Era mediados del siglo XVIII cuando por la vera de Villa del Totoral (conocida en sus principios como Cavisacate) pasaba el Camino Real, principal vía de comunicación entre el Virreinato del Río de la Plata y el del Alto Perú.
Gracias a un clima benigno y la cesión de tierras, la zona se pobló rápidamente de casonas (se estiman más de 160) que fueron construidas a fines de ese siglo y principios del 19.
Familias de distintos puntos del país, sobre todo del norte, edificaron en Villa El Totoral sus casas de veraneo, verdaderas mansiones que daban trabajo a los habitantes. “Toda mi familia trabajaba con los veraneantes, que venían a fines de diciembre y se quedaban hasta marzo, incluso abril. Las mujeres eran empleadas para tareas domésticas y los varones, en el campo. Todos vivíamos de ese turismo. Cada casona era como un castillo y sus dueños eran muy paternales; el que entraba como empleado pasaba a ser parte de la familia”, recuerda Domingo Moyano (67), penúltimo de nueve hermanos y miembro de una familia muy humilde de Totoral.
Algunas de las familias que eligieron la zona para asentarse fueron Salas Oroño, Mariconde, Crespo, Allende Posse, Arturo M. Bas, Curia y hasta el mismísimo Roberto Noble, fundador del diario Clarín, que en 1946 adquirió la estancia La Loma para convertirla en un centro de referencia cultural y es hoy un oasis y lugar de descanso.
De todas las casonas, resaltan dos que fueron muy características: la de la familia Aráoz Alfaro y la de los Rusiñol, propiedades enfrentadas geográfica e ideológicamente, lo que les valió que pasaran a la historia como El Kremlin y El Vaticano.
El Kremlin. En el libro ‘Casonas de Totoral’, Natal R. Crespo, señala que el doctor tucumano Gregorio Aráoz Alfaro (padre de la pediatría argentina y precursor de la higiene y de la medicina social en nuestro país) adquirió la casa quinta en 1905. Heredada luego por su hijo Rodolfo (miembro del Partido Comunista; lo que le valió persecuciones y hasta la cárcel), “albergó a los exiliados comunistas de la guerra civil española, encontrándose entre ellos León Felipe, Rafael Alberti y su mujer Teresa de León”.
En efecto, en su libro ‘La arboleda perdida’, Alberti da cuenta de su estancia en Totoral: “María Teresa y yo fuimos a parar a la Argentina, viviendo sin documentación alguna por mucho tiempo, en el Totoral, de Córdoba, en la quinta de Rodolfo Aráoz Alfaro, un gentilísimo amigo y camarada”.
Gran amigo de Héctor Roca (hermano de Deodoro) un año antes de morir en Totoral, Rodolfo Aráoz Alfaro publicó un libro autobiográfico: ‘El recuerdo y las cárceles (memorias amables)’, con prólogo de Pablo Neruda, otro de los intelectuales que cobijó en su casa.
En él, enumera las distintas personalidades que por allí pasaron: “Mi casa se llama El Kremlin. Es decir, así la llamaban mis enemigos de Córdoba. Siempre estuvo llena de aborrecidos izquierdistas o intelectuales, que podían haberlo sido o pasaban por tales. Tristán Maroff; los Alberti (emigrados de la guerra española); Víctor Delhez, maravilloso artesano flamenco del grabado en madera; Deodoro Roca, Raúl González Tuñón y Amparo Mom; los Jorge (Faustino y Sarita); Mario Bravo, Rodolfo Ghioldi, Pablo Neruda, y hasta parece que estuvo en su juventud, el Che Guevara. Ahora llegan chilenos de todas clases y reyes del folklore: Cafrune, Tejada Gómez y Mercedes Sosa, o astros de la literatura, como Sábato”.
EL VATICANO. Pertenece aún a la familia tucumana Rusiñol y fue un distinguido centro social a través de varias décadas y generaciones.
El Vaticano. El Dr. Rusiñol Frías era tucumano y estaba casado con María Flora Frías Silva, hija del por entonces gobernador de Tucumán. En el libro de Natal Crespo se lee al respecto de El Vaticano: “Esta casa fue un distinguido centro social a través de varias décadas y generaciones, donde muchas familias cordobesas se vincularon con las tucumanas, comenzando por las hijas de Rusiñol. Una de ellas, Julia, se casó con Hernán Pinto Bouquet, el ‘Mono’ Pinto, destacado concertista de piano, muy amigo de la vida bohemia”. Y según cuenta Moyano, fue Pinto quien bautizó a ambas casonas. “Él era muy ocurrente. La familia era conservadora, muy religiosa y muy buena; se peleaba la gente para trabajar para ellos. Ahí iban obispos de Córdoba, de Tucumán, estaban muy ligados al catolicismo”.
Relaciones diplomáticas. Las dos familias eran originarias de Tucumán y –según Moyano– Gregorio Aráoz Alfaro fue quien llevó al Dr. Rusiñol a vivir allí, ya que tenía tuberculosis. Esto permitió que pese a los apodos de las casonas, las relaciones entre las familias fuesen siempre muy cordiales.
Rodolfo Aráoz Alfaro describe este vínculo en su libro: “Calle de por medio está la quinta de los Rusiñol, bautizada también popularmente –ahora por los más feroces ‘liberales’– como El Vaticano. Nuestras relaciones han sido siempre cordialísimas. Las muchachas tucumanas que allí pasaban el verano fueron nuestras novias bienamadas y sus hermanos nuestros compañeros de depravación. Los curas, abundantes y jerarquizados hasta llegar a obispos. Siempre ha habido relaciones estrechas entre El Vaticano y El Kremlin. Modelo de tolerancia y comprensión humanas. Las licuadoras se prestan, los quesillos se reparten, los abortos son atendidos con cristiana deferencia, cualquiera sea su origen”.
DOMINGO MOYANO. Oriundo de la zona, dialogó con diario Perfil sobre la historia de las casonas.