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OPINIÓN

Starlink y la revolución de los satélites de órbita baja: recuperando el tiempo perdido

En un mundo cada vez más interconectado, Argentina se encuentra en una encrucijada. A medida que la tecnología avanza a una velocidad vertiginosa, la Nación debe decidir si seguirá siendo un observador pasivo o si tomará el liderazgo en la próxima ola de innovación tecnológica.

Elon Musk
Elon Musk | CEDOC

En un mundo cada vez más interconectado, Argentina se encuentra en una encrucijada.  A medida que la tecnología avanza a una velocidad vertiginosa, la Nación debe decidir si seguirá siendo un observador pasivo o si tomará el liderazgo en la próxima ola de innovación tecnológica. La llegada de Starlink y su ambicioso proyecto de satélites de órbita baja marca un punto de inflexión para el país. Sin embargo, este avance no surge en el vacío: se basa en un legado pionero que comenzó en 1997, cuando Argentina abrió su mercado a las primeras constelaciones de satélites de órbita baja.

Argentina fue líder mundial en abrir los cielos para aprobar las constelaciones de satélites de Órbita Baja (LEO - Low Earth Orbit) que, con la inversión privada y de riesgo, permitieron dar acceso en áreas remotas a las telecomunicaciones y luego a la banda ancha. Starlink, recientemente desembarcado en nuestro país, es el inicio de una etapa extraordinaria para mejorar la conectividad federal. Y lo bueno es que pronto llega la competencia.

En los años ‘90, mientras el mundo vivía una auténtica revolución tecnológica, Argentina se encontraba en una posición privilegiada para liderar un cambio sin precedentes en el sector de las telecomunicaciones. Como ex Secretario de Comunicaciones, acompañando al presidente Carlos Menem, tuve el privilegio de estar en el epicentro de este cambio cuando iniciamos lo que hoy se conoce como la “revolución de los satélites de órbita baja”, un proceso que transformaría las comunicaciones en el país y en gran parte de América Latina y cuyas regulaciones fueron abiertas, sencillas y facilitaban el acceso de esas empresas.

Todo comenzó con la Resolución N° 2325 del 8/8/97 de la Secretaría de Comunicaciones, la cual aprobó el Reglamento de Satélites de Órbita Baja (No Geoestacionarios), que abría los cielos al uso de estas constelaciones de  satélites de órbita baja (LEO). Fue un momento clave, ya que abrimos el mercado nacional para que proyectos innovadores como Orbcomm, Iridium, Globalstar y Latinsat pudieran ofrecer servicios de comunicaciones en zonas remotas e inaccesibles. Esta iniciativa no sólo nos posicionó como pioneros en la región, sino que también preparó el terreno para que Argentina contribuyera a nivel global a la discusión sobre el futuro de las telecomunicaciones.

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Uno de los hitos más importantes de esta etapa fue la colaboración argentina con Estados Unidos para respaldar la presentación experimental de Teledesic ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Teledesic, liderada por Craig McCaw, el pionero de la telefonía móvil en Estados Unidos, fue la primera empresa en proponer un sistema global de satélites de órbita baja  a fin de brindar servicios de banda ancha a nivel mundial. En ese momento, la idea de una constelación de satélites que pudiera ofrecer Internet de alta velocidad en cualquier parte del planeta era una propuesta revolucionaria que capturaba la imaginación de la industria.

Argentina, junto con Estados Unidos, jugó un papel crucial en este esfuerzo. Recuerdo que Craig McCaw personalmente me escribió el 2 de abril de 1998  para agradecer a nuestro país por el respaldo brindado, destacando que sin la participación y liderazgo de Argentina el proyecto de Teledesic no habría podido avanzar en la esfera global. Esta colaboración no sólo fortaleció nuestra relación con los Estados Unidos, sino que también posicionó a Argentina como un actor clave en la regulación de las telecomunicaciones satelitales.

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Teledesic representaba una visión ambiciosa: un sistema satelital que pudiera conectar al mundo, llevando servicios de banda ancha a lugares que las redes terrestres no podían alcanzar. Era, en esencia, una de las primeras propuestas para democratizar el acceso a Internet. Aunque finalmente el proyecto se desactivó en 2001, en medio de la turbulencia económica de la bolsa de Nueva York, dejó una huella imborrable en la historia de la tecnología satelital: marcó el inicio de una nueva era abriendo paso a nuevos proyectos.

