La primera vez que la puesta coreográfica de Mauricio Wainrot ( 78) subió a escena, lo hizo en los años 90 en Bélgica con un ballet de lujo. “Yo era coreógrafo residente del Ballet Real de Bélgica y todos los años hacía una obra nueva”, empieza contando a Perfil Córdoba el coreógrafo argentino.
Sin embargo, aquella fue una puesta de apenas seis temas, que formaba parte de una noche en la que se presentaban otras coreografías. Pero le fue tan bien que ese mismo año hubo un sínodo en Bruselas y la curia de Bélgica la pidió para que se bailara allí. “Eso me dio mucho orgullo y me quedé con ganas de hacer una obra más grande; dos años después, el director del Ballet Nacional chileno me preguntó por qué no hacía una puesta con coro y orquestas. Y fue realmente maravilloso. El Ballet Nacional chileno tiene una raíz muy contemporánea y las primeras obras que yo había hecho eran muy neoclásicas. Me encantó la mezcla porque soy muy ecléctico y terminé haciendo una obra que dura una hora y cuarto. Eso enriqueció, porque tiene muchos vocabularios diferentes”, dice Wainrot.
Basada en el oratorio El Mesías, de Händel –una de las piezas más famosas del compositor alemán nacionalizado británico– la pieza se montó en 16 compañías de diferentes partes del mundo y tuvo también su puesta en 1999, con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires. “El Mesías se divide en tres partes pero yo uso música de la primera y de la segunda parte solamente. La segunda parte termina con el Aleluya y me pareció que después del Aleluya no podía hacer nada más. Esa alegría era perfecta para terminar”, refiere el maestro.
La puesta en escena
Lejos de encerrar una historia, como otras obras de su catálogo, El Mesías guarda un mensaje de espiritualidad y fe en una utopía. Con solos, dúos, tríos, cuartetos y danzas grupales, los bailarines están inmersos en una puesta donde el blanco es también protagonista. “Todo en la escenografía es blanco. Cuando hice la obra quise hacer mi cielo. Es una obra muy espiritual, no puedo decir que sea religiosa porque no fue mi intención. Si bien cuenta una historia religiosa, es también una obra mística. Yo creo que a los artistas nos lleva una gran mística y trabajamos como los monjes, de una manera muy religiosa. Cuando trabajo mi concentración es absolutamente elevada”, explica.
Amante de lo gregario y el trabajo grupal, Wainrot afirma que para un coreógrafo es fundamental que a los bailarines les guste lo que están haciendo ya que se trabaja con la emoción y el alma de los artistas. “Uno sabe que está trabajando con cosas que son delicadas y que para lograr lo que se necesita, es necesaria la complicidad del otro. Me encantan las obras donde hay mucha gente y donde cada grupo tiene algo que decir, donde el personaje principal es el grupo, como sucede con el teatro griego. Hice una ‘Carmen’ en el Teatro Colón y el cuerpo de baile era frenético. Había tres ‘cármenes’ –una principal y dos alter ego– y el personaje principal era el destino, que iba marcando lo que hacían todos”.
—¿El Mesías es tu puesta más importante?
—No, todas son importantes. Cada una en su momento; a todas las hice desde una verdad muy fuerte y creo que entre todas forman el compendio de una carrera. Muchas son muy diferentes entre sí, tienen vocabularios muy diversos. La que más me gusta es ‘La tempestad’ porque es una de las últimas que hice y es donde me siento más identificado como artista, como coreógrafo, como ser humano. Es también la última obra de Shakespeare y para él es como su testamento, se despide del teatro, del mundo, de sus personajes; y yo hice lo mismo, es como una despedida aunque no lo fue porque después de eso hice una obra que me encantaría hacer acá, que es la ‘9a Sinfonía’ de Beethoven. Pero con ‘La tempestad’, cada vez que la veía pensaba en que me iría del mundo y nunca más vería esa obra. Y a la gente le pasaba eso, no quiere salir de ese clima. Y es lo que les pasa con El Mesías, la gente no quiere salir de ese clima celestial.
Wainrot y su vínculo con Córdoba
DE BAILARÍN A COREÓGRAFO. “Desde que empecé a bailar siempre quise hacer coreografías. Desde que entendí los rudimentos de un vocabulario, fui creando el mío”. (Foto: Fino Pizarro).
Cuando era pequeño, sus padres lo traían a él y a su hermana a Córdoba a vacacionar. Unquillo, Mina Clavero, San Esteban, Cosquín, La Falda eran algunos de los destinos elegidos. “Luego, ya de bailarín vine a bailar al Rivera Indarte. Me acuerdo que lo estaban arreglando y la parte de atrás estaba totalmente abierta, tenía un enorme plástico y nos moríamos de frío porque era pleno invierno y yo bailaba con una bikini pequeña. Y hace unos 15 años vinimos con el Ballet del San Martín, que dirigí –con intermitencias– unos 20 años, a hacer Carmina Burana”, rememora.
Después, Wainrot se fue del país. Vivió 11 años en Canadá y el primer verano de regreso en Argentina, en 2001, volvió a Córdoba. “Vinimos con unos amigos de vacaciones a Agua de Oro, luego estuvimos en La Cumbre, me enamoré de esa localidad y dos años después me estaba comprando una casa al lado de la de Mujica Lainez. La vendí hace casi dos años, con todo adentro. Me operaron de la cadera tantas veces que Córdoba se me hizo muy lejos y los viajes, complicados”.
El Mesías
Estará en escena los días 24, 25, 26, 27, 29 y 30 de abril a las 20 en el Teatro San Martín. Las entradas
ya están disponibles a través de Autoentrada y en boletería (Platea, $40.000; Cazuela, $30.000; Tertulia,
$25.000; Paraíso, $15.000).