Mucho se ha escrito sobre el día después de la pandemia. Las consecuencias económicas, el impacto en la conducta sanitaria, la higiene, el distanciamiento social, y qué será de todo ello una vez pasado el Covid-19. También, sobre cuáles serán los hábitos sociales que pueden permanecer, y las nuevas formas de trabajo y educación. Será un antes y después del coronavirus, la llamada “nueva normalidad”.
Ha habido, incluso, consideraciones acerca de la mayor transparencia, la solidaridad creciente, la menor discriminación, el mayor respeto y responsabilidad, una profundización en la humildad frente a la impotencia y la incertidumbre, una valoración de lo importante y reconocimiento de lo trivial y efímero, mayor sentido ciudadano, control y autocontrol, el surgimiento de liderazgos más auténticos. Se piensa que estas novedades permanecerían pasada esta situación.
Es muy difícil profetizar que pasará. Sin embargo, prevalecen sentimientos escépticos en relación con este probable futuro.
Más allá de los casos de corrupción y abuso de poder, los dirigentes han transformado la pandemia en una cuestión política
Hoy, volvemos a presenciar conductas que distan de todo lo anterior nacido en el comienzo de esta cuarentena, especialmente en la clase política. Más allá de los casos de corrupción y abuso de poder, los dirigentes han transformado la pandemia en una cuestión política.
Por otro lado, todos los hábitos reseñados son virtudes individuales que no se adquieren de un día para el otro. Las “conversiones tumbativas”, al estilo de San Pablo camino de Damasco, han sido escasas a lo largo de la historia. La capacidad de olvido es enorme y el relajamiento -sin una causa de fuerza mayor que lo evite- llega muy pronto.
No hay que olvidar que las virtudes se adquieren con esfuerzo, mediante la repetición de actos. La pandemia no reemplazará a la educación y la ley, fuentes principales de las virtudes. Se ha generado un comportamiento colectivo mayoritariamente responsable en base a la amenaza del castigo legal y al miedo a la enfermedad. Pasados los cuáles, ¿por qué va a permanecer ese comportamiento? Ha habido otras pandemias, grandes crisis económicas y financieras, y nada ha cambiado.
Si la pandemia arrojara decisiones de repetir los actos que generen virtudes por parte de algunos líderes, podríamos pensar en algo mejor para el futuro. Ellos son los principales responsables
La mayor oportunidad está en la toma de consciencia por parte de los líderes de la sociedad de que estos hábitos son una necesidad para un mundo mejor. No creo en la frase “todos tenemos la culpa” toutcourt. Hay grados de culpabilidad y responsabilidad. Y la mayor corresponde a la autoridad.
Autoridad que no es poder simplemente, sino que proviene del ejemplo. Si la pandemia arrojara unas cuantas “conversiones tumbativas” o decisiones firmes de repetir los actos que generen virtudes por parte de algunos líderes, podríamos pensar en algo mejor para el futuro. Ellos son los principales responsables. De lo contrario, pasará como en el viejo juego del Estanciero: “vuelva al casillero inicial”.
*Vicerrector de asuntos académicos de la Universidad Austral y profesor del IAE Business School.