En estos días me preguntaron varias veces si creía en las casualidades. Y la verdad es que sí: creo que hay cosas que, simplemente, ocurren por capricho del destino e, incluso, son capaces de reiterarse sin otra explicación. Dicho de otra forma: si tuviéramos que encontrarle sentido a cada cosa que nos pasa, se nos iría la vida en una búsqueda existencial inconducente.
Sin embargo, el haber presenciado el primer y el último día del pontificado de Francisco, teniendo mi domicilio a 11.294 kilómetros de Roma, es algo bastante excepcional que me está llevando a leer entrelíneas; sobre todo porque el Papa que despedimos está rodeado de un aura especial, que no tiene que ver con lo “mágico”, sino con la multiplicidad de gestos y palabras, bien terrenales, que nos legó en estos últimos 12 años.
La bienvenida
El director de Radio María, padre Javier Soteras, me eligió para que lo acompañara en la cobertura del cónclave que elegiría al nuevo Papa, tras la dimisión de Benedicto XVI. Llegamos a Roma el 5 de marzo de 2013. Esa misma noche salí a caminar y, al día siguiente, escribí en Facebook: “Anoche estuve caminando por Roma. Hacía frío. Al llegar a la Plaza de San Pedro me conmovió la inmensidad, pero mucho más la cantidad de personas que duermen en la calle, sólo tapadas por cartones. Es duro el contraste, y también es un mensaje. Ojalá Dios ilumine a los cardenales y puedan elegir un pastor, y no un príncipe”.
Las votaciones entre los cardenales se iniciarían el 12 de marzo. Pero, un día antes, en otra recorrida por Roma, tomé una fotografía que daría un vuelco en mi vida, a nivel personal y profesional. Yo no soy fotógrafo. Tampoco tengo habitualmente la intuición de captar momentos cumbres. Pero me llamó la atención que un hombre “en situación de calle”, de esos que pernoctaban al pie de las columnas que rodean la plaza, tuviera en sus manos una pancarta con un mensaje a los purpurados. Al llegar a la sala de prensa, escribí en Twitter: “Un hombre pobre pidió, en San Pedro, que el próximo papa sea ‘Francisco I’, por San Francisco de Asís. ¿Será posible?”.
Lo que siguió después del “Habemus Papam” del 13 de marzo fue igualmente extraordinario. Pude entregarle personalmente al Papa una copia de esa foto premonitoria, no sin antes darle un abrazo, y recibir de su parte la sorpresa por aquel mendigo profético.
El interludio
Entre aquellos días de marzo de 2013 y la Pascua de 2025, el “¿destino?” volvió a llevarme a la Ciudad Eterna. Habrá que creer aquello de que “todos los caminos conducen a Roma”. En 2015 yo ya no trabajaba para Radio María ni tenía vínculo alguno con instituciones confesionales. Sin embargo, el secretario general del sindicato de Comercio, Pablo Chacón, me pidió que lo acompañe al Vaticano para entregarle al Papa una copia del proyecto “Domingos Dignos, Domingos Libres”, cuya finalidad es que los empresarios a cargo de las grandes superficies comerciales les devuelvan a sus trabajadores el día domingo como jornada de descanso. “Sigan luchando por eso”, nos dijo Francisco, en un impulso que sigue vigente 10 años después.
La despedida
Pero la última “casualidad” ocurrió el domingo de Pascuas de este 2025. Me encontraba en Roma durante el tramo final de un viaje por Europa largamente planificado, junto a mi familia. Gracias a una invitación de monseñor Guillermo Karcher, con quien tejí un lazo de amistad después de los antecedentes mencionados, estuvimos en un palco muy cercano al balcón desde el que se asomó Francisco para dar la bendición “Urbe et Orbi” (a la ciudad y el mundo) después de la celebración eucarística.
Le costó al Papa decir “Felices Pascuas”. No pudo leer el mensaje que había preparado –una encendida exhortación a la paz en todo el mundo–, por lo que tuvo que hacerlo el arzobispo Diego Ravelli, maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias. Pero Francisco parecía dormitar mientras leían su mensaje. Su bendición final también fue un suspiro, que salió con una reserva de fuerza.
En un último gesto de rebeldía, pero también de coherencia con todos estos años de humilde cercanía con el pueblo, Francisco exigió al protocolo vaticano que lo subieran al papamóvil para despedirse. Sí: estoy seguro de que se estaba despidiendo.
Cuando todo acabó, me atreví a decirle a mi esposa y a mis hijas que, posiblemente, habíamos presenciado un hecho histórico: la última aparición en público del papa Francisco. Sólo la multitudinaria despedida de sus restos, durante las exequias, impidieron que aquella afirmación fuera completamente cierta.
Después de escribir, vuelvo a preguntarme: ¿Crees en las casualidades?... Y ya no sé qué responder.
(*) Pablo Giletta / Director de Contenidos de Radio Continental Córdoba