La importancia de los primeros proyectos de Satélites LEO
En 1997, Argentina fue pionera en la región al otorgar las licencias a los satélites de órbita baja (LEO) como Orbcomm, Iridium, Globalstar y Latinsat. Estas primeras empresas desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de las comunicaciones en zonas remotas y desatendidas del país. Más allá de ser simplemente proveedores de tecnología, estas compañías se convirtieron en socios estratégicos en la misión de conectar a Argentina.

Orbcomm, por ejemplo, fue clave en el programa Escuelas Rurales de la Secretaría de Comunicaciones, que llevó equipos de comunicación satelital a más de 3.000 escuelas en zonas donde la telefonía móvil era inaccesible, proporcionando a los estudiantes y docentes  una conexión vital al mundo exterior.

Conectó a estas escuelas con el resto del país, brindando a los estudiantes y maestros la posibilidad de acceder a recursos educativos y asistencia en emergencias e integrándolos en el tejido digital nacional. Los accionistas de Orbcomm establecieron una estación terrena en San Luis, donde contaron con el apoyo y visión del entonces gobernador Aldolfo Rodriguez Saa.

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Uno de los logros más destacados fue el aporte de Iridium, que, bajo el programa NOMAD, proporcionó de manera gratuita acceso móvil y comunicaciones en situaciones de desastres. En el marco de este programa, Iridium donó 183 teléfonos satelitales a las Fuerzas Armadas y de Seguridad de Argentina, incluyendo al Ejército (31), Gendarmería Nacional (50), Fuerza Aérea (30), Prefectura Naval (30) y otros organismos estatales. Estos teléfonos, junto con sus terminales, centrales y un crédito mensual de 100 USD por terminal, fueron cruciales para las misiones de paz de las Naciones Unidas en las que participó Argentina.

El accionista principal de Iridium para la región sudamericana, Atilano de Ohms, curitibano y muy bien intencionado, realizó esta donación al Estado Nacional en gratitud porque Argentina le había otorgado la licencia a Iridium antes que su país de origen, Brasil.

Por su parte, Globalstar, de accionistas europeos, en virtud de la celeridad de la tramitación de su licencia y cumplimiemto de los pasos técnicos, decidió establecer en Argentina su Estación Terrena Sudamericana, lo que concretó en el predio de Estaciones Satelitales de Bosque Alegre, realizando una inversión de 25 millones de dólares. También participó en varios programas sociales del gobierno argentino.

El futuro: De Teledesic a SpaceX
Hoy, más de tres  décadas después de esos primeros pasos, Argentina se encuentra en medio de los beneficios de la era de estas constelaciones de satélites  de una nueva era tecnológica, con la llegada de SpaceX y su red Starlink.

La visión que Teledesic tenía a finales de los ‘90 -un sistema global de satélites LEO que proporcionara banda ancha a todo el mundo- es ahora una rutilante realidad,  resolviendo además problemáticas de acceso a banda ancha, conectando a los no conectados, sin un dólar que salga de los fondos del estado nacional, liderada por empresas privadas que están logrando lo que los gobiernos no pudieron alcanzar.

Suficientemente elocuente es la nota “Acceso a internet: la alarmante brecha entre la ruralidad y las ciudades” (Clarín 15/06/2023), en base a un estudio del IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura), que demuestra el enorme atraso de las zonas rurales en este servicio esencial para la calidad de vida, la salud, la educación y la producción. Buena y oportuna pregunta para hacerse sobre los multimillonarios recursos del Fondo del Servicio Universal y sus ANR, que claramente no resolvieron los problemas de acceso y conectividad de la Argentina profunda.

Volviendo a las fuentes
En la actualidad, Argentina ha autorizado a empresas como Kuiper de Amazon, OneWeb, y la europea SES a operar en el país y hay en camino otras similares de origen chino. Estas nuevas constelaciones satelitales ofrecerán  una conectividad de alta calidad a precios mucho más accesibles que los tradicionales satélites geoestacionarios ya vetustos, obsoletos y caros, al menos en Argentina, para solucionar el acceso popular a la banda ancha.

La decisión de acelerar la apertura de los cielos argentinos a estas innovaciones ha marcado un cambio radical en nuestra regulación de telecomunicaciones de las últimas décadas, alejándonos de un modelo estatista que no logró solucionar los problemas de conectividad en las zonas rurales y remotas del país. Gran mérito del Presidente Javier Milei y de sus colaboradores.

