Con una semana de retraso este jueves comenzó a ser juzgado Néstor Aguilar Soto (22) en la Cámara 11a del Crimen integrada con jurados populares por el femicidio con alevosía de Catalina Gutiérrez. La postergación se debió a un cuadro de descompensación emocional que sufrió el único acusado por lo que fue internado en un centro psicoasistencial. Ayer tras una pericia donde médicos y psicólogos acreditaron que estaba en condiciones de asistir al juicio, fue trasladado nuevamente al complejo carcelario de Bouwer.
En la apertura del debate, se lo vio sereno, incluso cuando respondió preguntas personales como la composición de su familia o la nula comunicación con su padre, de origen chileno. Tampoco lo alteraron las cámaras de televisión ni las fotos.
Al inicio del juicio se leyó la acusación consistente en la secuencia mortal que comenzó a las 21,30 del 17 de julio del año pasado cuando Catalina fue a la casa de Néstor Aguilar Soto en Barrio Jardín y allí le dio muerte para luego trasladar el cuerpo a un descampado cercano, ubicado a tres cuadras de una de las principales arterias del sector, la Avenida Valparaíso. Lo hizo en el auto de la víctima.

Luego, el presidente del tribunal, Horacio Carranza, leyó los datos del acusado que él fue asintiendo o completando con algunas aclaraciones. Entre otras cosas, dijo que tuvo una relación íntima no pública con un varón; pero cuando le preguntaron quién lo visitaba dijo que únicamente lo hacía su madre y su abuela, a pesar de que residen en San Carlos de Bariloche. Es decir, que recibe visitas muy esporádicas y no mencionó a su amigo o novio -de quien comunicó su nombre y apellido a pedido del presidente de la Cámara- entre las personas que lo van a ver en la cárcel. Tan sólo señaló que tiene intercambio epistolar con él y con los excompañeros de la Facultad de Arquitectura.
Por consejo de su defensora, Ángela Burgos, se abstuvo de declarar y prometió hacerlo más adelante. Por esa razón se leyó lo que había dicho ante el fiscal que investigó el homicidio: “Me arruiné la vida, se la arruiné a Catalina y a su familia”. Así reconoció haber dado muerte a su amiga.
En los alegatos iniciales de las partes, presentaron el caso a los jurados el fiscal de Cámara Marcelo Sicardi, el querellante Carlos Hairabedián y la abogada de Soto, Ángela Burgos.

Sicardi instó a los jurados a analizar la prueba que se exponga durante la audiencia para determinar tres aspectos: si Soto cometió el crimen, si lo hizo en un contexto de violencia de género y si se aprovechó de la situación de debilidad de la víctima para matarla.
El juez Carranza, además, aclaró a todas las partes que en el juicio sólo se analizará la prueba y los testimonios; “no las menciones o declaraciones en medios de prensa”. De ese modo puso límite a la abogada Burgos, quien en su alegato inicial se quejó por la forma en que trataron a Soto los medios y algunos querellantes en declaraciones públicas.
Los primeros testimonios fueron de personas muy cercanas a la víctima: comenzó la mamá, Eleonora Wollenweider, y luego su hermana Lucía y el novio de Catalina, Ezequiel García.
En un estado de extremo dolor, Eleonora señaló lo sucedido a partir de las 21 del 17 de julio del año pasado cuando Catalina le pidió el auto para ir a jugar el Bowling con amigos “algunos de los cuales no los conocés” -le dijo-. Señaló que se acostó y alrededor de las 23 recibió un llamado del novio de Catalina diciendo que no le respondía al teléfono, ni mensajes ni llamados. Comenzó la preocupación.

Lucía, su hija, detectó desde su teléfono que el aparato de Catalina estaba en la dirección de Néstor Aguilar Soto. Eleonora le preguntó por mensaje de WhatsApp, él le respondía y borraba, hasta que decidió llamarlo y, ahí vino, la primera reacción extraña: “Me respondió con violencia, me dijo que no estaba, que como siempre lo había dejado clavado”.
El guardia de seguridad de la cuadra le aconsejó a Eleonora ir a la comisaría a hacer la denuncia y hacia allí llegó luego Aguilar Soto. “Estaba nervioso, ansioso, pedía ir al baño a cada rato” -recordó Eleonora- y viene el segundo dato extraño que recuerda. “Me dijo que estaba nervioso porque los policías le hacían muchas preguntas”.
A esa altura, por la geolocalización del teléfono ya sabían donde estaba el cuerpo de Catalina, sin vida. En un descampado. Comenzó el desquicio, el desastre, señaló la mujer.
En el auto donde yacía Catalina encontraron las llaves de la casa de su novio, que habían desaparecido hace tiempo. Eleonora dijo que eso era extraño porque el vehículo lo usaba ella, casi con exclusividad. Planteó la duda: “después de todo lo que sucedió quizás Néstor le sacó las llaves de la mochila de Catalina y quizás pensó hacerle daño a los dos”, reflexionó.
Lucía, la hermana de Catalina, ratificó la secuencia y dijo que desde que Cata se puso de novio con Ezequiel dejó de frecuentar asiduamente a Néstor y que él le reclamaba por la escasa atención que le daba.
Finalmente, prestó un testimonio Ezequiel. El también relató que Catalina le supo decir que Aguilar Soto se quejó porque “lo veía poco”.
Todos los testimonios coincidieron en expresiones de celos de parte de Aguilar Soto hacia Catalina.
Un dato llamativo fue que, cuando Lucía dijo que el celular impactaba en el domicilio de Néstor, Ezequiel fue a buscar si encontraba el aparato y no encontró nada. La hipótesis inicial de toda la familia era que Catalina podría haber sufrido un asalto.
Tocó la puerta y Aguilar Soto salió con él a buscar a Catalina, a pesar de que ya la había asesinado y sabía dónde estaba el cuerpo. Se enteraron que habían encontrado el cuerpo sin vida de la joven, mientras estaban juntos -Néstor y Ezequiel- en esa tarea.