CULTURA
pesar en el cine argentino

A los 98 años, murió el director de cine, productor y novelista Manuel Antín

El cine argentino perdió el jueves pasado a uno de sus grandes referentes. Director, guionista y novelista, cuya huella en el séptimo arte es invalorable. Con una carrera que abarcó más de cinco décadas, Antín no solo dejó una impronta profunda con sus films, sino que también fue un mentor inigualable para generaciones de cineastas y un pilar fundamental en la creación de la Universidad del Cine. En 2016 publicó la que hasta ahora es su única novela.

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Antín. Arriba: el director de cine en su despacho de la FUC, que él mismo fundó. Al lado: la novela que publicó en 2016. | cedoc

Manuel Antín, uno de los más grandes directores y guionistas del cine argentino, falleció el jueves pasado a los 98 años. La Universidad del Cine, institución que él mismo fundó y dirigió durante décadas, anunció la triste noticia a través de un comunicado.

A lo largo de su carrera, Manuel Antín no solo se destacó como cineasta, sino que su versatilidad lo llevó a ejercer también como guionista, productor, dramaturgo, poeta y novelista. Cada una de estas facetas aportó una perspectiva única a su obra cinematográfica, enriqueciendo su enfoque creativo y narrativo. Su contribución al cine argentino es invaluable, ya que supo fusionar su sensibilidad artística con un profundo entendimiento de la narrativa visual.

Uno de los aspectos más destacados de su carrera fue su estrecha colaboración con el escritor argentino Julio Cortázar, un vínculo que dio lugar a algunas de las adaptaciones más memorables de la literatura argentina al cine. Antín se aventuró a trasladar la complejidad y riqueza de la obra de Cortázar al lenguaje cinematográfico, logrando captar la esencia de relatos intrincados y psicológicamente profundos del autor de Rayuela. Entre estas adaptaciones se encuentran La cifra impar (1962), inspirada en el cuento Cartas de mamá; Circe (1964), basada en el relato homónimo; e Intimidad de los parques (1965), que versiona Continuidad de los parques y El ídolo de las cícladas.

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Antín fue también una figura fundamental en el regreso a la democracia en Argentina tras los años de la dictadura. Su aporte fue decisivo en 1983, cuando, apenas nombrado director del Instituto Nacional de Cinematografía (INC), impulsó la derogación del Ente de Calificación Cinematográfica a través del primer decreto firmado por el presidente Raúl Alfonsín. Esta decisión representó mucho más que una disolución burocrática: fue un acto simbólico que permitió eliminar una política estatal restrictiva que censuraba el arte y limitaba la libertad creativa de los cineastas.

La eliminación de este organismo no solo puso fin a una etapa de control sobre las obras audiovisuales, sino que instauró un nuevo panorama para la industria cinematográfica argentina, donde la libertad de expresión se convirtió en un derecho garantizado. Los realizadores pudieron, a partir de entonces, explorar nuevas temáticas, dar voz a relatos anteriormente prohibidos y expresar sus ideas sin temor a la censura. Este cambio trascendental sentó las bases para el renacimiento del cine argentino en democracia, donde se recuperaron obras y artistas silenciados.

Bajo su liderazgo en el INC, actual Incaa, Antín no solo trabajó en la eliminación de barreras legales, sino que también impulsó la reapertura de escuelas de cine, un aspecto fundamental para la formación de las futuras generaciones de realizadores. Entre sus logros más importantes se destaca la creación de la carrera de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires, un proyecto que surgió de un convenio con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FADU). Esta iniciativa consolidó un espacio académico de vanguardia, orientado a profesionalizar y potenciar el talento cinematográfico del país, asegurando así el crecimiento de la industria audiovisual a largo plazo.

En 1991, Antín fundó la Universidad del Cine (FUC), institución que rápidamente se consolidó como uno de los centros de formación audiovisual más prestigiosos de América Latina. Su visión pionera y su incansable compromiso con el cine lo llevaron a dedicar los últimos años de su vida a construir un espacio académico que impulsara el desarrollo de nuevas generaciones de cineastas. Bajo su liderazgo, la FUC no solo ofreció una formación técnica de excelencia, sino que también se convirtió en un referente para la creación, el pensamiento crítico y la innovación en el ámbito audiovisual. Además, fue miembro de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, dejando un legado imborrable en la historia cultural del país.

En 2016, Antín dio a conocer una nueva faceta artística que mantenía en secreto: el sello argentino Aurelia Rivera publicó una novela que el autor mantenía inédita (por pudor, por inseguridad): Alta la luna. La novela, de tono existencialista, habla de la rebeldía frente a la injusticia y la resignación; se trata de una obra febril y extraña cuya trama transcurre en el espacio mental del protagonista.

“El lector juzgará si fue una buena idea convertir este manuscrito en libro. Al principio dudé si publicarlo, me parecía extraño cambiar de personaje, de cineasta a escritor, de un día para otro. Otra persona, otro tiempo, no parece que fui yo quien la escribió. Aunque es cierto que es parte de mi vida”, afirmó entonces Antín, que a sus 90 años continuaba dirigiendo la Universidad del Cine de Buenos Aires, que él mismo había fundado.

Dos años después, en julio de 2018, la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) le otorgó el reconocimiento a la trayectoria como cineasta.