Las cifras de turismo emisivo que se verificaron para el mes de enero confirmaron lo que podía preverse desde hace meses. La pérdida de competitividad cambiaria impulsó a una suba extraordinaria del turismo emisivo.
La diferencia entre turismo receptivo (ingreso de no residentes) y turismo emisivo (salida de residentes) superó la cifra de 1.200.000 turistas y resulta el mayor desbalance mensual en 10 años, que es el período para el que se tienen datos homogéneos metodológicamente (conteo de ingresos y egresos de turistas por todas las vías de acceso). Salvando que existen cambios metodológicos que impiden una comparación histórica precisa, la situación de enero 2025 refleja un desbalance que resulta inédito desde la salida de la convertibilidad en adelante.
En enero el turismo emisivo creció 73% respecto del mismo mes de 2024, mientras que el turismo receptivo se redujo 20% en forma interanual, reflejando un cambio drástico de condiciones de precios relativos, lo que denota un viraje de tendencia importante en especial en el emisivo. El turismo receptivo había tenido una merma durante gran parte del 2024 debido a la pérdida de competitividad cambiaria que se evidenció mes a mes durante todo el año. Lógicamente, la competitividad para el turismo receptivo el año anterior había sido algo exagerada (la brecha cambiaria de 150% al mes de noviembre ponía al tipo de cambio libre en niveles exorbitantes) y eso explica en parte la merma que se venía experimentando.
Por su parte, si bien la posibilidad de hacer turismo en el exterior se fue haciendo más accesible para los argentinos por el mero cambio de precios relativos, gran parte de la población había sufrido una contracción de capacidad adquisitiva en términos de consumos domésticos, debido a la aceleración inflacionaria de fines de 2023 y primeros meses de 2024.
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La contención del nivel inflacionario que se hizo notoria en la segunda mitad de 2024 acomodó -al menos parcialmente o en ciertos segmentos poblacionales- la situación de capacidad adquisitiva de las familias. Luego, con la fuerte apreciación del peso (crawling-peg por debajo de la inflación todo el año), se generaron las condiciones para un repunte fenomenal del turismo emisivo.
Al mismo tiempo, un factor adicional que contribuyó a este fenómeno fue que la baja del turismo receptivo facilitó la utilización de la capacidad aérea para amplificar los flujos de turismo emisivo.
Crecimiento vía terrestre
Un dato que no sorprende es que el mayor crecimiento en el turismo emisivo se dio a través de vía terrestre, creció 93% interanualmente, mientras que el crecimiento del emisivo por vía aérea fue de 52%, también de magnitudes extraordinarias para el cambio de un año a otro. Si se contempla la situación exclusivamente del mes de enero, se destaca que el turismo emisivo se acercó a los dos millones de turistas, ubicándose cerca de los guarismos de los meses de enero 2017 y 2018, ambos periodos caracterizados con tipo de cambio bajo, en aquel entonces empujado por el fuerte ingreso de dólares para financiar el déficit fiscal.
Es importante recordar que el gobierno de Cambiemos había liberado el cepo, haciendo subir significativamente el tipo de cambio en su primer año, pero también había reducido los impuestos a los consumos turísticos, para luego desarrollar una política económica que redujo el tipo de cambio en términos reales en su segundo año de gestión, por lo que también había generado los estímulos para un boom de turismo emisivo.
De todos modos, ahora el desbalance resultó mayor, porque el turismo receptivo se ubicó 14%/15% por debajo del nivel de esos años, respectivamente. Así, también resulta el desbalance más desproporcionado para el mes de enero en la última década, con una salida de 2,7 turistas residentes al exterior por cada turista no residente que ingresó a Argentina.
Si tomamos en cuenta que el turismo había sido fuertemente afectado a nivel mundial durante la pandemia, es importante repasar dos hechos que desde hace tiempo se vienen reflejando en las estadísticas oficiales.
El turismo emisivo durante los últimos años no se había acercado sistemáticamente al nivel pre pandemia, fruto de los problemas de capacidad adquisitiva en dólares que tenía la población. Durante 2023 se había mantenido en torno a un 79% del nivel pre pandemia y en 2024 comenzó a recuperarse y promedió el 93% del nivel que había tenido en 2019. Finalmente en enero se registró un nivel equivalente a 147% el de 2019 (47% superior).
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Por otra parte, el turismo receptivo durante el 2023 había recuperado un nivel promedio comparable al de 2019, en 2024 resultó en un nivel equivalente al 83% de dicho periodo de referencia. Luego, en enero de este año fue apenas de 76% del nivel pre pandemia, es decir que se encuentra 24% por debajo.
Si se analizan los flujos según destinos y vía de transporte resulta muy destacado el crecimiento del turismo por vía terrestre a Chile, que creció 180% respecto a enero del año previo, y la salida de argentinos con destino a Brasil por esa misma vía, que creció 93% interanualmente. En suma, del total de viajeros emisivos 87% se dirigió a destinos de países limítrofes con argentina.
Esta situación evidenciada en enero en principio se aminoró ligeramente durante febrero, según estimaciones preliminares, pero siguió patrones todavía explosivos. Durante la primera parte de febrero las búsquedas de turismo emisivo crecieron 48% interanual y las de turismo interno cayeron 21% interanual, cifras basadas en el seguimiento de Google Trends.
Pérdida de competitividad
De esta manera queda, resulta bastante claro que el equilibrio macroeconómico alcanzado por el gobierno tiene un costado cada vez más acuciante en la pérdida de competitividad que afecta a algunos sectores más que a otros. En estas líneas se pone foco en la situación del sector turístico, pero gran parte de las conclusiones son extrapolables a otros sectores productores de bienes transables. El turismo, en ese sentido, si bien se consume localmente, resulta un tipo especial de bien transable. Si Argentina se pone cara, los argentinos consumirán servicios turísticos en el exterior y vendrán cada vez menos turistas extranjeros.
Para revertir esta pérdida de competitividad sin alterar los parámetros centrales de la estrategia de estabilización macroeconómica, urge acelerar las reformas que bajen el “costo argentino”, principalmente a través de reducciones de la carga impositiva, tanto en lo relativo a impuestos distorsivos (nacionales y subnacionales), como también en materia de impuestos al trabajo (principal insumo de la actividad turística, que es intensiva en mano de obra).
También podría considerarse la posibilidad de una disminución de impuestos al turismo interno, para intentar nivelar la cancha respecto de la oferta turística de países limítrofes, que en general reducen impuestos en alojamientos y otros servicios a los argentinos que viajan a vacacionar en sus destinos turísticos. En un contexto en el que las cuentas fiscales en orden son un hecho inexorable, la discusión de prioridades en la reducción de impuestos debería contemplar la exposición a la competencia a fin de amortiguar los aspectos que desnivelan los costos respecto de los países competidores, en especial en sectores de gran impacto en generación de empleo y en los flujos de divisas.
(*) Responsable de la sección Productiva de Ieral de Fundación Mediterránea