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CóRDOBA
ENTRE CERROS Y VALLES

TUCUMAN Y SUS OCULTOS ENCANTOS

ADEMÁS DE LOS VALLES CALCHAQUÍES, LA CIUDAD SAGRADA DE LOS QUILMES, TAFÍ, YERBA BUENA, SAN JAVIER O VILLA NOUGUÉS, LA PROVINCIA NORTEÑA INVITA A DESCUBRIR SUS PUEBLOS ESCONDIDOS.

Tucumán
VILLA NOUGUÉS. Una réplica del pueblo natal de su fundador, en el sur de Francia, al pie de los Pirineos. | CEDOC PERFIL

A 560 km de Córdoba, unas siete horas de viaje en auto o una hora de vuelo, está la provincia de Tucumán, tan pequeña como rica geografía norteña que amerita un viaje para conocerla o descubrir nuevos rincones y poblados.

Luego de visitar la capital, San Miguel de Tucuman, y vivenciar los colores, sabores y sonidos de la ciudad y sus bellos alrededores, como Yerba Buena o San Javier, vale lanzarse a la ruta para, en cortos trayectos, acceder a destinos mágicos que dejan sin aliento, por la imponencia de su flora y sus montañas.

Los Valles Clachaquíes con la maravillosa Ciudad Sagrada de los Quilmes; los clásicos paisajes de Tafí del Valle y el dique La Angostura; el macizo del Aconquija y su parque nacional, son parte del menú. Pero la experiencia turística se enriquece con pequeños pueblos escondidos que vale la pena descubrir.

 

El Pichao.

Uno de esos enclaves es El Pichao, a 200 km de San Miguel, un caserío que conserva vestigios de la cultura Condor Huasi y ofrece deliciosos productos regionales.

Casi detenido en el tiempo, en el pueblo habitan unas cuantas familias que producen su propio sustento en base a la cría de ganado ovino y caprino y al cultivo de frutos con los que elaboran en forma casera sus dulces, cuya calidad y singularidad dieron origen a la Fiesta Provincial de los Dulces Artesanales. Caminatas y visitas de sitios arqueológicos son los atractivos de esta bella comarca situada a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.

Para alojarse, los propios habitantes del lugar ponen a disposición de los turistas sus casas y servicios personales, con guías para visitar los sitios arqueológicos y realizar caminatas por sus senderos. Si el visitante quiere, los lugareños le enseñarán sus tareas diarias y sus costumbres sociales, los procesos agrícolas para obtener sus frutos, la elaboración de sus dulces o la cría de sus animales.

 

Talapazo.

Cerca de allí, unos kilómetros antes por RN 40, se ingresa a Talapazo, otro poblado casi familiar cuyos habitantes cultivan duraznos, cayotes, nueces, peras, algarrobo y hierbas medicinales, que crecen en forma natural. Crían cabras y ovejas, ofreciendo una experiencia de turismo rural de inmersión para que los visitantes compartan las tareas que realizan allí para su sustento.

Estas actividades se realizan con reservas previas y a un precio muy accesible para los turistas que eligen esta opción original. Por $1.000 por persona se ofrece alojamiento y desayuno en el lugar, y por $500 más se puede sumar un almuerzo de comidas típicas preparadas por los propios habitantes con las recetas de sus antepasados.

El tesoro arqueológico más preciado de Talapazo se ubica a sólo 200 metros de la RN 40, con vasijas, morteros y otros utensilios de la cultura precolombina y los restos de las pircas que demarcaban las viviendas y los límites de sus terrenos.

Como último encanto de Talapazo, los miradores hacia los Valles Calchaquíes son otro atractivo imperdible, desde donde se puede tomar dimensión del sobrecogedor espectáculo de la naturaleza.

 

Villa de Medinas.

Hacia el sur tucumano, Villa de Medinas está situado a 90 kilómetros de San Miguel, cercano a Aguilares y Concepción, y es el testimonio vivo del paso de los conquistadores españoles, de la rebelión de los pueblos originarios, de la colonia, de los años de revolución nacional y del progresismo de principios del siglo 20.

A fines del siglo XVI, cuando los primeros adelantados españoles comenzaron a someter a la población local y a dividirse las tierras, llegó la familia del teniente gobernador Don Gaspar de Medina. La fertilidad de estos campos y la fortaleza de los habitantes del lugar fue el premio que la corona le concedía a modo de merced, por haber colaborado en el establecimiento del poder de los europeos en Tucumán.

Entre fines del siglo XVIII y principios del siglo 20, Medinas vivió su apogeo, y hasta llegó a competir con Monteros como la segunda población más importante de Tucumán. Sus edificaciones muestran aún los beneficios del progreso a lo largo de la historia, lo que originó que fuera declarada Pueblo Histórico Nacional en 1999.

 

Villa Batiruana.

La última escala de este recorrido es Villa Batiruana, en el departamento sureño de La Cocha y a 126 kilómetros de la Capital. Su historia, aunque mucho más corta en el tiempo, también tiene el sino de la desolación y la ruina, aunque con un final feliz.

Nació a mediados del siglo pasado, como campamento para los trabajadores que construyeron el dique Escaba y su complejo hidroeléctrico. Unas cuantas edificaciones que albergaron el descanso de un centenar de hombres y que a mediados de los ’90 dijeron adiós. Fue durante años un pueblo fantasma, enclavado en plena quebrada cobijada por la yunga y bañada por el río Marapa, cuyo curso une las aguas de dique Escaba y de Río Hondo, en Santiago del Estero.

Desde hace unos años y gracias a un proyecto de recuperación, los ojos de muchos se posaron nuevamente sobre Batiruana y se establecieron allí emprendimientos turísticos, donde se puede descansar plácidamente, disfrutar de la gastronomía tucumana y comprar artesanías y productos regionales.

 

Villa Nougués, la campiña alpina

No se puede dejar de conocer Villa Nougués, un sitio único con un paisaje exuberante y una arquitectura sorprendente. El verde de su flora contrasta con el gris de las piedras de varias de sus construcciones, reminiscencia de campiñas europeas alpinas.

Es una de las primeras villas veraniegas de la provincia, establecida a fines del siglo 19 con el impulso del próspero ingeniero azucarero Luis Nougués, que llegó a ser gobernador de Tucumán. Siguiendo la cima del cerro San Javier hacia el sur, a unos 32 kilómetros de San Miguel de Tucumán, se accede a este sitio en auto, en bicicleta, a pie o a caballo.

Señorial y célebre por la bondad de su clima templado y húmedo, alojó las casas de descanso de las familias más acaudaladas de Tucumán. A los Nougués les siguieron los Rougés, los Terán y por los salones de sus mansiones se pasearon figuras como el expresidente norteamericano Theodore Roosevelt o el príncipe Humberto de Saboya.

Si bien los monjes jesuitas ya habitaban desde un par de siglos antes en esta comarca, el fundador de Villa Nougués quiso replicar allí la arquitectura de su pueblo natal, en el sur de Francia y al pie de los Pirineos.

Más información: tucumanturismo.gob.ar