La política, como la vida, tiene ciclos. Y el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, parece haber comprendido el suyo tras un año de gestión: la demanda ineludible de obra pública. En una provincia donde los votantes rechazan el gasto público a nivel nacional, pero exigen infraestructura a nivel local, el cemento se ha convertido en su única carta fuerte. Y, por eso, avanzó con la licitación de la ruta 19, a pesar de las trabas judiciales y administrativas.
Llaryora, luego de un año de ordenamiento en sus cuentas y con promesas de acuerdos vinculados a la Caja con Nación, el gobernador se lanza de lleno con balde y fratacho. Desde hace meses su mantra, en cada visita en el interior es: "podemos pensar distinto, pero podemos trabajar juntos. Porque nosotros no queremos construir trincheras, preferimos construir puentes, rutas y llevar soluciones a cada localidad que visitamos".
No fue un giro inmediato. Durante su primer año, Llaryora intentó imprimirle a su gobierno un sello de gestión basado en ideas idealistas, que apuntaban al cerebro del electorado y no al corazón: seguridad con la Guardia Urbana, instalación de sedes de la Universidad Provincial cordobesa, biocombustibles y hasta una presión sostenida para optimizar el sistema de salud pública. Sin embargo, las encuestas fueron implacables: lo que esperan los cordobeses es ver obras, circular por rutas mejoradas y contar con infraestructura. Como si los avances en servicios públicos no fueran suficientes para un electorado que necesita tocar para creer.
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El cemento es más que una política de gestión en Córdoba. Es un talismán electoral, el símbolo inequívoco del justicialismo cordobés desde los tiempos de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. Bajo sus mandatos, las rutas, los puentes y los hospitales se convirtieron en monumentos de hormigón que garantizaban continuidad política. Luego de un año, Llaryora entendió que no hay discurso que resista la comparación con una buena base sólida de asfalto y concreto.
El cemento es lo que lo distancia del presidente Javier Milei. Mientras el libertario se jacta de haber frenado la obra pública en nombre de la reducción del déficit fiscal, el gobernador entiende que su capital político se juega en mostrar realizaciones concretas. El caso de la ruta 19 es paradigmático: si bien es una obra de jurisdicción nacional y con financiamiento del BID, Llaryora decidió tomar la delantera y licitarla desde la Provincia. Un movimiento pragmático y de supervivencia política, que le garantiza una obra de gran envergadura de cara a 2027.
A Milei, el electorado -sobre todo el cordobés- le demanda orden en las cuentas públicas y que controle la inflación. Nada más y nada menos. Mientras eso funcione, será su escudo protector y el benefactor de cualquier encuesta de opinión que ponga en la balanza su gestión o imagen como gobernador. Es un contrato claro: equilibrio fiscal y estabilidad económica a cambio de respaldo popular. Pero si la inflación vuelve a dispararse o la recesión se profundiza, los vientos de aprobación podrían cambiar de dirección.
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El otro contraste es con el intendente de Córdoba, Daniel Passerini, quien enfrenta una demanda ciudadana distinta. En la Capital, la prioridad ya no es la obra pública, sino los servicios básicos: transporte y seguridad. La inseguridad ha llevado al municipio a fortalecer la Guardia Urbana, mientras el transporte público sigue siendo una de las principales preocupaciones. En su caso, los frentes son infinitos. Muchos consideran que el alcalde de la ciudad capital suele ser otro gobernador, por peso propio, pero son tantas las demandas diarias que ese "poder" se suele diluir con cualquier bache no tapado. Sin embargo, Passerini también se verá beneficiado con varias obras, entre ellas dos: el subsunivel de la Av. Vélez Sarsfield y la gran obra en el ingreso a Valle Escondido.
En definitiva, la obra pública se convierte en el termómetro político de Llaryora. Si logra ejecutar y mostrar avances concretos en proyectos de infraestructura, su futuro electoral tendrá bases firmes. Si no, la demanda insatisfecha del electorado lo pondrá en jaque. Porque en Córdoba, al final del día, la política sigue pavimentándose con cemento.