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Julio Dubini: “la Orquesta Sinfónica es un reservorio de cultura”

Fue clarinetista de este cuerpo artístico y de la Banda Sinfónica de la Provincia de Córdoba durante 47 años. Cree que un buen director es el que habla poco y estimula con los gestos. Compara la tarea de un músico sinfónico con la de un deportista de alto rendimiento. Se retiró el día de la apertura de los conciertos del Teatro Libertador este año.

29-3-2025-Julio Dubini
Julio Dubini. | Fino Pizarro

El clarinetista Julio Dubini pasó los últimos 47 años de su vida en la Orquesta Sinfónica de Córdoba y en la Banda Sinfónica de la provincia. Nació en Buenos Aires (“soy ‘cosecha +65’”, dice sobre su edad), estudió en el Conservatorio Juan José Castro de La Lucila, Gran Buenos Aires, que cursó junto a la carrera de Sociología en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).

Trabajó un tiempo en investigaciones de mercado hasta que su vocación por la música fue más fuerte. En 1978 rindió concurso para los puestos de solista vacantes en Córdoba e ingresó así a los dos cuerpos artísticos: la Orquesta Sinfónica y la Banda Sinfónica. Luego, al Quinteto de Vientos de la Provincia, que ya no existe. Dubini tiene una larga carrera como concertista y se presentó en escenarios del país y del mundo. Dio conciertos en París y en Bogotá. Tocó música de cámara con diversos grupos, el más destacado fue Músicas Argentinas con el que hizo tres giras y grabaciones en Europa y Argentina. Después de casi cinco décadas, el 28 de febrero pasado, en la apertura de la temporada de conciertos del Teatro del Libertador, Dubini se retiró con la emocionante ovación de sus compañeros y del público.

-¿De qué manera llegó un clarinete a tus manos?
-
Siempre me gustó la música. A los 15 escuchaba por Radio Nacional el programa “Jazz y poesía” y se desarrolló mi gusto por ambas cosas. Me encantaba el sonido de los vientos: trompeta, clarinete y saxo. Inauguraban un conservatorio en La Lucila, con profesores que eran solistas de la Sinfónica Nacional. Quería aprender saxo, que había oído que tenía la fuerza expresiva de la trompeta y la agilidad de la flauta, pero allí sólo enseñaban clarinete que era lo más parecido al saxo por su teclado y boquilla… ¡y me inscribí!

-Ahí te enamoraste del instrumento…
-En el Conservatorio me prestaron un clarinete hasta que me pude comprar uno de estudio. Me fue muy bien, pero no terminaba de “entender” el sonido del clarinete. Pero, a medida que estudiaba, me fui enamorando de su sonido.

-¿Cómo son sus sonidos?
-
Estudiar clarinete, como pasa con otros instrumentos, resulta fácil al principio, pero se va complicando al profundizar su estudio. Uno de los aspectos para mí importante es el desarrollo de la calidad del sonido y el desarrollo de la expresividad. Yo busco lograr la fluidez de un buen cantante. El sonido es como nuestro cuerpo, en él vivimos y con él nos expresamos y transmitimos energía y vivencias. Hice varios viajes al exterior para perfeccionarme.

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-Has vivido toda una vida en la orquesta, ¿qué cosas han cambiado en estos años?
-Hubo enormes cambios en la Orquesta y en la Banda; han evolucionado tanto, que las de los años ‘80 no tienen nada que ver con las de la década de 2010, que tuvieron muy buenos logros técnicos y artísticos. Pero han seguido evolucionando hasta lograr los altos niveles de excelencia que tienen en la actualidad, y son considerados entre las mejores de Argentina y de la región.

-¿Cómo sucedió?
-
Por la incorporación periódica de excelentes músicos y el empeño de todos nosotros en mejorar nuestros logros técnicos y artísticos, siempre con estudio y dedicación a este arte que amamos. También es importante que, hace ya muchos años, los integrantes de la Banda y la Orquesta nos dimos cuenta de que “nadie era mejor que nosotros” para opinar sobre la calidad de los directores que queremos para estos logros. Esto nos llevó a exigir a las autoridades y lograr que se oyera nuestra voz en la elección de los directores de cada organismo y, cada vez que hubo un director saliente, los músicos hemos propuesto y votado por aquellos que nos parecieron adecuados para conducirnos. Esta tarea fue y viene siendo acompañada por nuestro sindicato de músicos.

