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PANORAMA INTERNACIONAL

Viajes de ida entre mundos paralelos

La semana produjo postales contrastantes en el escenario internacional. La liberación de Assange, el fallido golpe en Bolivia, o el debate entre Biden y Trump mostraron realidades diversas. La inserción de Argentina en ese rompecabezas.

trumpbiden30-06-2024
TRUMP-BIDEN. La imagen de fragilidad de Biden fue lo que más preocupó en filas demócratas, donde se ha llegado a hablar de buscar un modo “elegante” de sustituirlo. | NBC NEWS

Semana atiborrada de noticias internacionales y títulos llamados a hacer historia en un presente cargado de posverdades, realidades paralelas y contradictorios protagonistas que pregonan distopías o sacan partido de sus máscaras de outsiders, aunque algunos puedan disimular cada vez menos sus uniformes de empleados del establishment real.

Desenlaces en apariencia esperanzadores, de crisis que remontan a otros tiempos, se mezclaron con sucesos y especulaciones que dejan entrever intrigas o siembran más interrogantes sobre futuros ya de por sí inciertos.

Con escasas horas de diferencia, un acuerdo posibilitó la salida de la cárcel del fundador de WikiLeaks, Julian Assange; una fallida asonada militar amenazó con detener o hacer retroceder otra vez los relojes de la democracia en Bolivia, y un debate televisivo contrapuso los lapsus de uno y las mentiras de otro, en un nuevo round entre quienes pugnan por ocupar el Despacho Oval de la Casa Blanca en los próximos cuatro años.

Vayamos por partes

 La salida de prisión y el regreso a su Australia natal, 1.902 días después de que perdiera su libertad a raíz de la persecución sufrida por sus revelaciones de numerosos crímenes cometidos por Estados Unidos, significa mucho más que el triunfo personal de Assange en la batalla judicial que libró durante más de una década. Tiene el valor de mostrar que los reclamos internacionales y las acciones llevadas a cabo para denunciar su situación no fueron en vano.

Claro que para poder abandonar la prisión británica en la que había sido recluido a la espera de una eventual extradición a Estados Unidos, luego de que Lenín Moreno revocara el asilo que el expresidente Rafael Correa le había concedido en la embajada de Ecuador en Londres, los abogados del mentor del sitio de filtraciones tuvieron que pactar.

Assange se declaró culpable de un delito de espionaje frente a una corte federal de las Islas Marianas del Norte, un remoto enclave estadounidense en el sur del Océano Pacífico, a poco más de tres mil kilómetros de Australia. Los fiscales pidieron 62 meses de cárcel para Assange frente a los potenciales 175 años que podrían haberle caído si lo hallaban culpable de un total de 18 cargos que componían la imputación inicial. La jueza del caso reconoció a Assange sus cinco años como preso en el Reino Unido y dispuso su liberación.  

Más allá de las emotivas imágenes del regreso de Assange a su país y del reencuentro con su familia, cabe preguntarse cuál será su papel y el de Wikileaks de ahora en adelante. En aras de la credibilidad de su sitio será indispensable mostrar con hechos que el acuerdo no tuvo ningún condicionante oculto, ni menguará el papel que ambos ejercieron para desnudar los crímenes de las tropas norteamericanas en Irak, Afganistán y otras guerras, los espionajes a líderes de medio mundo, o las torturas y vejámenes que la CIA imponía a prisioneros desde Abu Ghraib a Guantánamo.

“El trabajo de Wikileaks continuará y el señor Assange será una fuerza continua a favor de la libertad de expresión y la transparencia en el gobierno”, prometió Barry Bollack, el abogado del australiano que hace más de una década sacudió al mundo con sus archivos secretos revelados. 

Tensión, bochorno y ¿alivio?

Al promediar la semana que pasó, la atención mediática y las tensiones institucionales tuvieron como epicentro a Bolivia, donde lo que horas antes habían sido rumores o acusaciones cruzadas de una posible trama golpista en ciernes derivaron en la irrupción de militares fuertemente armados en la emblemática Plaza Murillo. Frente a ese solar paceño se yerguen los edificios del Congreso y de la vieja sede presidencial, el Palacio Quemado, a cuya puerta principal embistieron uniformados insurrectos con una tanqueta.

Las imágenes de la asonada y las declaraciones de su líder, el general Juan José Zúñiga, quien horas antes era jefe del Ejército boliviano y cuya destitución se había dispuesto tras declaraciones de tinte político y amenazante contra el expresidente Evo Morales, resultaban patéticas. Una postal que remitía a repetidas rupturas antidemocráticas del siglo pasado, mezclada con un casi caricaturesco personaje que se arrogaba una legitimidad a todas luces inexistente.

Sin embargo, la historia trágica del golpe de hace sólo un puñado de años en Bolivia y la irrupción de cada vez más personajes caricaturescos que se convierten en actores de la escena política global obligan a no soslayar la gravedad y los peligros que entrañan lo ocurrido.

Más aún cuando se piensa que las disputas internas entre Evo y Arce, quien otrora fuera su ministro del “milagro económico”, hoy no sólo impactan al interior del Movimiento al Socialismo (MAS, que ambos integran) o el Parlamento. Esas disputas y cierta fatiga que muchos achacan al modelo pueden abonar el terreno para que emerjan candidatos opositores con el remanido y efectista discurso de la antipolítica, en las elecciones presidenciales que tendrán lugar dentro de 13 meses.

