Desde hace varios años muchos niños y niñas no aprenden a leer y escribir en primer grado. Algunos lo logran, pero desde hace una década no está prescripto que así deba ser. Desde 2014, en la provincia de Córdoba se implementa la llamada “unidad pedagógica” para la alfabetización inicial, que abarca de primero a tercer grado. Al finalizar ese ciclo se supone que todos deben saber leer y escribir. Los magros resultados de las pruebas estandarizadas nacionales e internacionales en Lengua y la realidad en las aulas -donde se encuentran alumnos que finalizan la primaria sin saber leer y escribir- han puesto a la alfabetización inicial en la agenda pública.
¿Cómo se origina esta problemática? Para toda una generación de lingüistas, la Argentina utiliza un método de alfabetización obsoleto en el mundo. Entienden que la enseñanza no sistemática de la escritura y la lectura no da resultados, como lo evidencian numerosas investigaciones. Sostienen que los chicos han dejado de aprender porque se les ha dejado de enseñar.
“Para que un niño aprenda a leer y a escribir, es preciso que una persona alfabetizada le enseñe. No se aprende el sistema de escritura por simple interacción: es necesario que haya acciones de enseñanza sistemática”, apunta Bibiana Amado, doctora en Ciencias del Lenguaje, magíster en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua, especializada en alfabetización intercultural, profesora e investigadora de la UNC.
Amado explica que para aprender a leer y escribir, el niño debe reconocer las palabras que escucha y los sonidos que las forman. “Cuando hablamos, co-articulamos sonidos, los integramos. Esto significa que no producimos los sonidos de forma aislada sino de modo articulado, lo que permite que hablemos de modo más fluido”, dice a Perfil Córdoba.
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Agrega que en nuestro alfabeto, las letras representan los sonidos que forman una palabra. Por eso es que los niños deben aprender a deslindar esos sonidos. “Este proceso ofrece cierta dificultad y es necesario que se enseñe”, subraya.
La experta explica que nacemos con un dispositivo para desarrollar el habla, pero no estamos dotados de un dispositivo para desarrollar la escritura. Por eso -destaca- es esencial que se enseñen las distintas habilidades requeridas para aprender el sistema de escritura. “Sin el acompañamiento de un adulto experto, no es posible la adquisición de una escritura eficaz”, dice. Allí estaría la clave del éxito o del fracaso escolar.
El método importa
Desde fines de los años ‘80 en la Argentina se utiliza una metodología descartada en el mundo y sin base científica, que es la no enseñanza sistemática de la escritura, conocida como psicogénesis. Mientras en otros países enseñaban a decodificar, considerando la conciencia fonológica, las correspondencias sonido-letra, la escritura de palabras con la práctica de trazado, aquí se proponía un método inscripto en las conceptualizaciones de Piaget y el constructivismo, con la idea de que el niño descubriera por sí mismo cómo hacerlo. Hace 40 años se comprobó que este enfoque producía retrasos en el aprendizaje y la discusión se cerró en el mundo. Menos en nuestro país.
“De acuerdo con las investigaciones del neurocientífico francés Stanislas Dehaene, para aprender a leer, nuestro cerebro reutiliza circuitos que se emplean para otras funciones. Este proceso, que es denominado reciclaje neuronal, permite comprender, por ejemplo, que ciertas neuronas de la región occipital del cerebro, cuya función es reconocer rostros y objetos, se reciclan y pueden comenzar a identificar letras. Esto acontece gracias a los procesos de enseñanza”, sostiene Amado.
La especialista agrega que los aportes de Dehaene al conocimiento de los procesos de lectura permiten reafirmar la idea de que la alfabetización requiere de una enseñanza sistemática y explícita. “Cuando un niño no ha tenido oportunidades de aprendizaje de la alfabetización inicial desde jardín o en los primeros grados, este proceso se ve afectado”, dice.
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De ese modo -añade- es posible observar casos de niños que se limitan a copiar sin comprender lo que están anotando o bien que simulan acciones de lectura en edades en que podrían estar leyendo de modo fluido. “Cuando un niño no ha aprendido a leer y a escribir en los primeros grados, suele suceder que los docentes no se detienen a enseñarle porque son aprendizajes que se esperan que ya estén adquiridos en un tercero o cuarto grado, por ejemplo”, explica Amado.
Por otra parte, remarca que el propio niño siente vergüenza y puede ser aislado por sus compañeros, “lo que profundiza las dificultades para que aprenda a leer y a escribir de modo armónico y efectivo”. “Encontramos estudiantes en quinto o sexto grado que no saben leer y escribir, en el contexto de un sistema que no coopera para que aprendan”, subraya Amado. Añade que estas situaciones demandan propuestas de intervención específicas y sistemáticas, que permitan revertir esa situación en el menor tiempo posible.
“Esto requiere de una clara decisión de quienes definen las políticas educativas para que, entre otras acciones, se forme a los maestros en procesos de intervención adecuados a cada circunstancia”, opina.
Amado plantea que los niños, en contextos alfabetizados, a los 4 o 5 años pueden dominar conocimientos relevantes para la lectura y la escritura. A los 6 es posible que lean y escriban palabras y textos breves. Las actividades en el nivel inicial suelen promover habilidades para la alfabetización. La expectativa es que, en los primeros grados, ese proceso se desarrolle de manera sistemática de la mano de los docentes. “De ese modo, los niños de primer grado pueden leer y escribir palabras y comprender y producir textos”, puntualiza. Cuando los niños no son acompañados de modo adecuado en su proceso de alfabetización -remarca la experta- no adquieren las habilidades necesarias para leer y escribir.
4 de cada 10 alumnos de 1° año no interpreta lo que lee
El operativo de evaluación provincial “Prisma fluidez y comprensión lectora”, realizado por primera vez en octubre pasado, para medir fluidez (velocidad y prosodia) y comprensión (reconocimiento, identificación e interpretación de información en un texto) en diferentes grados y cursos arrojó que en 1° año de secundaria, el 98% lee de manera autónoma un texto.
De ese total, el 73% alcanza los niveles más altos de prosodia y sólo el 61% recupera e interpreta información de lo leído. Es decir que 4 de cada 10 estudiantes no comprenden lo que leen. En 3° grado, el 92% lee de manera autónoma; de ellos, el 75% alcanza los niveles más altos de prosodia y el 99% recupera información de lo leído.