la última dictadura militar argentina. La historia está contada desde la mirada de una niña que va superponiendo voces, situaciones, lugares, lo que tiene mucho que ver con la historia personal de Ferreiroa, quien pasó su infancia en el exilio, en México y Venezuela

Comparada con otras novelas que abordan temáticas similares, Nombre de familia no pone el foco en cuestiones políticas, si bien no las elide, sino que se adentra en la cotidianeidad de una familia platense con un fuerte compromiso militante, acosada por la represión militar. La primera sección del libro se titula “Todo lo lateral es central”, lo que nos orienta sobre los caminos que tomará el relato: “En los períodos en que el Negro volvía a vivir con nosotras, yo lo seguía a todas partes. Íbamos a jugar al tenis, llevábamos las raquetas, nos poníamos ropa cómoda y zapatillas, y jugábamos en la cancha de la Villa Olímpica”. El peso de Nombre de familia recae sobre estos pequeños episodios que muestran una joie de vivre que ni siquiera la tragedia pudo borrar.

Los integrantes de la familia se disgregan, padecen el exilio, se vuelven a juntar, en un vaivén interminable, donde aparecen primos, tíos, abuelos, proyectados en una cinta continua que prescinde de la estricta cronología y se deja llevar por las intermitencias de la memoria, por esos chispazos que iluminan la nebulosa del recuerdo. Las interrupciones provocaban baches en las relaciones familiares: Ferreiroa rescata esos momentos donde se reunían parcialmente y las pocas veces que pudieron estar todos juntos. En “Esas fotos” se celebra el poder de la fotografía, por lograr retener escenas irrepetibles: “Cada momento se revelaba como algo extraordinario. La risa que captaba estaba cargada de vida, de felicidad (…) La mano extendida de mi hermana para tomar la tostada que le daba mi madre era un gesto que contenía todo el amor, toda la unidad del vínculo entre ellas”. La escritura suele tener funciones similares: Nombre de familia da cuenta de ello. El libro es un álbum de fotos ilustrado con palabras.

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Aunque el secuestro, la desaparición o el exilio rondaran sin cesar, había instantes donde el cariño y el amor se mostraban en toda su magnitud (“nos mostraba la agitación de lo sagrado”). Ese acento en los lugares comunes de la existencia obra como un bálsamo, el pulso vital se mantiene firme aunque todos estuviesen cerca de un volcán en erupción.

La escucha y la atenta observación de esa niña va registrando fragmentos de conversaciones y su particular percepción de los parientes: “Usaba unos bigotes setentosos enormes que le cubrían la boca. Apenas se entrevía, se intuía más bien, la línea tenue de una sonrisa cuando hacía sus bromas. El tío Alfredo no era Alfredo sin esos bigotes. Los bigotes eran él”.

Reponiendo cada detalle con una mirada afectiva y celebratoria, la niña dibuja un mural colorido, para comprender aquel mundo tan esquivo y fatal.

Nombre de familia

Autora: Cecilia Ferreiroa

Género: novela

Otras obras de la autora: Señora Planta;

La parte enferma

Editorial: Emecé, $ 24.900

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