“Soy loco pero no como vidrio”, aclaró en más de un reportaje amigable Javier Milei, ya en el ejercicio de su mandato presidencial. Es la manera de justificar sus dosis de pragmatismo, que alcanzaron otro pico de exposición en los últimos días con la cumbre del G20 como excusa.
En el plano de lo simbólico, Milei finalmente cedió y adhirió a la “Alianza contra el hambre” y al documento final de Río, en el que las principales potencias mundiales abogan por un dechado de buenas intenciones económicas, sociales y hasta ambientales. Con reservas y aclaraciones, eso sí, y pegando el faltazo a la foto final de familia del evento, como para darle algún argumento orgulloso a su jauría digital libertaria. Siempre domador.
Horas antes se repasaban una y otra vez las imágenes del gélido saludo entre el Presidente y su colega de Brasil, Lula Da Silva, en el primer encuentro entre ambos tras una historia de descalificaciones desafortunadas, a las que el mandatario argentino suele apelar.
Pero al mismo tiempo, el ministro de Economía, Luis ‘Toto’ Caputo, firmaba con su par brasileño de Minería y Energía un entendimiento para abrir la puerta a que nuestro país le venda gas que se extrae del mega yacimiento de Vaca Muerta.
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La flexibilidad libertaria se ratificó también frente a la primera reunión que Milei mantuvo con su par chino, Xi Jinping. Atrás quedaron las acusaciones de comunistas y la negativa a negociar entre estados, que tuvo una escala mileísta en “son un socio comercial muy interesante, no exigen nada, sólo que no los molesten”.
A la relectura presidencial se arribó luego de que China renovara los swaps que respaldan las escuálidas reservas del Banco Central y sus intenciones de seguir invirtiendo en Argentina, con los ojos puestos en las represas hidroeléctricas pendientes de Santa Cruz, en explotaciones mineras y en la reprivatización de la Hidrovía y de la red de cargas de los ferrocarriles. ¿Qué dirá Donald Trump al respecto?
Milei debió exhibir además su ductilidad ante Emmanuel Macron. De paso por Buenos Aires previo al G20, el centroderechista presidente francés visitó la Iglesia de la Santa Cruz, en la que se infiltró durante la dictadura el marino Alfredo Astiz para marcar familiares de secuestrados y donde actuaban las monjas galas Leonie Duquet y Alice Domon, que siguen desaparecidas. Astiz fue uno de los visitados por una troupe de diputados libertarios en el penal de Ezeiza.
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Acaso Milei debió tragar más saliva ante Macron cuando le explicó su oposición al acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, por la resistencia del sector agrícola francés que teme competencia desleal y aspira a no perder su protección. Ay estos comunistas.
Por estas horas, Milei sumó otra cumbre, con la premier italiana Giorgia Meloni. ¿Le explicará la líder derechista por qué no echó ni reprendió a su canciller tras el voto italiano en la ONU en favor de que EE.UU. levante su bloqueo a Cuba? ¿O por qué, al revés de Argentina, Italia no levantará sus efectivos en las fuerzas de paz de la ONU en Líbano?
Cuentan quienes lo frecuentaban que Néstor Kirchner utilizaba una frase habitual para despejar temores cuando comenzó a ejercer la presidencia. “No escuchen lo que digo, miren lo que hago”, solía explicar. Curioso homenaje el que le rinde Milei a semejante máxima. No es el único.