Juan Carlos Palmero se recibió de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en 1959 con medalla de oro y diploma de honor. Poco después fue seleccionado por sus antecedentes para la Beca Universidad de Córdoba que realizó en Roma, junto al expresidente de la Nación, Fernando de la Rúa.
Durante 55 años estuvo al frente de la Cátedra de Derecho Civil I hasta que se jubiló, marcando una profusa carrera académica en la universidad.
Desde 1985 es miembro de número de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. Integró comisiones técnicas para reformas de la legislación en materia de Derecho Privado.
Actualmente alterna su actividad diaria entre su estudio jurídico, el Instituto de Derecho Civil de la UNC y la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales.
—¿Qué cambió en medio siglo?
—Muchas cosas. La tecnología, por ejemplo. Cuando yo me recibí no existía la fotocopiadora. Hacíamos las copias de las hijuelas taquigrafiadas. Para iniciar un juicio había que sacar copias a mano de cada cosa. Había temas cotidianos, desalojos, cobros y había que ir todos los días a tribunales, la visita diaria era fundamental.
—¿Usted también vio cómo la sociedad experimentó profundas modificaciones en sus matrices?
—Cambió el acceso de la gente a la justicia. Se incrementó de manera considerable porque también el derecho ha ido abarcando nuevas cosas, La justicia se fue especializando. Se crearon tribunales de Familia, Laborales, Contencioso Administrativos, de Concursos y Sociedades. Eso contribuye a mejorar la calidad de la justicia. Es un avance significativo,
—¿Cómo ve a la justicia hoy?
—Hay nuevas herramientas que generan mayor eficacia. El acceso es enorme porque, prácticamente, todo lo abarca la justicia. El Derecho originalmente implicaba la aplicación de las leyes, un juicio de subsunción. Ahora, al incorporarse todos los tratados y al imponerse una serie de valores que hay que proteger, como el ambiente, el consumidor, por ejemplo, la justicia abre el campo porque hay nuevos temas a tratar. La justicia resuelve los casos a través del juicio de ponderación, debe aplicar valores. La especialización y actualización no sólo mejora, sino que da más calidad a la justicia.
— Sin embargo hay dos críticas fuertes al funcionamiento de los tribunales: la politización y la lentitud.
—Son cosas distintas. La politización de la justicia se ve fundamentalmente en los fueros penales y en el tema de corrupción. Pero la justicia de todos los días, la que resuelve la controversia de Juan contra Pedro, es diferente. Creo que ahí hay mucho por hacer en los procedimientos. Se ha mejorado con el expediente digital. Es más ágil, pero falta todavía. Ahora, en el fuero Civil no veo que se demoren mucho los fallos. Se embotellan en los tribunales de Alzada, pero siempre fue así.
—En la Justicia Federal se cuestiona la politización interna. ¿Coincide con esa mirada?
—Hablar de justicia es difícil. Hay que hablar de cada juzgado en particular. Porque hay de todo, en todos lados. Pero sería un grave daño si se politizara la justicia. Y sería un grave daño porque la justicia dejaría de expresar su esencia. Hay que bregar para que no se politice de ninguna manera.
—¿Cómo ve la Corte Suprema actual?
—Está cumpliendo una función muy importante en este momento. Hay planteos entre provincias y la Nación. Los resuelve. Está ocupando el lugar que debe tener. No es una escribanía del Poder Ejecutivo.
El retorno de la democracia.
—¿Qué significó ocupar un cargo político como ministro de Gobierno y Justicia de Eduardo César Angeloz, después de la dictadura cívico militar en el país?
—En 1983 me tocó reorganizar toda la justicia. Con la Constitución de la Provincia de Córdoba de 1923, los jueces perdían el acuerdo, había que dárselos nuevamente. Fue muy traumático para mí. Trabajamos contrarreloj todo diciembre y enero porque de otro modo en febrero tendríamos paralizado el Poder Judicial. Recibí la colaboración del doctor (Edgardo) Grosso, de José Cafferata Nores, de Jorge de la Rúa, que era fiscal de Estado; del doctor Antonio María Hernández. Confirmamos a todos porque las estadísticas demostraron que en la Primera Circunscripción, el 80% tenía dos o tres acuerdos, es decir que era gente de carrera judicial. Ese piso de ́1983 después se fue perfeccionando y por eso tenemos una justicia que merece nuestro respeto. En esa época agilizamos el procedimiento para el juicio político y sumamos fiscales adjuntos para mejorar el funcionamiento. También elaboramos el proyecto de Familia y el del fuero de Sociedades y Concursos. Otra iniciativa fue la creación de los jefes de sumarios letrados. Cada comisaría tuvo un abogado que estaba a disposición para cualquier denuncia por violación de los derechos humanos. Es decir, trabajamos mucho. Había gente muy valiosa. Tuvimos el índice más alto hasta esa época de legalidad en el procedimiento administrativo. Prácticamente no teníamos decretos cuestionados, porque había un control absoluto de legalidad del funcionamiento.
—¿Qué recuerda de su paso por el gabinete nacional de Raúl Alfonsín, a partir de 1986?
—En el 86 asumí como secretario de Culto de la Nación y como tal intervine en la visita del Papa Juan Pablo II. Elaboramos la ley de libertad religiosa que quedó en el Senado trancada por oposición del senador Ramón Saadi. Para redactar ese proyecto se sumaron con sus firmas todas las religiones históricas del país.