-¿Cuál es un buen lugar para tocar?
-
Hemos tocado en muchos escenarios del país y del exterior. Personalmente me gusta mucho la acústica de nuestro Teatro del Libertador y también disfruté de la que tienen el Teatro Colón, el Auditorio de San Juan y el Teatro Comedia.

-¿Cuál es un buen director?
-
Creo que hay consenso de que preferimos a los directores que hablan poco y orientan y estimulan sólo con el gesto. Un buen director eleva a la orquesta y los que no lo son, hacen de la música un trabajo pesado y rutinario.

-¿Ha disminuido el público de música clásica?
-Merecería un estudio estadístico que no sé si se ha hecho. Lo que los músicos percibimos es que hay un público firme de una cantidad variable, quizás de unos miles de personas, que acuden a las actuaciones en el teatro o en otras salas. También creo que en nuestra tarea musical somos, de algún modo, un “reservorio” de cultura y, digamos, de “civilización” en el contexto de un mercado de la cultura de masas que para hablar de la música se orienta más hacia expresiones como el reguetón que hacia las expresiones más evolucionadas de nuestro arte, como las obras de Mahler, Brahms, Schubert, Bach y tantos otros genios creativos.

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-¿Cómo es la rutina de un músico de orquesta?
-
Tanto en nuestra Orquesta como en la Banda, tenemos ensayos de tres horas de martes a sábados. Las actuaciones suelen ser viernes, sábados o domingos. Cuando tocamos en el foso en óperas o en funciones de ballet suelen ser cuatro noches seguidas o intercaladas. La nuestra es una tarea muy intensa y a veces desgastante.

-A eso hay que sumarle el estudio personal…
-Cada uno estudia en su casa o algún camarín del teatro, ya sea para mantener las destrezas técnicas, o para aprender o revisar los pasajes o fragmentos de las obras que estamos ensayando.

-¿Cómo describirías la tarea de un músico sinfónico?
-
Poca gente sabe del compromiso y el esfuerzo que nos demanda estar siempre “al pie del cañón”, buscando fluidez, destreza y la expresión adecuada al estilo de lo que interpretamos, y manejando el estrés y controlando emparejarnos en afinación, volumen e intención con nuestros compañeros de fila, con la orquesta en conjunto y siguiendo siempre la marcación y la propuesta de quien nos esté dirigiendo. Nuestra tarea reúne las demandas técnicas y artísticas del instrumento que tocamos, diría, con los requisitos de los deportistas de alto rendimiento, que buscan alcanzar su máximo potencial físico y mental. O sea que somos instrumentistas, deportistas y también actores (se ríe) porque expresamos gestos y emociones en cada pasaje musical. Una conocida profesora de violín de Alemania dijo una vez que el músico tiene que tener “la disciplina de un monje zen, el corazón de un amante ¡y la frialdad de un francotirador!”.

-¿Qué te ha dado la música?
-Un norte de vida, un modo de percepción y conocimiento, el encuentro con pares y amigos, muchas cosas. Me ha dado una vida de experiencias, muchos aprendizajes artísticos, personales y sociales, aventuras, logros con esfuerzo y disciplina, autonomía, viajes y siempre nuevos desafíos y aprendizajes.

-¿Qué sentís al interpretar obras que son patrimonio universal?
-
A veces te invade una emoción especial cuando estamos tocando algunos pasajes de obras como el Réquiem, de Mozart, en alguna obra de Schubert, de Brahms, Mahler, Puccini…

-¿Alguna vez pensaste que no podrías vivir de la música?
-
No, sólo tuve dudas cuando cambié de profesión, pasando de la sociología y la investigación de mercado a la música. Pero sabía que con los trabajos que había conseguido en Córdoba –en Orquesta, Banda y Quinteto- iba a ganar casi lo mismo que como director de proyectos de investigación.

-¿Algún consejo para los jóvenes que estudian música?
-
Que escuchen música de distintos géneros, si es posible en vivo. Cuando opten por un instrumento, que busquen buenos maestros y traten de conseguir un buen instrumento para estudiar. Que estudien lo técnico con cariño, exploren su sonoridad y que agradezcan los logros que vayan teniendo paso a paso, con paciencia.

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