Según Yuval Harari, fue cuando creamos el mundo simbólico que nos diferenciamos de los otros seres humanos. Mientras las montañas fueron montañas, fuimos como los otros homínidos. Solo cuando creímos que eran seres sobrenaturales y algunos podían relacionarse con ellos, pudimos formar grandes grupos y dominar el mundo.
Los seres humanos creemos en ilusiones que ordenan nuestro mundo y nos ayudan a vivir mejor, aunque a veces no tengan que ver con la realidad. Para millones de taoístas, después de setenta años de gestación, Lao Tse nació viejo, arrugado y sabio. Es poco probable que esto sea cierto, pero refuerza su fe. Está claro que Jesús, fue un judío que hablaba arameo, no nació el 25 de diciembre, ni conoció Roma, ni habló latín, pero muchos celebran su nacimiento en el día del triunfo del Sol Invictus. Este mes tiene lugar la peregrinación religiosa más grande del mundo, la Kumbha Mela, que reúne a lo largo de 45 días a cuatrocientos millones de devotos que van a purificarse, bañándose en los ríos Ganges, Yamuna y Sarasvati, que están entre los más contaminados de la Tierra.
Podríamos seguir enumerando los fake worlds en que habitamos, fruto más de nuestra imaginación, que de la realidad. Los paradigmas en los que nos formamos, establecen lo que es real. Si Trump hubiese vivido su infancia en Irán, obligaría a los norteamericanos a leer el Corán y propiciaría que los hombres adultos se casen con niñas.
Con el progreso de la ciencia y de la tecnología se producen rupturas que ponen en crisis los mitos que estructuran nuestra realidad y nos venos obligados a reinventarla. Con la Tercera Revolución Industrial se produjo el cambio más descomunal y acelerado de la historia de la especie, no podemos esperar que lo que hacíamos y creíamos hace diez años siga igual.
Un cataclismo arrasó las teorías, se derogó la lógica, y se predican supersticiones que movilizan multitudes y ponen presidentes. Lo peor del comunismo resucita en labios de algunos anticomunistas que desconocen la historia.
Dejaron de luchar contra la desigualdad e implantaron privilegios que en muchos casos, fueron usados por políticos que hicieron negocio con ellos
Durante el siglo pasado, existió el socialismo real. Muchos creían que la “tierra será un paraíso, patria de la humanidad”, cantando la Internacional, imponiendo la economía centralizada y la dictadura del proletariado. La Unión Soviética ocupaba la mitad de Europa, adherían al comunismo China, Vietnam, Laos, Cuba. Aparecieron socialismos islámicos, dictaduras socialistas en África y movimientos armados en América Latina. Parecía que la izquierda avanzaba de manera incontenible y que colapsaría el capitalismo.
En los países socialistas y en los movimientos revolucionarios, las mujeres no tuvieron espacio. Nunca hubo una secretaria general del Partido Comunista o funcionaria importante. La excepción fue Jiang Qing, la cuarta esposa de Mao, convenientemente suicidada en cuanto murió su marido. Todos fueron homofóbicos, la homosexualidad fue catalogada como una enfermedad que debía ser perseguida. El “Che” Guevara, uno de los líderes más homófobos de América, creó campos de concentración para los “desviados”.
La izquierda no dio importancia a la defensa de la vida en un mundo cada vez más afectado por la contaminación. Los problemas de los niños, las mujeres y otros seres vivos no estaban en la agenda de los líderes proletarios. Todos eran hombres, rudos, machistas.
Tampoco creían en la “democracia burguesa” ni en los derechos civiles. La ideología comunista escondió detrás del “internacionalismo proletario” proyectos de supremacía étnica. Los rusos de Moscú subyugaron a Ucrania y Bielorrusia, e instalaron a sus nacionales en los países que ocuparon. Koenigsberg, la capital de Prusia, sufrió una limpieza étnica, pasó a ser una posesión rusa en el Báltico, con el nombre de Kalinigrado. En China los Han se instalaron en todas las provincias, desplazando a minorías como tibetanos y uigures.
No es una crítica, así era el mundo. Está de moda descalificar al que piensa distinto, acusarlo simplemente de ladrón, insensible, y perverso. La identidad ideológica se usa como insulto, y se califica al adversario de “extrema” derecha, o izquierda. Piense lo que piense, es delincuente, zurdo o fascista. Cunden supersticiones conspirativas que nublan nuestras mentes, cuando la realidad es más sencilla.
A lo largo de mi vida tuve la suerte de conocer a dirigentes de todas las ideologías y religiones y en todas encontré gente interesante, valiosa, idealista, y también personas atormentadas por la vida, deseosas de vengarse de situaciones desgraciadas que experimentaron, especialmente en su infancia. También a pillastres criados en familias que les enseñaron a robar. Nada de eso tenía que ver con sus creencias religiosas o políticas.