Era obvio que había trabas artificiales en la autorización a Starlink  siendo que, por ejemplo en Brasil,  en diciembre de 2022 y con la presencia de Elon Musk, el ex Presidente Jair Bolsonaro  le entregó la licencia y autorizaciones accesorias para que esta empresa accediera al principal mercado sudamericano, que incluyó brindar acceso de banda ancha a 19.000 escuelas de la Amazonia. Nuestro país  recién en enero de 2024, dos años después, le otorgó la autorización definitiva para operar, habiendo atravesado “chicanas técnicas” de las más diversas.

El rol de estas empresas privadas es clave para cerrar la brecha digital en Argentina. La llegada de Starlink (SpaceX) en particular, no sólo trajo Internet de alta velocidad a las áreas más necesitadas del país, sino que también permitió  a sectores como la agricultura, la minería y la educación aprovechar las ventajas de una conectividad moderna y eficiente.

El boom de Vaca Muerta, con empresas y trabajadores, y la enorme cantidad de proyectos mineros en marcha, han resuelto algunas de sus necesidades de conectividad. Muchos gobiernos provinciales además se pusieron a la vanguardia en el uso de acceso de los satélites de órbita baja para escuelas y pequeñas localidades alejadas y sin acceso a la conectividad.

Nueva oportunidad para la conectividad federal
La historia de la revolución de los satélites de órbita baja en Argentina es un ejemplo de que en los años ‘90 hubo  visión, innovación y colaboración internacional. Desde los primeros pasos con Orbcomm, Globalstar, Iridium y Latinsat, Argentina  estuvo  a la vanguardia de la regulación y adopción de estas tecnologías.

La apertura del mercado de satélites de órbita baja en 1997 fue un hito que permitió al país no solo conectarse mejor internamente, sino también proyectarse al mundo como un líder en telecomunicaciones satelitales.

Pronto estarán disponibles los competidores de Starlink como Kuiper (de Amazon) OneWeb (propiedad del Grupo Eutelsat) y, según la información pública, un sistema similar de China denominado Qianfan que ya está en pleno desarrollo y con los primeros lanzamientos exitosos.

Al mirar en perspectiva, salta a la vista el atraso que trajeron los gobiernos y funcionarios del vetusto y anacrónico modelo de “estado presente” que privó a millones de argentinos, con las demoras en las aprobaciones de Starlink, de acceder a su demanda de tener servicios TIC de calidad.

Los aires frescos que llegaron en los últimos tiempos en nuestra patria son como un “viento pampero” que despeja el ambiente, como decía Rafael Obligado en su poema “Al Pampero”: “Ven y vierte tu frescura de mi Patria en el ambiente”.

En el caso de las telecomunicaciones, terminó con la necesidad de tener “expertos en mercados regulados” que destraben trámites o apuren diligencias que históricamente fueron simples y técnicas. De hecho, la Ley 25.000 que regula las reglas de esta industria y que es un Tratado Internacional incorporado al sistema legal argentino, impide la arbitrariedad de los reguladores como la que ya vivimos estos años pasados. Eso ha empezado a cambiar. Increíblemente, esa norma tan útil y práctica casi no se conoce y sus alcances no se aplican.

Un gran paso para conectar a los desconectados
Argentina tiene la oportunidad de consolidarse como un hub tecnológico en la región
en materia satelital y está llegando la hora de repensar el rol de los satélites geoestacionarios en este escenario, por lo menos con fondos del estado. Más importante aún, tiene la posibilidad de ofrecer a todos sus ciudadanos, sin importar su ubicación, un acceso equitativo a las oportunidades que brinda la conectividad global. Ojalá nuestra Patria retome el liderazgo que tuvo en los 90.

El ingreso de Starlink a Argentina y pronto el de sus competidores. Parafraseando a Neil Amstrong -el primer humano que pisó la luna-, con la llegada de estos servicios satelitales de banda ancha  a los hogares argentinos, se ha dado “un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. En este caso, para los millones de argentinos aún  desconectados.

(*) Ex Secretario de Comunicaciones de la Nación

Fuentes:

Nota La Nación “Córdoba, base de la telefonía satelital “(21 de octubre de 1997)

Nota La Capital “Bolsonaro firma con Elon Musk un acuerdo para llevar internet a 19.000 escuelas de la Amazonia” 20 de mayo de 2022

Nota Clarin: “Acceso a internet: la alarmante brecha que existe entre la ruralidad y las ciudades” 15 de junio de 2022