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CóRDOBA
MÚSICA SANADORA

Gabriel Figueroa, el violinista que transforma el gris de la peatonal de Córdoba con su música

Un siniestro vial lo llevó a encontrarse con una pasión oculta: brindar alegría e inspiración a quienes transitan por las calles de la ciudad. Todas las mañanas, renueva su público en la Plaza San Martín.

Gabriel Figueroa - Músico Córdoba
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Todas las mañanas, mientras los cordobeses transitan por la peatonal, una música suave y envolvente se cuela entre el bullicio de la ciudad. La melodía los invita a seguirla, como si sus pasos ya no respondieran a la lógica del camino, sino al compás de ese violín que resuena con vida propia. Curiosos, sin darse cuenta, aminoran su marcha.

En la plaza San Martín, donde el sol apenas asoma entre los árboles, está Gabriel Figueroa (28), concentrado en su violín, creando un pequeño oasis en medio del caos urbano. El joven músico callejero transforma el espacio público con su música, la misma que había sido su compañera y salvación tras un accidente que lo dejó un año y medio internado. "El violín fue lo que más me ayudó a sanar. Era algo que tocaba acostado en ese tiempo", comenta en una entrevista con Perfil Córdoba.

MÚSICA

El 1 de agosto de 2015, un siniestro vial le cambió la vida al  músico oriundo de Santiago Temple, que hoy reside en la ciudad de Córdoba. A pesar de las dificultades, encontró en la música una forma de salir adelante. Tras completar su rehabilitación, volvió a su pueblo natal por unos meses, pero su destino era regresar a Córdoba con la intención de finalizar ingeniería biomédica. Poco tiempo después, abandonó esa carrera para seguir su verdadera pasión: la música. Ingresó a la Facultad de Artes para iniciar un profesorado, aunque actualmente tomó una pausa para enfocarse en su crecimiento como violinista.

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Desde hace dos años, Gabriel se dedica a tocar en las calles de Córdoba, un oficio que inició tras la pandemia. "Terminé aferrándome al violín por diversas situaciones y fue cuando desarrollé todo esto. Seguido me hice músico callejero. Terminando la pandemia, necesité trabajar y fue cuando encontré verdaderamente mi pasión", relató.

El violinista de la peatonal

Todos los días, Gabriel lleva su violín a la peatonal o a las plazas céntricas de la ciudad. "Me encanta tocar en las calles, es algo muy libre para mí, es un desahogo. Me gusta ver las reacciones de las personas, recibo mucho apoyo, muchas bendiciones, mucho cariño", afirmó con entusiasmo.

Gabriel comenzó su camino musical a los 18 años, influenciado por un familiar que tocaba el violín. "Mi primer contacto con la música fue de pequeño, con el canto. Cantaba en las escuelas, en reuniones familiares. Después, al terminar la secundaria, tomé el violín gracias a un tío que tocaba en ese tiempo. Un día, mi papá vio que me interesaba mucho y me regaló uno en Navidad. A partir de ahí, fue un camino de vida, una conexión tremenda".

Tocar en las calles se convirtió en su forma de ganarse la vida y, al mismo tiempo, en una terapia personal. Además, alterna esta actividad con presentaciones en eventos sociales como casamientos y cumpleaños. "Esto de salir a las calles surgió como una necesidad de trabajar. En ese momento, me estaban ayudando mis padres y yo me sentía muy mal por dejar la carrera. No encontraba un trabajo que se adaptara a mis horarios y a mi condición física, así que esta fue la mejor opción. Casi todos los días voy a la peatonal. Me encanta hacerlo. Es algo muy libre para mí, es un desahogo. Esa vibra de buenas energías y buena onda, reconforta mi vida. Estoy haciendo lo que me gusta, siempre tratando de abarcar nuevos géneros", explicó.

La experiencia como músico callejero no fue fácil en sus comienzos. Gabriel describió que los primeros días fueron tensos y que le costaba superar la timidez: "era una cosa que cuando empezaba a tocar, tiritaba entero de los nervios". Sin embargo, con el tiempo, superó esos miedos y ahora disfruta plenamente de su trabajo. "Tocar en un escenario frente a miles de personas no se compara con tocar en una calle, es mucho más difícil, pero fue un aprendizaje tremendo".

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La música, además de ser su sustento económico, es su gran aliada en su proceso de rehabilitación física y emocional. "Desde el momento uno, apenas salí del coma, ya estaba escuchando música. Me regalaron un MP3 con auriculares, pasaba mi día escuchando. Creo que eso fomentó mucho mi oído", expresó.

La influencia sanadora de la música no solo lo ayudó a él, sino también a otros. En una ocasión, Gabriel llevó su violín al hospital donde estaba internado su abuelo. "Le pasé la guitarra y, aunque estaba con suero, no le importó. Empezó a tocar, y yo lo acompañé. Todos los pacientes se alegraron mucho. Los doctores y enfermeros se acercaron a la habitación. A partir de eso, mi abuelo empezó a avanzar en su recuperación", rememoró emocionado.

Gabriel con su violín transforma el espacio público y también la vida de quienes lo escuchan. Demuestra, una vez más, que la música tiene el poder de sanar, inspirar y brindar consuelo en los momentos más difíciles. Para él, cada día es una nueva oportunidad de compartir esa pasión que lo salvó, y de seguir creciendo como artista en el lugar que lo vio reinventarse.