En los últimos días, a falta de fútbol, el país se ha enfrascado en otra pasión de multitudes que enfervoriza a las hinchadas de uno y otro bando e inflama sus gargantas, desde donde brotan insultos para sus rivales y cánticos de apoyo a quienes visten la camiseta de sus amores. Hemos asistido a fenómenos de histeria colectiva por parte de seguidores de cantantes, de pastores evangélicos y hasta de youtubers. Pero lo que nunca hubiésemos podido suponer es que esta vez la gente iba a ponerle alma y vida a la defensa o a la descalificación de… una reforma judicial. Evidentemente, la ausencia del deporte más popular está causando estragos en la salud mental de la población.
Varios de mis clientes me han pedido asesoramiento con respecto a este debate y yo les fui claro: si solo quieren argumentos a favor o en contra de la iniciativa, puedo armarles una carpeta en pocas horas. Ahora, si lo que me exigen es que lea el proyecto completo y se los resuma, no cuenten conmigo. No lo conocen algunos de los diputados y senadores que van a estar en las sesiones, miren si me lo voy a tener que estudiar completo yo, que la única banca que ocupo es una de la plaza Jerónimo del Barco. El otro día, uno me solicitó una síntesis del dictamen y lo mandé a que la busque en el Rincón del Vago.
El viernes, sin ir más lejos, un diputado cordobés me invitó a que participe de una reunión por zoom con sus asesores, donde se iba a discutir qué postura tomar con respecto a la ley que se propone aprobar el Frente de Todos. Le dije que sí pero hice la gran Esteban Bullrich: puse en loop una animación mía en la que se me ve todo el tiempo cebando un mate y tomándolo. Mientras tanto, aproveché para ver la final de la Europa League y cuando me pidieron mi opinión sobre la reforma judicial, hice que mi imagen se pixelara y simulé que se me había cortado la conexión.
Después me enteré de que los representantes de Hacemos por Córdoba en la cámara baja no van a respaldar el proyecto del oficialismo, tal vez intimidados por la magnitud de la marcha del #17A. Si votan a favor de los cambios en la Justicia, quienes se movilizaron ese día podrían expresarles su repudio tosiéndoles en la cara o estrechándolos en un abrazo, por lo que los diputados habrían entendido que era mejor prevenir que hisoparse.
Para justificar esa postura, los cordobeses adujeron que es “inoportuno” tratar esa ley en este momento, en tanto que otros bloques se habrían excusado diciendo que se les cayó el sistema, que el que fiaba salió a cobrar y que les hicieron un fondo de ojo y quedaron más mareados que el Barcelona después de jugar con el Bayern.
Según parece, entonces, no habrían surtido efecto los “mimos” que le ha venido prodigando el presidente Alberto Fernández al gobernador Juan Schiaretti, a quien le aclaró que “los cordobeses son argentinos”. Me cuentan que al escuchar esa frase, en el Panal alguien cercano al mandatario provincial habría dicho: “No, si vamo’a ser parte del Califato de Abderramán Tercero”. Tampoco habría conseguido el efecto esperado el anuncio de que la Nación financiará lo que resta de la ampliación de la planta depuradora de Bajo Grande, aunque desde la Provincia se valora el aporte. “Si no arreglamos ese problema, vamos a terminar siendo una isla… en un mar de líquidos cloacales”.
En el fragor de estas negociaciones, el Gobierno Nacional declaró servicios públicos a la telefonía celular, a los servicios de internet y a la televisión paga, una medida que la oposición señaló como un nuevo avance del estado por sobre la propiedad privada. “Lo único que falta es que obliguen a que en los colegios enseñen que Bolívar era más groso que San Martín y ya somos Venezuela”, tuiteó un historiador radical, quien instó a custodiar las estatuas del prócer argentino, “no sea cosa que al Libertador le quieran enderezar el sable corvo”.