Fue luminaria cordobesa, que encandilaba desde su helicóptero familiar y presidencial cada vez que llegaba a la quinta familiar en el sur de la ciudad de Córdoba. Para un casamiento o para tomar el té, María del Pilar, Primera Dama, aquí todos quieren fotos con vos. No importa haber traicionado al abuelo. No importa María del Pilar.
La prosapia Nores -y sus derivaciones Bas, Martínez, Bodereau, Allende y otras- es la propia historia del poder en Córdoba. Historia que, como en toda película, tiene sus ovejas negras y un pater familia siempre presente que recuerda que moralidad y excesos no siempre son discordantes.
Antonio Nores (Bas por parte de madre), el abuelo de María del Pilar, fue el hombre antirreforma por excelencia. Médico en el Clínicas, apenas iniciada la huelga de practicantes fue el que sugirió exonerar a los rebeldes. El tan mentado 15 de junio de 1918 fue ungido rector de la UNC con decena de votos de primos hermanos y resistió en el cargo los embates de la anarquía, el liberalismo, el nihilismo y el socialismo soviético. Así describía su propio diario, Los Principios, a la banda reformista.
Propio diario y hermanos de sotana, Nores estaba bien acompañado: cabeza de la Corda Frates, la logia católica era quien decidía los destinos de Córdoba, todo tramado en los sótanos de la Compañía de Jesús. Una hidra monstruosa, dijeron los estudiantes; los voy a masacrar a todos, dijo el abuelo barbado. Una vez derrotado, no dudó: La prensa es el elemento indispensable para la lucha. No hay otro medio dónde elegir. O la prensa o la muerte. Había aprendido.
Y se lo transmitió a sus hijos, que mantuvieron el poder de la prensa como resguardo familiar. Desde el diario Los Principios, voz del catolicismo ultramontano y de la moral medieval, marcaron el paso de la Córdoba docta y santa. Y accedieron al poder. Rogelio Nores Martínez, uno de los 11 hijos vivos de Antonio (dos murieron muy pronto), después de dirigir el diario logró el sueño familiar: comandar la provincia.
Pese a que Wikipedia diga -y todos los medios lo reproduzcan- que fue 'gobernador federal', Rogelio fue gobernante de facto entre 1962 y 1963 durante el interregno de José María Guido tras el derrocamiento de Frondizi.
Norez Martínez tenía respaldo en la prensa: mientras él gobernaba Córdoba, su hermano Enrique dirigía el diario familiar. La primera orden fue la prohibición, persecución y encarcelamiento de todo lo que fuera comunista. Y de lo que tenía olor también.
La represión llegó incluso a elementos del Partido Demócrata. Rogelio hizo más: otorgó medio millón de pesos de subsidio a la Fundación Antonio Nores y parió 14 retoños, entre ellas Pilar, que por entonces tenía 13 y ya disfrutaba del poder.
Pero mucho mejor -o no- fue para Pilar ser estudiante universitaria y que papá fuera rector. En 1967, otra vez designado por una dictadura, el padre Rogelio se hizo cargo de la Universidad mientras Onganía reprimía a los docentes y se producía la mayor fuga de cerebros de la historia.
Norez Martínez estaba en su cetro cuando el Cordobazo: ‘Yo tengo 14 hijos y ninguno le tira piedras a la policía’, dijo para aclarar, como si hiciera falta, que no estaba con los revoltosos. Así como su padre Antonio fue víctima del desborde reformista, Rogelio fue una de las cabezas cortadas por la rebelión del 69. No hay casualidades en la historia.
Egresada de Ciencias Económicas, Pilar se diferenció un tanto del almidón familiar. Continúo estudios en Europa y se cruzó con el golden boy de la izquierda peruana. Alan García ya era un orador notable y figura estelar del Apra, el partido que la Reforma Universitaria había parido en Perú: la nieta de Nores con un reformista, maravillas de la historia.
Lo que sigue es más conocido: un primer hijo extramatrimonial, tres en familia bien constituida, la primera presidencia y la debacle; segunda presidencia inesperada y otro hijo de Alan por izquierda -lo último que haría por izquierda en su vida-, y Odebrech ensuciando a todos y todas.
Quizás Rogelio -hombre de dictadura que goza nombre de calle como su padre Antonio- haya tenido razón y ninguna de sus crías le haya tirado piedras a la policía. Pero Pablo, un hijo dilecto de la iglesia cordobesa y hermano de Pilar, pasó años a la sombra por robar joyas de la catedral primero y terrenos después. Cuando reconoció el error, pidió 'clemencia'. Alguien le tuvo que avisar que ahí, Dios, no estaba.
Ahora es Pilar la que deberá explicar los cheques que Odebrech donó al instituto que dirigía. Por lo pronto, sabe que no volverá a ser nunca más la luminaria cordobesa que encandile desde su helicóptero a la Córdoba del Medievo.