Perfil
CóRDOBA
EL HUEVO O LA GALLINA

Cordobazo organizado o explosión espontánea

El recuerdo y la reflexión del periodista que lo cubrió para el Diario Los Principios.

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EL DÍA DESPUÉS. El fotógrafo Galindez retrata a un niño que observa el vehículo incenciado tras la jornada del 29 de mayo. | Guillermo Galindez

Aquella jornada del 29 de mayo de 1969 fui testigo de uno de los máximos acontecimientos político-sindical de Córdoba. Fue una jornada de furia y de incertidumbre sobre nuestra seguridad física para quienes tuvimos la misión de cubrir los acontecimientos.

Aunque hayan pasado 55 años, mi memoria se mantiene en buena forma y sigo insistiendo en que ese día se dieron dos circunstancias personalmente innegables. Nadie puede negar el nivel de la protesta ni su aceitada organización para llegar desde todos los puntos fabriles de la ciudad al centro de la capital. Pero creo que los sucesos derivaron en un estallido social imprevisto, por lo menos al nivel que se dio. Subyacía en todos los niveles políticos, sindicales, institucionales y educativos un hartazgo por las libertades conculcadas.

La censura fue terrible en medios periodísticos y pongo de ejemplo las emisoras de Córdoba en manos del Estado, donde no podíamos hablar del paro y ni soñar con mencionar las luchas populares.

La sociedad sufría la censura de la dictadura de Juan Carlos Onganía, que prohibió los besos en la vía pública haciendo famoso al comisario Margaride por perseguir en Buenos Aires a los jóvenes que se besaban en las plazas. La censura llegaba al cine,  donde ‘la tijera cortaba’ escenas inconvenientes,

Las medidas se tomaban en el marco de un hermetismo persecutorio a la prensa que trataba de informar sobre las famosas reuniones de ‘gobernadores’ convocadas por Onganía para definir a la nueva Nación. Veinticuatro días antes del Cordobazo se realizó una de estas ‘herméticas reuniones’ en el entonces Gran Hotel Sierras.

Un periodista de La Voz del Interior fue severamente cuestionado por tratar de “lenguaraz” al ministro informante, mientras que César Perdiguero (corresponsal del Tribuno de Salta) fue obligado a regresar a su provincia  por iniciar una de sus transmisiones “desde la capital nacional del silencio”.

Para quienes nacieron y viven en democracia estas cosas resultarán extrañas, pero esos eran los tiempos del Cordobazo y esa necesidad de libertad es la que estalló en la jornada del 29 de mayo, particularmente al mediodía, cuando se confirmó la muerte del obrero estudiantil Máximo Mena la primera víctima de esa trágica jornada.

Desde los sectores del gremialismo siempre se insistió en que fue una protesta exclusiva de los trabajadores y que todo estuvo preparado. No se puede negar la realidad. En el Cordobazo hubo una espontánea explosión popular para poner fin a las ambiciones del dictador Onganía de perpetuarse en el poder.

 

 

 

A 55 años del Cordobazo, la protesta contra la dictadura de Onganía

 

 

¿Influyó la interna del partido militar?
Desde la llegada al gobierno de Arturo Frondizi, 1 de mayo de 1958, después de triunfar con la ayuda de Juan Domingo Perón en las elecciones del 23 de febrero de 1958, en la Argentina los intentos y los golpes de estado eran una noticia común. Tanto que a Frondizi se le decía ‘disco de vinilo’, porque tenía 78 RPM (revoluciones por minutos).

Su caída, que era inevitable, se produjo el 29 de marzo de 1962. El golpe no alcanzó el éxito esperado porque en el medio del traslado de Frondizi a la Isla Martín García, el entonces vicepresidente José María Guido asumió constitucionalmente frustrando la asunción del líder de la insurrección.

Los intentos golpistas acentuaron la interna en el partido militar que se manifestó con los enfrentamientos armados entre “azules y colorados”. Triunfaron los azules que tenían como figura excluyente a Juan Carlos Onganía.

Vino el corto gobierno democrático del presidente Arturo Illia, del 12 de octubre de 1963 hasta el 28 de junio de 1966, día en que asumió la presidencia sin tiempo definido, el Teniente General Juan Carlos Onganía con el apoyo sindical de Augusto Vandor (líder de la UOM) y otros dirigentes, todos con el visto bueno del exiliado Juan Domingo Perón.

Si bien Alejandro Agustín Lanusse era ‘azul’, tenía profundas diferencias con Onganía y no las ocultaba como comandante en Jefe del Ejército Argentino. Por eso es que, en el Cordobazo, por esos días se hablaba de “una ayudita militar” para los organizadores de la protesta. Necesitaba debilitar a Onganía hasta provocar su caída al año siguiente y poco tiempo después asumir Lanusse la presidencia.

El entonces gobernador de Córdoba, Carlos Caballero, férreo aliado de Onganía sabía en los días previos al Cordobazo que se avecinaban jornadas de violencia y por eso acudió a Buenos Aires en busca de ayuda para enfrentar los graves sucesos. Los quería prevenir pero sus reclamos no tuvieron eco, ya que sólo se garantizó la custodia de instituciones y reparticiones nacionales con sede en Córdoba.

Caballero regresó preocupado a Córdoba y movilizó a toda la policía del interior provincial pintando de azul las calles céntricas desde la madrugada del 29 de mayo.

El Ejército, en sus instalaciones del Tercer Cuerpo en las proximidades de La Calera, desoyó los llamados y celebró su día con un acto especial transmitido por las emisoras locales, restándole importancia a lo que sucedía en la ciudad. Los comunicados militares  advertían sobre una inmediata participación militar, la que se demoró hasta dos horas después de que la policía provincial, cansada y sin elementos para combatir a los revoltosos, se acuartelara en el Cabildo por entonces sede de la Jefatura.

Al caer la tarde, las tropas de la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada conducidas por su comandante el general Jorge Raúl Carcagno, recién pudieron establecerse en el centro  y decretaron el toque de queda hasta las seis de la mañana del día siguiente. Con las primeras luces recién comenzaron a desplazarse a allanar sedes sindicales, a detener sus líderes y poner en marcha los Tribunales Militares que dictaron severas penas para Atilio López, Elpidio Torres, Agustín Tosco y otros dirigentes enviados a cárceles del sur del país.

Siempre quedó en el aire la “ayudita militar”. ¿Su presencia en las calles antes de la revuelta, la habría impedido o habría agravado las cosas? Una duda que pocos manifestaron públicamente entonces y que sólo se evaluó en los corrillos políticos.

 

(*) Periodista, que cubrió el Cordobazo para Diario Los Principios  


(**) La imagen que ilustra esta columna pertenece al fotógrafo Guillermo Galíndez quien en 1969 era también inspector de tránsito. El día despues salió con su cámara a retratar las calles de Córdoba. Su muestra puede verse en el Museo de la Industria hasta el 6 de junio.