Hoy los invitamos a que destinen un fin de semana para visitar el Norte cordobés, una zona a veces olvidada pero que tiene “ese no sé qué” que atrapa. Hace unos días, el compañero de Perfil Córdoba Andy Ferreyra, me preguntó en el programa Punto y Aparte –que conduce junto a Eduardo Bocco por la FM Punto a Punto Radio (90.7)–, por tres destinos para “escaparse” con su familia. Le mencioné dos, típicos, serranos, uno en el valle de Calamuchita y el otro en Traslasierra.
El tercero fue San Pedro Viejo, un hotel estancia enclavado en la geografía norteña, a 3 km de San Pedro Norte, pueblo de los más antiguos de Córdoba, con una de las postas que formó parte del Camino Real al Alto Perú, aquella antigua e histórica ruta que unía los principales puntos del intercambio comercial y la economía colonial a lomo de mula o en carretas. Visitar ambos destinos es como un viaje inmersivo en un libro de historia.
La posta de San Pedro Viejo
Son poco más de 170 km desde la ciudad Capital, por ruta nacional 9 hasta Inti Huasi y desde allí, por ruta provincial 18 hasta llegar. Allí encontrará un atractivo paraje en esa geografía tan especial del norte, con suaves elevaciones y amplios valles, vestidos de vegetación típica de añosos árboles, totoras, arbustos achaparrados y palmeras caranday, principal insumo de los artesanos cesteros de la zona. Allí, en ese paisaje, aparecen como postal la histórica posta y el hotel de campo San Pedro Viejo.
Un generoso curso de agua ha sido hábilmente aprovechado por los lugareños y convertido en una espléndida y cristalina aguada.
Pude conocer, hace años, al propietario original de este lugar, Carlos Ferreyra, un porteño inconformista que no satisfecho con ese espectacular entorno, quiso darle un valor mayor y, con muy buen gusto, puso manos a la obra y recuperó la magnífica posta de San Pedro Viejo, para convertirla en un alojamiento de nivel internacional, que conserva su arquitectura colonial y, lo que es mucho más importante, su espíritu.
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No es para menos, pues se trata de una de las otrora postas de recambio y abastecimiento que se alzaban a la vera del emblemático Camino Real. Las excelentes, cómodas y espaciosas habitaciones mantienen el diseño original, pero con una hábil adaptación destinada a cubrir las expectativas propias de los cultores del turismo de alto nivel. La habitación Manuel Belgrano conserva el ambiente austero y señorial del lugar donde, cuentan, durmió el mismísimo creador de nuestra bandera nacional.
En el tórrido verano es posible disfrutar de jornadas en la piscina bajo el sol casi siempre presente, con un clima seco y luminoso. La pausa en el fresco comedor, para el almuerzo, la hora del té o la cena, será un paseo gastronómico por los sabores de la cocina criolla “como en casa”.
Durante el día se impone una breve caminata por los jardines hasta la vecina capilla colonial del siglo XVII –la más antigua de Córdoba dicen los lugareños–; o un paseo con caballos peruanos de paso (experiencia recomendable aun para quienes no sepan cabalgar); la visita en carreta al cercano rancho de adobe que conserva la impronta de la vida gauchesca, o llegarse el cercano y también pleno de historia y tradición San Pedro Norte.
Luego, al llegar la noche, el lugar se ilumina con un río de luces que fluye entre los jardines para un placentero paseo nocturno, en medio de un silencio que solamente quiebra el mágico sonido de los grillos.
Seguramente lo acompañarán las sombras de Belgrano, San Martín o Jerónimo Luis Cabrera, que todavía rondan por esas galerías. Es que ellos también anduvieron por aquellos lares y particularmente en ese alojamiento, haciendo nuestra historia.
Una vuelta por Quilino
Y ya que está en la zona, muy cerca de allí se encuentran Quilino y Villa Quilino que, si bien son famosos por su gastronomía donde reina el chivito a la llama, este fin de semana estarán celebrando el “Primer Encuentro de Cultura y Sabores Regionales” del Norte cordobés, con gastronomía, cultura, artesanías y turismo de bienestar.
Este encuentro se desarrollará entre el sábado y el domingo con desayunos campestres, de mate cocido con yuyos del monte, pan casero, tortillas al horno de barro y dulces artesanales, elaborados con frutas de estación; cata de vinos de vides locales; proceso de fabricación de aceite de oliva; almuerzos con empanadas y cabrito a la parrilla, como platos principales; talleres de cocina, demostraciones de artesanos en paja de trigo y música en vivo, y muchas más actividades.
