Fueron nueve pasos, o quizás alguno m á s porque esos eran cortitos y rápidos. Fueron cerca de nueve pasos antes de pegarle a la pelota. El estadio contenía la respiración. Él, Gastón, el hijo del ‘Cojudo’, en una carrera cargada de suspenso e historia ante el murmullo de los presentes. Él, Gastón, el ‘Chaco’, debatiendo en su mente si fuerte al medio o colocado a la derecha del arquero, evitando pensar en esas piernas que pesaban una barbaridad, sabiendo que el destino lo esperaba, más allá de la figura del arquero que buscaba desconcentrarlo. Llegó hasta el punto del penal y pateó. No era sólo un penal o un disparo más, la gloria estaba en el camino. Impactó la pelota: le dio con la pierna derecha, a la derecha del arquero, y observó con satisfacción que el arquero no llegaba, que la pelota entraba, que sus hinchas gritaban y que su equipo se consagraba campeón. Gastón Benavídez se transformaba en el héroe.
Esto sucedió hace más de 10 años. Fue la final de la Liga de San Francisco, en la Zona Norte, Tiro Federal de Morteros ante Sportivo Devoto en la ciudad de Porteña, en cancha neutral. El partido terminó empatado y se definió por penales. Y como esas cosas del destino, Benavídez, que en ese entonces tenía tan sólo 17 años, fue el encargado de ejecutar el último penal.
Porque todo tiene una génesis. Nada nace de la casualidad. El ‘Chaco’ Benavídez, ese que hoy está en boca de todos los hinchas de Talleres por su inolvidable y eterno penal, parece que se preparó toda la vida para ese momento que vivió en la Nueva Olla de Asunción.
Siendo un adolescente mostró su templanza para hacerse cargo de un penal que en ese entonces era la gloria para su Tiro Federal de Morteros, sin saber –o quizás sí, soñando– que alguna vez en un estadio repleto estaría en una situación similar. Aquella vez eligió la derecha del arquero, pero ante Armani optó por abrir el pie a la izquierda del guardavallas de River.
El pasado enseña. Aquella vez era un adolescente con sueños de gloria y quien era su técnico, Gerardo Acuña, en diálogo con Perfil Córdoba, rememora: “Ganamos con el gol de Gastón. Él ejecutó el último penal, cruzando el remate a la derecha del arquero. Si mal no recuerdo eso fue en el 2014 y él debe haber tenido unos 17 años”.
Acuña dirigió a Benavídez durante cuatro temporadas en el club de Morteros, hasta que el lateral se fue a Estudiantes de Río Cuarto. “Era un chico muy responsable, siempre quería crecer, autoexigente, con cada error que cometía en ese momento se enojaba mucho con él mismo, pero eso habla de su capacidad de análisis por su rendimiento, sabiendo que podía más a pesar de su juventud. Era fuerte mentalmente y de no caerse. Un chico que hoy lo demuestra en Primera división, con una cabeza súper positiva. Considero que para llegar a Primera se necesita carácter, personalidad, buena cabeza y profesionalismo, más allá de las cuestiones técnicas o tácticas”, cuenta el DT, que actualmente está en 9 de Julio de Morteros.
Esa mentalidad lo llevó a este presente. Y la tuvo que remar. El ‘Chaco’ jugó en cinco categorías del fútbol argentino, escalando desde Tiro, Estudiantes de Río Cuarto, Arsenal y Talleres.
Nahuel Cainelli, defensor de San Martín de Tucumán, compartió plantel con Benavidez en aquella juventud en Tiro Federal. Vivió todo su proceso. “Sí, me acuerdo de ese penal, salimos campeones de la Liga”, recuerda. Y cuenta: “Después jugamos Federal B, nos fuimos juntos a Estudiantes, también ganamos la Liga ahí, ascendimos con Estudiantes, vivimos dos o tres años juntos en Río Cuarto y lo último fue cuando perdimos las dos finales, donde le tocó errar un penal”.
Es que en la historia de Gastón también hay penales errados. Todos fueron sumando experiencia para este presente. Ya lo decía Marcelo Bielsa: “Traguen veneno, acepten la injusticia, que todo se equilibra al final”.
Por eso, Cainelli expresa: “Le tocó perder finales, errar aquel penal y que hoy se le dé de esta manera, pateando el penal que le da el título a Talleres, es un claro ejemplo de que nunca hay que bajar los brazos y que el trabajo tarde o temprano da sus frutos”. Entonces, cuenta: “Me genera muchísima felicidad lo de Gastón, compartí muchos años con él dentro y fuera de la cancha, porque convivimos esos años en Río Cuarto. Nuestras familias son muy amigas desde que jugábamos en Morteros. Es un hermano que me dio el fútbol, verlo crecer tanto me da mucho orgullo”. Y agrega: “Más aún con este título con Talleres, por la forma y por lo que significa para Córdoba este título. Fue coronar un proceso de mucho trabajo, esfuerzo y más que nada mucho aprendizaje”.
Inolvidable. “Yo creo que era para nosotros. Le hicimos errar un penal a Montiel, eso ya era increíble. Era fuerte la energía que teníamos”, relató hace unas horas el defensor en una charla con Cadena 3. Dice que eso pensó cuando iba a patear el penal en Paraguay. Antes de tomar la pelota se le acercó Guido Herrera. “Está escrito para vos, hermano”, le dijo el capitán. Tomó la pelota. Dio nueve pasos cortitos, o quizás más, porque fueron vertiginosos, y encaró, esta vez la pelota no iría al medio, tampoco a la derecha, ya había decido que esta vez iba a la izquierda. Fue convencido, como aquella vez cuando era un pibe en Tiro Federal, mientras el estadio contenía la respiración.
Él, Gastón, el hijo del ‘Cojudo’, en una carrera cargada de suspenso, historia y demás, ante el murmullo de los presentes. Llegó hasta el punto del penal, y pateó. No fue sólo un penal o un disparo más, fue la gloria de Talleres. Gastón Benavídez se volvió a convertir en héroe.