Mientras en los países socialistas se impuso una verdad única, en las democracias occidentales hubo libertad de pensamiento y de expresión. La revolución de la inteligencia se produjo en países en los que se implantó el respeto por la diversidad, lanzó a la humanidad a una nueva etapa de su evolución, cuestionando las verdades del viejo paradigma.
La computación e internet no se desarrollaron porque se reconocieron los derechos de las mujeres y de las minorías, sino que el desarrollo tecnológico produjo un cambio radical en la vida cotidiana y la mayoría contactó con la realidad entendiendo que existían diversos, incluso en casa, y había que aceptarlos.
Mientras los soviéticos vaciaban Koenigsberg, en Occidente se dio la lucha por los derechos civiles. En estados del sur de los Estados Unidos los demócratas mantuvieron una segregación racial inhumana. El cuatro veces gobernador de Alabama, George C. Wallace, fue líder de estas ideas, prohibiendo que los negros usaran el mismo transporte público que los blancos y apostándose en la entrada de la universidad para impedir el acceso de estudiantes negros. Wallace fue tres veces, precandidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos y dijo que su país ha sido, es y será siempre segregacionista. El movimiento por los derechos civiles, liderado por Martin Luther King, se enfrentó al racismo en una lucha que culminó simbólicamente cuando un afroamericano negro fue elegido presidente del país.
Internet no se desarrolló porque se reconocieron derechos de las minorías. La tecnología produjo un cambio radical en la vida cotidiana
Durante esas luchas apareció la palabra woke que ahora está en la mira de los conservadores del mundo. Los luchadores por los derechos civiles pidieron a sus seguidores “stay woke”, estar despiertos. Como define el Diccionario de Oxford, woke es estar “consciente de los problemas sociales y políticos, especialmente del racismo”. En los países democráticos, la lucha por los derechos humanos confluyó con otros que eran parte del “progresismo”. Los derechos de las mujeres, de los homosexuales, de la vida, de los animales, y otras ideas liberales, no tenían que ver ni teórica ni prácticamente con el socialismo.
Kimberlé Crenshaw habló de la interseccionalidad, que es la interacción entre temas de raza, género, diversidad sexual, atención a los débiles, a los que tienen capacidades especiales, a la violencia en el hogar, que conformaron el progresismo.
Susan Neiman, una militante de izquierda alemana, en su interesante libro “Izquierda no es Woke”, afirma que izquierda y woke son conceptos opuestos, que al mezclarse ayudaron al triunfo de Trump. Las ideas woke no tienen que ver con el combate a la pobreza, ni con el internacionalismo, propios de la izquierda. No pretende luchar por derechos para todos, sino por los de determinados grupos.
Con la discriminación positiva esto se agudizó. Dejaron de luchar contra la desigualdad e implantaron privilegios que en muchos casos, fueron usados por políticos que hicieron negocio con ellos. Una cosa es defender los derechos de los pueblos originarios y otra colaborar con porteños disfrazados de Paturuzú que toman tierras y asaltan a los habitantes de la Patagonia alegando ser mapuches.
La idea de la apropiación cultural sirvió para otros abusos. Si solo las víctimas pueden hablar de sus problemas y solamente los miembros de determinadas identidades pueden usar su música, volvemos a la teoría nazi de que solo los alemanes podían tocar y cantar la música germana.
Como dice Laura Di Marco en su editorial de La Nación, Javier Milei apareció en Davos convertido en un neomarxista gramsciano, que resucitaba la idea de “Batalla cultural” del fundador del Partido Comunista Italiano, y proponía la “hegemonía” que se practicó en los países del Este, contraria a la democracia liberal, que promueve la diversidad política, cultural, religiosa y sexual. Esta defensa de las ideas practicadas en el antiguo comunismo, le restaron espacio para hablar de sus éxitos en el campo de la economía y la inflación, que habrían interesado más.
La inauguración del gobierno de Trump tuvo que hacerse dentro del Capitolio, rompiendo con la tradición de realizarla en la explanada del National Mall, en la que tradicionalmente se han concentrado decenas de miles de personas para presenciarla. El presidente que niega el cambio climático, tuvo que posesionarse del cargo, con seiscientos invitados, en la rotonda del Capitolio, porque el clima era el más insoportable de la historia reciente.
Cuando juró en su período anterior, las manifestaciones de protesta reunieron a cerca de un millón de personas, en este año pocos se movilizaron. Hay en la sociedad un cambio de valores que es difícil de comprender para quienes somos intelectuales de la tercera edad y miembros de las élites que son nuestros coetáneos. No se produce por la difusión de textos de Marx, ni de las ideas progresistas a las que adherimos. La ola tradicionalista tampoco tiene posibilidades de permanecer. Algunos creen que la interpretación literal de la Biblia desapareció porque no se la estudia.
La verdad es que el desarrollo de la computación e internet derrumban mitos. Elon Musk dijo que va a extender el uso de la red y que va a usar la inteligencia artificial para modernizar al estado norteamericano. Eso hará más difícil que los niños vuelvan a pensar que aparecieron en un repollo, o llegaron en el pico de una cigüeña.
* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.