El doctor Fernando Pastor ingresó al quirófano en uno de los días más importantes de su carrera. El prestigioso cardioangiólogo intervencionista es director médico y jefe del servicio de hemodinamia en el Instituto Cardiovascular Cuyo (ICC). En Villa Mercedes, junto a su equipo, estaban por colocar la válvula aórtica N° 100. Pero la tensión estaba en otro lado, en el paciente.
Si hay un médico que puede separar los sentimientos y la objetividad de su trabajo a la hora de intervenir a un familiar directo, ese es el doctor Fernando Pastor. En la camilla, dentro de la sala de cirugía estaba un hombre de 90 años, su padre.
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Su papá fue un pilar en su época de estudiante y el principal sostén económico cuando Pastor decidió prestar servicio de hemodinamista. “Fue en 2001, año en que había hipotecado la casa, a través de mi padre, para poder sacar un crédito y comprar el equipo de hemodinamia. Me dieron el crédito, pero me agarró el corralito. Fue un esfuerzo enorme, había vendido hasta el auto”, rememora comentando que, en forma periódica, viajaba en su auto hasta CABA para atender también a pacientes en el Sacre Couer.
Una cirugía que dará marcada en la familia
El Servicio de Medicina Endovascular del Instituto Cardiovascular Cuyo (ICC), que dirige el renombrado cardioangiólogo intervencionista cordobés, celebró la implantación número 100 de una válvula aórtica transcateter en un paciente de 90 años. El método, conocido como TAVI, que se viene implementando desde hace más dos décadas en el mundo, consiste en introducir una válvula cardiaca en el interior de la válvula original del paciente que está dañada, a través de una artería periférica, con el objetivo de recuperar el funcionamiento normal del corazón.
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El TAVI tiene varias ventajas sobre la cirugía. La principal ventaja es poder realizar un tratamiento con semejantes beneficios a la cirugía convencional en poblaciones con alto riesgo quirúrgico. Otra ventaja considerable es que en el TAVI se puede realizar el procedimiento con anestesia local o con una mínima sedación.
Esto implica que el paciente se puede recuperar más rápido y no sufrir potenciales efectos negativos de la anestesia general. El tiempo de internación en la unidad de cuidados intensivos cardiológicos, luego del TAVI es significativamente menor. Normalmente requieren no más de tres días de internación. La recuperación en el hogar también suele ser más rápida.
El médico que también atendió a Diego Maradona
Cabe mencionar que, el titular de la Matricula Nacional N° 92.906 y Matricula Provincial N° 884, atendió a Diego Armando Maradona. Esto sucedió en enero de 2000, cuando "el 10" protagonizó el primer episodio cardiovascular grave, mientras vacacionaba en la ciudad de Punta del Este.
Tras ser asistido en un centro de salud en Uruguay, fue traslado a la Clínica Sacre Coeur, de Buenos Aires, en donde Pastor estaba haciendo la residencia en hemodinamia. “Tuve la suerte de estudiarlo por cateterismo, de asistirlo en el posoperatorio y de interactuar con él durante los cinco días de internación. A decir verdad, por la emoción, en el momento de practicarle cateterismo, no sabía si punzarle la femoral o darle un abrazo a Diego”, rememora sonriendo.
De todo el procedimiento, Pastor pudo participar, merced al gesto del jefe de servicio de hemodinamia y cardiología intervencionista, doctor Marcelo Pettinari, quien también le permitió observar la histórica fractura del tobillo izquierdo, provocada en 1983 por el defensor de Athletic Bilbao, Andoni Goicoechea, cuando El Diez vestía la camiseta de Barcelona.
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No era la primera vez que el facultativo interactuaba con el padre de Dalma y Gianinna. Dado que un tiempo antes, se lo había cruzado en el interior de la misma clínica porteña. “Yo bajaba del ascensor y al abrirse la puerta, veo un brazo con el Che Guevara tatuado, una camiseta de básquet azul y un pantalón corto del mismo color. Descubro que era Diego y venía a ver a su madre, que estaba internada. Al verlo, quedé paralizado, porque Maradona era mi ídolo. Por eso, agradezco tanto a mi carrera, al lugar y al momento, porque abrí la puerta y lo vi. Diego disparó: ‘¿Qué haces tordo? ¿No me tomás la presión?’. Por cierto, al cumplir con su pedido, me temblaron las manos. ‘¿Estás nervioso?’, preguntó el Diez. ‘Imaginate Diego, te estoy tomando la presión’, le respondí. Ya habíamos ganado el Campeonato Mundial de Fútbol, era una cosa de locos”, confiesa el médico lamentándose que no pudo obtener una fotografía, porque su viejo celular PT 400 de Motorola no tenía esa función.
Hijo de mineros, puntano adoptivo
Aunque nació y vivió hasta los 6 años en la ciudad cordobesa de Villa Dolores, Fernando Pastor afirma: “Me siento más sanluiseño que cordobés”. Porque luego su familia se mudó a La Toma, localidad puntana de unos nueve mil habitantes, cuya principal fuente de ingresos es la explotación minera. “Mi padre Fernando y mi tío Alberto, tenían un yacimiento de tungsteno, elemento constitutivo del acero, que exportaban al exterior”, cuenta el médico que de niño durante las vacaciones solía bajar a las minas e interactuar con los hijos de unas cien familias que vivían allí.
Al egresar de la escuela primaria, en La Toma, y la secundaria, en Villa Mercedes, el doctor Fernando Pastor decidió ir a estudiar medicina a la Universidad Nacional de Córdoba. “En el momento de elegir la carrera, me inspiré en mi abuelo materno Humberto Silvera, destacado docente de la localidad de El Morro, que escribió el libro “La cautiva”, basado en la historia de Tiburcia Escudero, una mujer que había sido raptada por los indios Ranqueles. Pero llegó a escaparse tres veces de las manos del cacique. Al año que inicié los estudios universitarios, mi abuelo fue operado del corazón en un hospital cordobés. El post operatorio fue muy tortuoso, traumático y, sobre todo, una mala evolución. Él, junto a mi abuela, paraban en mi departamento. Por ende, asistí a ese sufrimiento. De ahí vino mi reafirmación a la especialidad que elegí”, afirma el médico que se recibió en 1994.
Después de efectuar guardias en hospitales y clínicas de La Docta, el esposo de Laura, (licenciada en diseño de interiores y secretaria de un juzgado de familia de San Luis), y padre de Juan Albano, María Emilia y Juan Mauricio (fruto de una relación anterior) viajó a Buenos Aires para rendir las residencias, primero, en Mar del Plata y, luego en el Hospital Naval y el Instituto Sacre Couer. En este último centro estuvo seis años. Aprovechó parte de esa etapa para cursar la especialidad de Cardiología en la UCA.