En el terreno de las tesis conspirativas el fracaso del intento golpista de Zúñiga puede relativizarse a partir de sus dichos posteriores a su detención, cuando afirmó que todo había sido una puesta en escena pergeñada por el presidente Arce para elevar una popularidad que estaba cayendo en picada. Así el militar sublevado, considerado hasta esta semana como incondicional de Arce y acérrimo detractor de Evo, metía una cuña entre ambos y daba pie a Morales y seguidores para sostener que el principal opositor a una nueva postulación del exmandatario es el actual presidente.

Si Bolivia no integrara junto a Chile y Argentina el mentado “triángulo del litio”, por el que La Paz profundizó convenios con China y al que Estados Unidos considera entre sus intereses estratégicos, esta pelea sería una típica puja interna por el poder. El trasfondo da para pensar en mucho más que eso.

Fallidos y sombras.

Aunque sus respectivos partidos aún no los han nominado oficialmente  para los comicios del primer martes de noviembre próximo, el presidente estadounidense, Joe Biden, y el magnate y exmandatario Donald Trump, se vieron las caras el jueves en el primer debate televisado de este año.

La mayoría de las lecturas y análisis de ese cruce se centraron en los lapsus o lagunas que tuvo el actual gobernante en diversos pasajes, momentos que Trump aprovechó para apuntalar su tesis de que su rival, de 81 años, no está en condiciones de salud para guiar al país un período más. Más allá de los dardos que recibió del candidato republicano por el manejo de la economía o de la política exterior en conflictos como los de Ucrania y Gaza, la imagen de fragilidad fue lo que más preocupó en filas demócratas, donde hasta se ha llegado a hablar por estas horas de buscar un modo “elegante” de sustituir a Biden por otro candidato o candidata. ¿Kamala Harris? ¿Michelle Obama? Sería algo inédito y hoy suena descabellado. Aunque siempre hay una primera vez para todo, o casi…

Por su parte Trump, quien acaba de cumplir 78 años, tampoco está exento de obstáculos en su carrera de regreso al poder. En los pasajes de mayor lucidez del debate, Biden enrostró a su contrincante su condenada conducta con la exestrella del cine porno Stormy Daniels y le dijo que “tiene la moral de un gato callejero”. Poco se habló sin embargo en este primer cruce, del asalto al Capitolio que seguidores de Trump perpetraron bajo su instigación el 6 de enero de 2021, para tratar de impedir que Biden asumiera. Esta batalla por la Casa Blanca, en cualquier caso, no ha hecho más que comenzar.

Pasajero frecuente.

Mientras todas estas cuestiones sacudían sucesivamente el escenario global, el presidente argentino, Javier Milei, sumaba millas de viajes en los que hasta aquí primaron el interés o los reconocimientos personales por encima de los logros que sellen beneficios o ventajas a nivel país.

La excepción podría haber sido su asistencia como invitado a la reunión del G-7 en Italia, a mediados de mes, pero de esa cumbre lo más presente que se tiene es un ocasional y efusivo saludo del presidente argentino al papa Francisco y los coletazos que hoy afloran de un distante cruce, con saludo apenas protocolar incluido, con el presidente de Brasil, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva.

En la más reciente gira por tres países de Europa, Milei recibió un par de premios en España, otro en Alemania y uno de legitimidad cuestionada internamente en Praga. Más allá de los contactos breves con el premier checo, Petr Fiala, o con el canciller alemán, Olaf Scholz, los anuncios de inversiones o grandes acuerdos no viajaron de regreso.

Sumaron, eso sí, atriles para que el presidente argentino hiciera ante oídos extraños el relato de un país y un milagro a los que la realidad contrasta de modo cotidiano, y con los cuales se ufana de dar lecciones urbi et orbi.

 

Una primera vez que hace historia y consolida rumbos

 

 

Aunque a veces su verborragia encendida contra quienes considera enemigos le juega una mala pasada. Algo de eso ocurrió cuando recibió una medalla de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular. Frente a ella, Milei agradeció la medalla y volvió a embestir contra el presidente español, Pedro Sánchez, con alusiones a las denuncias por presunto tráfico de influencias contra la pareja del gobernante y deploró la corrupción que se extiende a familiares de quienes ejercen el poder, algo que también cabía a su anfitriona, sindicada en varias tramas oscuras de poder y corrupción.

Horas atrás, Milei volvió a fustigar a Sánchez en una entrevista en la que el destinatario principal de sus dardos volvió a ser Lula.

El presidente brasileño había dicho esta semana en un reportaje que en la cumbre del G-7 no conversó con Milei porque éste había dicho muchas tonterías y “tiene que pedir disculpas a Brasil” y a él.

El mandatario argentino, por el contrario, sostuvo que no tenía que pedir disculpas por “decir la verdad” y afirmó que Lula es comunista y fue preso por corrupto. Afirmaciones que volverán a hacer escalar las tensiones bilaterales entre socios estratégicos en la región.

 “No es el presidente de la República quien creará una zizaña entre Brasil y Argentina. El pueblo argentino y el brasileño son más grandes que los presidentes. Quieren vivir bien, quieren vivir en paz. Si el presidente (Milei) quiere gobernar Argentina está bien; que no intente gobernar el mundo”, había declarado poco antes Lula.

En los planes de vuelo de Milei, el pasaje hacia China (otro gran socio comercial argentino) aparece por ahora postergado y sí figura París, para la apertura de los Juegos Olímpicos. Otro contrasentido si se piensa en los reclamos de atletas y deportistas de nuestro país que deberán competir contra sus rivales del mundo y contra la desidia de quienes se jactan de batir hoy algunos récords en desfinanciamiento.